Campanas

Fernando Pastor
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El toque avisando del fallecimiento de algún vecino se denomina clamor y es diferente si la persona fallecida es adulta o infante, diferencia que abarca toda la liturgia, incluidos el cántico y la vestimenta del sacerdote.

Baltanás y Soto de Cerrato

Las campanas tienen una gran importancia en la vida cotidiana de los núcleos rurales, como es el caso del Cerrato. Conforman un medio de comunicación colectivo, con un toque específico para cada finalidad. 

Según el sonido los vecinos ya saben el mensaje que trasmite: llamada a la oración (a misa, a maitines, al rosario, al Ángelus, a procesión, al miserere, etc.), a sacramentos (bodas y bautizos), a rebato (por fuego o cualquier otra alerta), a vísperas (la tarde anterior a alguna fiesta señalada), a fiesta (volteo continuo), a gloria (rápido y alegre, por acontecimientos relevantes), a perdido (para orientar en la noche, en la niebla, tras una nevada…), toque de ánimas, de difuntos (lento y sobrecogedor), para avisar de la llegada del cobrador de la contribución, para anunciar acontecimientos sociales relevantes, etc. 

El toque avisando del fallecimiento de algún vecino se denomina clamor y es diferente si la persona fallecida es adulta o infante, diferencia que abarca toda la liturgia, incluidos el cántico y la vestimenta del sacerdote. En el caso de los niños (murieron muchos en las épocas de epidemias) a veces se tocaba a gloria con el esquilín, o en Baltanás con las Pascualejas (campanas pequeñas). En Soto de Cerrato también tocaban el esquilín en los bautizos, pero con un sonido diferente, más rápido.

Baltanás y Soto de CerratoBaltanás y Soto de CerratoEn localidades como Castrillo de Don Juan o en Villahán si el fallecido era hombre tocaban tres clamores y si era mujer solamente dos. 

En Renedo de Esgueva había tres tipos de clamores: sencillo, semidoble y doble, con dos, tres y cuatro campanas respectivamente. 

En Hérmedes Cerrato cuando había algún funeral se tocaban las campanas tirando de una cuerda. Lo hacían los chicos, y los más mayores no dejaban tocar a los más pequeños. A veces ataban unas campanas a otras o con bufandas para que un solo chico pudiera tocar dos campanas a la vez.

Al margen de los fallecimientos, especial relevancia tenía el toque de campanas durante el mes de noviembre, considerado el mes de las ánimas. En Palenzuela tocaban ya desde el último día de octubre, víspera de la festividad de Todos los Santos, y los mozos del pueblo lo celebraban comiendo palomas.

En Valoria la Buena los jóvenes se turnaban para doblar las campanas el 1 de noviembre ininterrumpidamente, día y noche, en recuerdo de los difuntos.

José Luis Alonso Ponga, famoso antropólogo afincado en Renedo de Esgueva, cuenta que siendo la agricultura la principal actividad económica, una orden del arzobispo de Valladolid en 1787 instaba a tocar el Ave María para proteger los frutos. Se hacía de madrugada, a la hora en que comenzaban los trabajos agrícolas y  a la salida de los animales al pasto. 

Con el toque a rebato, para avisar de un fuego, se despertaron los vecinos de Villavaquerín de Cerrato a las 2 de una mañana del año 1961. Estaba ardiendo el edificio del Ayuntamiento. Al parecer de forma intencionada, para hacer desparecer documentación contraria a los intereses de alguien. 

Cuando tocaban a fiesta podía ocurrir que el volteo continuo las hiciera repicar de forma ensordecedora, o que por el contrario no sonara nada pues a veces el volteo era tan rápido que no daba tiempo a que el badajo chocara contra el metal pues antes del choque ya estaba girando para el lado contrario.  

También hacían las campanas funciones de reloj, señalando no solamente las horas sino también los momentos claves del día: al alba (tocando a maitines para que los vecinos comenzaran sus tareas), al mediodía y al final de la jornada para que se recogieran y comenzaran la oración. 

Otra finalidad del toque de campañas era convocar a Concejo. En Castrillo Tejeriego el Concejo lo formaban todos los vecinos varones mayores de edad y se reunía al son de campana tañida en los soportales de la iglesia o en el cementerio anejo, según el investigador Alfonso de la Fuente Sancho. 

En Antigüedad sucedía algo muy similar, según cuenta Alejandro Barcenilla Mena en su libro Antigüedad, la larga marcha de aldea a Villa, hasta que en 1573 se adquirió el local para las reuniones concejiles.

En Valdecañas de Cerrato, una de las soberanías en la que el poder de la comunidad emanaba del pueblo y los alcaldes se elegían democráticamente, las asambleas solían celebrarse en los atrios exteriores de las iglesias o plaza pública, «estando ayuntados a campana repicada según lo habemos por uso e costumbre de nos ayuntar», según dice textualmente un acta concejil. 

En Hornillos de Cerrato también hay constancia documental, en un acta concejil de 8 de septiembre de 1366 que comienza así: «El concejo de Forniellos, ajuntados por el tañido de la campana según costumbre del lugar...( )».