Torquemada: ¡Abran paso al cortejo real!

Rubén Abad
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La localidad recrea la entrada de la reina Juana I de Castilla por el puente de 25 ojos y el alumbramiento de Catalina de Austria

Torquemada: ¡Abran paso al cortejo real! - Foto: Sara Muniosguren

Torquemada, Nochebuena de 1506. Habían transcurrido ya tres meses desde el fallecimiento en la  ciudad de Burgos del rey Felipe Ide Castilla (El Hermoso), pero la reina Juana I de Castilla (La Loca) seguía en sus trece de conducir el féretro de su esposo hasta Granada en un cortejo fúnebre que recorrió la península de norte a sur.

Los vecinos de la época estaban en plenas celebraciones navideñas cuando aquella comitiva hizo su entrada en la localidad por su famoso puente de 25 ojos sobre el río Pisuerga. ¡Abran paso al cortejo real! debió escucharse en aquel momento en un pueblo en el que la reina parecía sentirse muy a gusto, pues allí permaneció por espacio de más de tres meses, hasta que un brote de peste precipitó que continuara su viaje hasta tierras andaluzas.

«Durante su estancia en Torquemada, el féretro del monarca permaneció en Santa Eulalia, donde la reina impedía la entrada a cualquier mujer», explicaba el sábado el alcalde, Jorge Martínez, quien recordaba que como testigo fehaciente de aquel relevante acontecimiento histórico aún se puede observar la pared ennegrecida por las velas en el lugar del templo en el que se depositó el cadáver.
Pero no todo fueron desgracias para Juana durante su estancia en Torquemada. En este tiempo dio a luz a su hija Catalina de Austria, futura reina consorte de Portugal, que fue bautizada en el pueblo por otro personaje ilustre de la época, el cardenal Cisneros.

Torquemada: ¡Abran paso al cortejo real!Torquemada: ¡Abran paso al cortejo real! - Foto: Sara Muniosguren

De todos estos hechos dieron buena cuenta en la noche del sábado las decenas de vecinos y visitantes que asistieron a la XIVEscenificación de la Llegada del Cortejo Fúnebre. Un teatro de calle que repasó con acierto y de una forma didáctica todos estos episodios con una cuidada puesta en escena, en la que personajes y gran parte del público lució indumentaria de la época.

La entrada se hizo a través del puente, iluminados tan solo con antorchas, a imagen y semejanza de lo que ocurrió allá por el sigo XVI. De allí pasaron a Santa Eulalia, donde se recreó el nacimiento de Catalina (el papel lo encarna siempre un niño nacido en el pueblo ese año) y, ya en la plaza de España, los vecinos despidieron a la reina y se escuchó una breve narración sobre la vida de su hija, la torquemadina más universal.

 «La gente que viene a ver la representación nos anima a mantenerla, porque es una forma de contar la historia del pueblo de una forma diferente y amena a través del teatro», concluyó el primer edil.