Las monjas clarisas de Belorado (Burgos) aseguran «no estar secuestradas» lejos de sus familias y han trasladado su deseo de «ser fieles a la verdad de Cristo» que han recibido, a la «fidelidad a la fe y a la doctrina católica», al tiempo que afirman que no se van de la Iglesia, por lo que irán explicando su situación conforme avance el tiempo. Las religiosas han hecho estas afirmaciones a través de un vídeo publicado en sus redes sociales, en el que han remarcado que tienen la intención de expresarse en relación con las «preocupaciones» que han surgido y que les han llegado, si bien insisten en que están «bien». Por este motivo, piden «paciencia» a los que estén preocupados y adelantan que darán a conocer todo lo que han «descubierto» para «desmentir» informaciones. Ayer también se conoció que una de las 16 hermanas que permanecen en el Monasterio de Santa Clara ya se ha marchado del convento hacia Castil de Lences al no estar de acuerdo con la decisión tomada y con los documentos firmados por la abadesa.
Por su parte, el arzobispo de Burgos, Mario Iceta, apostó por «la paciencia y el diálogo» con las monjas, aunque advirtió que se aplicará sobre ellas el derecho canónico si mantienen su postura de abandonar la Iglesia Católica. En declaraciones ofrecidas en una entrevista concedida a La 8 de Burgos, Iceta apuntó que la decisión es aún «muy reciente» y que, por tanto, «sería aventurado decir qué caminos» van a seguir desde la Iglesia Católica. No obstante, recordó que, de mantenerse la decisión de las monjas de no conceder validez a la Iglesia desde el Concilio Vaticano II, «las consecuencias son muy profundas».
Por ello, recordó que aunque la Iglesia «siempre da un tiempo para que las cosas se puedan reconsiderar y tener otro camino», si no se produjese un cambio en la decisión de las religiosas, se procedería «según dicta el derecho canónico». Además, al ser preguntado sobre la posibilidad de que la decisión de las monjas clarisas de abandonar la Iglesia Católica tuviese que ver con la paralización de la venta del monasterio de Ortuña, en el País Vasco, Iceta consideró que se trata de «algo más profundo, un tema de fe», y no de cuestiones económicas, aunque estas generen «malestar e inquietud».