Tras sufrir una doble infección vírica, una mononucleosis y una fiebre Q, Laia Sanz afronta la próxima edición del rally Dakar, su novena participación en la prueba, con mucha cautela y después de «tres meses de sofá y cama» admite que no llega a la prueba con la mejor preparación, pero que lo intentará suplir con motivación.
En 2018, Sanz ha tenido unos cuantos problemas de salud que le han mantenido inactiva. No ha podido entrenar la cita ni participar en el rally de Marruecos, ni tampoco tomar parte en los entrenamientos colectivos que KTM, su equipo, preparó en Abu Dabi.
De hecho, hasta hace tres semanas, su participación en Perú estaba en entredicho. Empezó a sentirse bien hace 15 días y comenzó a entrenar hace poco. «Tenía la moto en el garaje y no la podía utilizar. He ido a contrarreloj, no ha sido fácil volver a entrenar», aseguró ayer.
«Poco a poco me he sentido mucho mejor, pero he pasado meses muy malos. En los últimos días me he vuelto a sentir deportista. Lo peor ha sido que todo esto me haya ocurrido a finales de año. Es que no podía ni hacer vida normal», insistió.
Además, admite que en estas condiciones físicas no puede ser ambiciosa. También comenta que el recorrido de la prueba tampoco le beneficia. «Para afrontar un Dakar tienes que estar al 200 por 100. Veremos cómo me encuentro, la motivación me ayudará mucho», añadió.
Gimnasio. Laia Sanz ha tenido que hacer mucho trabajo de recuperación en el gimnasio: «Han sido meses de médicos, de sufrir mucho. Las cosas han venido así, esperemos pasar lo mejor posible».