José Luis Díaz Sampedro

José Luis Díaz Sampedro


Disciplina en la familia

07/08/2023

La disciplina no goza de buena prensa y la razón es sencilla: hoy se prefiere evitar el conflicto hablando de sentimientos en lugar de discutir sobre reglas; y el precio a pagar por esta preferencia es convertir la sociedad en una institución terapéutica. La transferencia de la disciplina de la familia a otras instancias sociales (escuelas, terapeutas, influencers, policías, jueces…) no incrementa la confianza de los progenitores, sino que, más bien, la erosiona.
La manera que tienen los padres de proporcionar a sus hijos seguridad es el amor y de proporcionarles autonomía la disciplina. Y en esta doble misión la familia no tiene rival. Una autonomía sin orientación no es sino una completa desorientación. Galdós lo decía de forma más directa: «Aguardar para la educación de la criatura a que ésta diga 'Llévenme a la escuela, que tengo muchas ganas de ser sabio' es fiar nuestros planes a la infinita pachorra de la eternidad». La unión de amor y disciplina no evita los conflictos, pero permite centrarlos en la objetividad de la norma, no en la fluidez sentimental de una rebeldía sin causa. Cuando el amor se olvida de la disciplina suele derivar hacia esa forma sofisticada de mal trato que es la sobreprotección.
A medida que el sistema educativo se ha ido convirtiendo en una factoría de competencias (de pericias laborales), la familia ha ido quedando como el único lugar en que eres querido por ser quien eres, sean las que sean tus competencias. Los padres están siendo continuamente animados a que deleguen su responsabilidad en especialistas. Se ha impuesto una pedagogía trivial de la actividad que se dedica a surfear sobre la superficie de las cosas, ignorando que la retención, la concentración, el control de nuestros sentidos y la pausa son formas superiores de actividad. Lo excesivamente fácil impide que el hijo vea su comprensión de la realidad como una conquista de su esfuerzo cognitivo. Y esto es lo esencial. ¿Qué competencia hay intelectualmente más valiosa que la del hábito de mantenerse atento?. Lo que es bueno para los músculos de un atleta suele ser bueno para la inteligencia de un estudiante.
Hay algo que nuestros hijos siempre tendrán menos que nosotros: experiencia. Amémoslos pues, pero sin olvidarnos de dar la tabarra, que es esa tierna forma de amor que tanto echamos en falta cuando nuestros padres ya no están para practicarla con nosotros.