Juanma Terceño

El hecho gastronómico

Juanma Terceño


Enoturismo irresponsable

20/09/2023

El pasado fin de semana acudí a comer a una bodega en Toro, y salí bastante frustrado comprobando lo que aún nos queda por mejorar cualitativamente en el desarrollo del enoturismo.
Comedor repleto, unos 200 comensales para disfrutar de un menú cerrado acompañado de los vinos de la bodega, a un precio bastante asequible… todo parecía mostrar un éxito rotundo; comer en grandes cantidades, hasta hartarse, en una bodega, por un módico precio... Pero no hay más que observar y darse cuenta de la falta de atractivo.
Para empezar, el pan, un pan horroroso ya puesto en mesa. No es de recibo estando en Zamora. Y menos aún cuando la reposición del pan ya se hacía con un candeal, como si la intención fuera primero llenar el buche con la morralla y a continuación presentar el pan bueno.
Curiosa anécdota al pedir vinos blancos, la de comunicar que estos no están incluidos en el menú, que van aparte. Opción de dos vinos, un Verdejo y un Malvasía. Le pregunto al personal si el Malvasía es seco o dulce y, tras poner cara de asombro y quedarse en blanco, me responden titubeando que el Malvasía es… ¡blanco! Por favor, ¡al menos al personal una mínima formación para que sepan lo que están trayendo a la mesa y lo que se hace en esa bodega!
Por otro lado, las recetas más tradicionales, en un sitio receptor de turismo, hay que bordarlas. Probé las patatas a la importancia más sosas y con menos gracia que he comido nunca, y un arroz a la zamorana en el que aparecían unos pocos trozos de chorizo, algo de carne de lomo de cerdo, pero ni panceta, ni jamón, ni otros ingredientes esenciales de esta receta tan característica.
Puedo sumar otros muchos detalles, como la calidad de la cristalería, el mal servicio del vino, el mantener los mismos cubiertos durante toda la comida, el postre… pero creo que ya se harán a la idea.
Es una responsabilidad cuidar la cultura enogastronómica local en estos espacios, deben mostrar mucho más respeto a la historia, tradiciones y arraigo. No supone un gran esfuerzo, y el papel de embajadores que deben tener esos lugares es fundamental. De otra manera, la batalla con las franquicias está perdida, y abandonamos la cultura, la identidad y la personalidad de los territorios. Así vamos muy mal.