Editorial

Unidades de convivencia, otra forma de entender la institucionalización

DP
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Las 22 unidades de la provincia acogen a 329 usuarios, con la persona como eje de la atención

El objetivo no es otro que conseguir un hábitat residencial cómodo, confortable, participativo y en cierto sentido familiar para las personas mayores y con dependencia que están institucionalizadas en centros específicos. Porque no es lo mismo compartir comedor y sala de estar con decenas de usuarios y con sus allegados cuando van a visitarlos, que hacerlo solo con quince en una unidad de convivencia, con sus dormitorios y baños, su salón y su cocina, donde, por otra parte, cada uno pone de su parte en la organización y el funcionamiento comunes según sean sus capacidades y su nivel de independencia y donde es mayor la posibilidad de interactuar, de ayudarse mutuamente, de llevar a cabo actividades coincidentes y de poner en marcha iniciativas de los propios usuarios. 

Es un nuevo modelo y, de alguna forma, es una revolución en ese ámbito institucionalizado de las residencias y los centros de día. Las personas no están en sus casas porque necesitan atenciones y ayudas, pero tampoco sienten esa 'soledad acompañada' propia de los espacios donde es mucha y diversa la demanda y justa y limitada la atención que se puede dar. Tampoco se trata de dejar solos a los usuarios y que entre ellos se las apañen para asegurarse el alimento, la dispensa de los medicamentos, la higiene, el ejercicio o las actividades cognitivas y recreativas. Las unidades de convivencia están atendidas por profesionales y, además, no son inmuebles aislados. Se ubican dentro de las residencias, de hecho, se ha establecido una línea específica de ayudas para la transformación de estas y su conversión en una suma de las citadas unidades, y tienen todos los servicios y apoyos del propio centro, con la ventaja, a mayores, de mantener cierta autonomía e independencia. Y, dado que las necesidades de los usuarios son cambiantes, se adaptan a medida que va pasando el tiempo.

 En estos momentos, en la provincia hay 329 personas mayores y dependientes compartiendo sus días en un total de 22 unidades de convivencia. Funcionan tanto en residencias públicas, como la Puente de Hierro dependiente de la Gerencia de Servicios Sociales de la Junta de Castilla y León, como privadas, caso del centro Hermanas Hospitalarias de la capital y Tercera Actividad de la Fundación Santa María la Real de Aguilar de Campoo, entre otras, y están ubicadas, además de en esta última localidad, en Palencia, Fuentes de Valdepero, Guardo, Venta de Baños, Salinas de Pisuerga, Carrión de los Condes y Villalobón. 

Sus responsables coinciden en hablar de la exigencia que comporta adaptarlas a las diversas necesidades de los usuarios, pero subrayan que el camino pasa por centrar la atención en la persona y así lo contempla el proyecto de ley aprobado por el Consejo de Gobierno de Castilla y León a finales de agosto y que está pendiente de ratificación en las Cortes regionales.