Un ilustrador palentino se convierte en icono de la MTV en Estados Unidos

diariopalentino.es
-

Carlos Rodríguez. El joven artista logra que una imagen suya sea la plataforma para promocionar la serie 'Teen Wolf' en todo el mundo

Times Square. Nueva York. Finales de junio. Miles de personas acuden a diario a uno de los lugares más visitados de la ciudad más cosmopolita del mundo. Esta intersección situada en la esquina de Broadway con la Séptima Avenida es como un imán. Se ha convertido en un icono mundial y símbolo de la ciudad que nunca duerme.

No duerme porque miles de rostros anónimos dibujan imaginarios caminos en un ir y venir continuo, cuales hormigas que en un aparente desorden circulan a un ritmo constante.

Muchos de esos anónimos viandantes tratan de captar con sus modernas cámaras fotográficas el momento, esa milésima de segundo que les permita inmortalizar su presencia en Nueva York, esa fracción del tiempo donde quede reflejado el bullir de la Gran Manzana.

A esta manzana le acaba de dar un enorme mordisco un joven palentino.

Carlos Rodríguez aún está saboreando ese bocado. A sus apenas 22 años, este ilustrador (o mejor creador) todavía no ha digerido del todo que una de sus obras se haya convertido en el icono, en la imagen de referencia de una de las series más exitosas de la MTV americana, Teen Wolf, que la cadena ha escogido entre las propuestas de decenas de artistas de todo el mundo.

La quinta temporada de esta producción estadounidense tiene como tarjeta de presentación una imagen de Rodríguez: la que hoy puede verse en los carteles oficiales y los perfiles de redes sociales de esta serie adolescente de intrigas y terror, y que ha protagonizado una exposición en Manhattan junto con las ilustraciones de los otros artistas invitados.

«Aún trato de asimilar todo lo que está ocurriendo a mi alrededor», reconoce este joven creador, que, recién concluidos sus estudios de Técnico Superior en Ilustración en Madrid, ha dado el salto, el gran salto, y ha entrado por la puerta grande en la meca de los artistas. «Cuando me propusieron crear la imagen de la serie, no me planteé la repercusión que podría tener. Simplemente traté de hacerlo lo mejor posible», asegura con una naturalidad pasmosa.

Carlos no se da un ápice de importancia. Es más, se la resta. Se limita a repetir, casi como si de un ceremonial se tratara, que él se dedica a dibujar, a transmitir a través de sus dibujos. En tres semanas cerró su propuesta. «Me dieron varias directrices, pero al mismo tiempo libertad, lo que te da más margen, no te condiciona tanto. Eres, por así decirlo, como tu propio director de arte. Para los que se dedican a crear, esa autonomía es lo que más se valora».

Este ilustrador palentino nunca se plantea qué eco tendrán sus creaciones, aunque sí va tomando conciencia de que, en ocasiones, no queda más remedio que detenerse unos minutos y hacer un viaje al interior de uno mismo para tratar de reconstruir la propia evolución.

«No está de más, en algunos momentos, mirar atrás y ver qué camino has seguido, pero no creo que sea lo fundamental...» arguye, a modo de escapatoria.

 Porque Carlos no es demasiado amigo de los focos. Parece casi una contradicción que, tras su apariencia marcada por una timidez casi abrumadora, se esconda un volcán creativo.

Carlos escapa de la palabra protagonismo. Él prefiere hablar con la acuarela, una técnica que maneja con maestría. No entra en su decálogo convertirse en el protagonista. Quienes deben hablar son sus imágenes. Y, de momento, parece que su discurso ha calado hondo a miles de kilómetros en ese selecto grupo de directores creativos de la MTV que, tras analizar un buen número de bocetos, vieron en este joven palentino el vehículo perfecto para promocionar Teen Wolf.

Su ilustración de un joven gritando con las venas henchidas de sangre negra les impactó.

Les pareció que iba como anillo al dedo para la presentación en sociedad de su último producto.

Por eso, cuando se le plantea si no le da vértigo haber convencido a la MTV de que su imagen era la adecuada para lanzar a nivel mundial la quinta temporada de esta serie con millones de espectadores, se limita a sonreír, bajar la mirada y escabullirse... a su manera.

«Te entran escalofríos, sí, pero al minuto te das cuenta de que es un trabajo. Yo fui consciente de que esto iba en serio cuando recibí un mail en el que se contemplaban una serie de cláusulas de confidencialidad. Dije: ¡esto es gordo!».

Tan gordo como que, cuando le enviaron una imagen de Times Square, con su creación en una de las pantallas gigantes, tardó varios segundos en interiorizar lo que eso suponía. «En ese momento, lo que piensas es que has logrado dar visibilidad a tu trabajo, poco más», sentencia.

Un trabajo que los norteamericanos, de quienes destaca su control milimétrico de los tiempos, han considerado que era el mejor «para lo que querían».

¿Y ahora qué? «A continuar peleando, porque en este mundo la competencia es muy elevada. A seguir», apostilla.

Seguir. Un verbo que conjuga en presente (colabora con El Mundo con ilustraciones para el diario y su suplemento cultural Metrópoli) y en pasado: ha trabajado para medios asiáticos como MilkX (Hong Kong) y ha sido el artista encargado de ilustrar el libro Sorolla, ¡Estate quieto!, un cuento para niños con texto de Paco Climent publicado por TF Editores en el que, imitando el estilo del gran pintor impresionista, Carlos acerca su obra al público infantil.

Por su cabeza bullen decenas de ideas. Crear es innato para Carlos, que desde la capital de España confía en continuar creciendo.

Su currículum engorda a una velocidad de vértigo.

Quienes apuestan por él, lo hacen a sabiendas de que hay algo que le diferencia del resto.

Transmite a través de sus creaciones algo que invita al espectador a ir más allá de la mera contemplación.

Es fácil caer en lo pretencioso, en lo manido, en, llegados a cierto punto, perder la perspectiva de qué hay más allá de uno mismo... Pero Carlos no lo hace, y logra pintar con maestría sin perder su sencillez natural.

Él intenta comunicar, sin más, con originales creaciones donde lanza su propio mensaje y, lo que es más importante, trata de ser él mismo... Que no es poco.