Jose Luis Ibarlucea

Jose Luis Ibarlucea


¿Enfermedad o traición?

03/11/2023

EDGARD ALLAN POE, en un cuento titulado El hombre de la multitud, observa que entre el gentío que se mueve por las calles de Londres, hay un transeúnte que le llama la atención. Se levanta de la mesa del bar y lo sigue durante un día y una noche. Deambula sin una dirección determinada, se muestra tranquilo entre la gente y apresurado e inquieto cuando ésta le falta a su alrededor. Cuando esto sucede se desazona y aturde. Este solitario no tiene propiedades, pero entre la multitud se reviste de ellas: «Precaución, codicia, frialdad de corazón, maldad, sed de sangre, triunfo, alegría, desesperación…». Al final concluye: «Este viejo… No quiere permanecer solo. Es el hombre entre la multitud».
Este hombre sin cualidades que solo las adquiere cuando se mueve en el enjambre humano se cohesiona diariamente mediante la imitación (como nos había dicho G. TARDE en su libro Las leyes de la imitación). Es más fácil imitar que ser original. La ley de la inercia nos evita el esfuerzo de la creatividad. Dentro del hormiguero social nos comparamos para encontrar nuestras cualidades y poder generar normas y orientaciones. Esto se realiza mediante una especie de pantalla de observación que hay en la sociedad en la que se reflejan cuantificadas estadísticamente las mentalidades, las costumbres, las opiniones, las conductas… El individuo se puede localizar fácilmente mirando en la pantalla. En ella, la pregunta ¿quién soy yo? converge con ¿dónde estoy yo? El individuo responde mirando en internet y adhiriéndose al grupo con el que cree identificarse; a sus estándares de vida, a sus opiniones y persuasiones. De esta forma encuentra una orientación vital que sólo lograría si tuviera reflexión personal. Su autopercepción está mediada por las redes sociales. El mundo de la vida (Lebenswelt) de donde surgía el sentido ha saltado por los aires.
En este mar lleno de niebla y de gentío pescan las campañas publicitarias y las ideologías. En este contexto, las abejas de cristal adquieren nuevos colores para que, si es necesario, vayan en contra de sus intereses vitales. Entre la multitud se terminan perdiendo a sí mismas y adquiriendo la cualidad: ¿de la enfermedad o de la traición?

ARCHIVADO EN: Londres, Leyes