Poco a poco se van despejando incógnitas antes de que comience la XV Legislatura, que son esenciales. El PP ha certificado que su líder, Alberto Núñez Feijóo, no hará "un Rajoy" y no declinará presentarse como candidato a la presidencia del Gobierno si el rey Felipe VI le propone para ello. Amarrados los apoyos de 172 diputados, a sólo cuatro de la mayoría absoluta, el PP considera que su candidato está más que cualificado para ese asalto después de haber sido el ganador de las elecciones. Es posible que el propio rey haya recibido con alivio esa noticia por cuanto tiene ya argumentos de sobra para encargarle la formación de gobierno al presidente de los populares y que Pedro Sánchez pase a ser la segunda opción en el caso de que fracase, lo que también casa con la estrategia del líder socialista de hacer ver que quien gobierna en un régimen parlamentario es quien consigue más votos en el Congreso.
Con el apoyo de 172 diputados, Feijóo se puede dirigir directamente al fracaso. La posibilidad de recabar los votos del PNV parece cercenada por ahora, y el recurso a "algunos socialistas buenos" parece impensable, aunque habrá quien asista a la votación de investidura con el corazón en un puño, porque de tránsfugas a su servicio el PP sabe algo. Si Feijóo no alcanza a vivir en La Moncloa y, por el contrario, vuelve a lograrlo Pedro Sánchez, con el apoyo imprescindible de todos los independentistas catalanes, el PP ya tendrá los mimbres para armar el cesto de una legislatura crispada que hará lo posible para que tenga la duración más corta posible, quizá con la inestimable ayuda de los socios de Sánchez, que ya se quejan del pasotismo del PSOE a la hora de realizar propuestas para reeditar el gobierno de coalición.
Será, como ha dicho el presidente de la Junta de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, "una legislatura en el filo de la navaja" por la dependencia de los independentistas y sobre todo de un prófugo de la justicia, Carles Puigdemont, pero esa ha sido la decisión "diabólica" de los ciudadanos con la que armar el puzzle. A Page le gustaría que se impusiera el "sentido común", pero no ha explicado en qué consiste y si está proponiendo una gran coalición que los populares no ofrecieron allí donde perdieron y forjaron pactos de perdedores con Vox.
Que aquí cada partido juega sus bazas, incluso de forma interesada y mueve todos sus alfiles para entorpecer los pactos en los que debe entrar en juego el partido de Carles Puigdemont y él mismo, no es ninguna novedad. Dos magistrados del Tribunal Constitucional que ocupan sus cargos a propuesta del Partido Popular integrantes de la Sala de Vacaciones compuesta por tres miembros, y en la que por tanto eran mayoría, han inadmitido el recurso de amparo de Puigdemont y el exconseller Toni Comín por la última orden de detención dictada en su contra, cuando este asunto normalmente se trata en el pleno del TC. La maniobra es tan burda que tendrá un recorrido corto, pero es una muestra de que todo vale para hacer descarrilar unas conversaciones que no tienen garantizado un final acordado y pueden desembocar en la celebración de nuevas elecciones, la esperanza del PP.