«Ya de niño quería ser artista; y lo he sido»

Rubén Abad
-

Ha vivido épocas buenas y malas porque el trabajo de un cantante poco o nada tiene que ver con uno convencional, de los de ocho horas, nómina y un mes de vacaciones. Pese a todo, no se arrepiente

«Ya de niño quería ser artista; y lo he sido» - Foto: Óscar Navarro

Nació en el barrio de La Puebla, en la calle Estrada, el 24 de junio de 1949. Ayer mismo cumplió los 74 y confiesa que vive tranquilo con su mujer, Rosita, dedicando tiempo a la lectura y al ordenador, que le entretiene durante horas en distintos campos, sobre todo en el de la heráldica. Confecciona power points de los apellidos. «Hay historia, actualización, algo de fantasía y un poco de imaginación; empecé por casualidad y me enganchó tanto que ya tengo diez tomos digitales», explica. 

También sale a la calle y se relaciona con sus paisanos, al tiempo que niega que su ciudad natal se le venga encima. «He recorrido tantos kilómetros que ahora mi goce es estar en casa», asegura. Padre de tres hijas y abuelo de dos nietas -de 11 y casi 5 años- y un nieto -de 8-, se mueve con cierta frecuencia para ir a visitarlos a Galicia o a Cataluña.

RARO, MODERNO, DISTINTO

Juan José Gómez es Willy y le debe el sobrenombre, como casi todo en la vida, a la música. Aquel niño del barrio de La Puebla, primogénito de un contable y una ama de casa, echa la vista atrás y cuenta que era, o quizá así se sentía él, «moderno, raro, distinto a los compañeros del colegio por como vestía y me peinaba».  Es el mismo que parecía no encajar en los sueños profesionales de los otros porque ni aspiraba a ser médico ni soñaba con ser bombero, capitán de barco o profesor. 

«Ya de niño quería ser artista y, al final, lo he sido de vocación y profesión; he hecho lo que me gustaba y he disfrutado con ello», confiesa.

Desde los primeros escarceos en el colegio al temprano alquiler de una sala, que decoró, ambientó y acondicionó con sus amigos. Allí hacían música y comprobaron que la gente iba y que gustaba lo que hacían, casi sin saber nada de aquel complicado mundo del sonido y la armonía. Tampoco conocían el inglés, pero les gustaba escucharlo.

Su primer conjunto se llamó Los Búhos. Corría el año 1965 y nuestro protagonista tenía solo 16. «Los Iber's y Los Sellos ya estaban dando guerra; un día fuimos a un concierto de los primeros en La Salle, nos gustó lo que vimos y decidimos que también nosotros íbamos a intentarlo, pero nuestros nombres de pila eran tan españoles y tan normales, que tuvimos que cambiarlos por otros más británicos, y así nació Willy». 

Ensayaban en la tercera planta de una vaquería, pero pronto tuvieron que dejarlo porque estresaban a los animales, así que no les quedó más remedio que devolver los instrumentos. «A nuestros padres y al resto de la gente mayor no les gustaban los ye-yés y aquello no tenía pinta de prosperar, pero a mí ya se me había metido dentro el gusanillo de ser una rock and roll star y llevaba melena y vestía los atuendos apropiados -un día llegaron a tirarme piedras-; así que cuando mis amigos dejaron el grupo, decidí irme a Barcelona, que era donde estaba la movida», comenta. Su padre le dio 500 pesetas para ir tirando, se metió en el piso de una tía suya y empezó a buscar un trabajo. Vio que se necesitaba un cantante y se apuntó. Le dijeron que no lo hacía mal, pero que tenía que mejorar su estilo porque era pachanguero.

*Más información en la edición impresa y en la app de Diario Palentino.