Triunfo de fe y polémica del Atlético

Iñaki Dufour (EFE)
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2
Atlético de Madrid
1
Real Sociedad
Griezmann le da la victoria al conjunto colchonero justo cuando más sufría en el partido contra la Real

Triunfo de fe del Atlético - Foto: SERGIO PEREZ

Desfondado por las lesiones, por la acumulación de partidos, por la insoportable carga de minutos en muchos de sus futbolistas, el Atlético de Madrid sometió a la Real Sociedad mientras le duró la fuerza, hasta mediado el segundo tiempo, cuando su oponente reaccionó con el 1-1 de Oyarzabal, pero del que se rehizo después, con un penalti transformado por Antoine Griezmann al borde del final para restablecer la victoria (2-1).

Un triunfo agónico, en el minuto 89 por la mano de Carlos Fernández sobre un disparo del propio internacional francés, cuando menos lo esperaba el conjunto rojiblanco, mejor durante una hora que su adversario, peor después y, de repente, ganador entre su visible fatiga para tomar rumbo al parón de selecciones con cinco triunfos consecutivos, cuatro de ellos en LaLiga. Y una racha de catorce en el Metropolitano, que lo lanza hacia arriba.

Un giro de guion final para el Atlético y para la Real Sociedad, que también reclamó un penalti por una mano de Álvaro Morata, aún con 1-0 en contra, que el árbitro, Munuera Montero, no percibió para la pena máxima, y que se dejó su racha de cuatro triunfos seguidos, tres en el campeonato, cuando se sentía más armado, más fuerte, que el equipo rojiblanco, cuyo desgaste dimensiona aún más un triunfo de este calibre.

Primero golpeó el Atlético. Tenía claro por dónde atacar. En su análisis detectó el punto débil del lateral derecho. De Traoré. Y ahí incidió en cuanto tuvo ocasión. Siempre amenazante Lino, era el sector a explorar más decididamente. La jugada no tuvo mucha parafernalia: un simple saque de banda en su campo a Koke, que la controló, se la acomodó en su territorio. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis toques... Y el pase largo. Perfecto.

Ya había iniciado la carrera Samuel Lino a la espalda de Traoré. Su gran control con la derecha, orientado en su carrera, hizo el resto para proponer el pulso contra Remiro que no fue tal porque el extremo brasileño tiró inmediatamente después con la izquierda para batir al guardameta y a la Real Sociedad, desnudada entonces sin intuirlo. Con una eficacia total. Era el minuto 22. Preparación, velocidad, precisión y definición. Todo concentrado.

Un éxito en el estudio del partido, como también lo fue la forma en que se aplicó para que no pasara nada, absolutamente nada, cuando la Real Sociedad sostuvo el balón durante todo el primer tramo. Para que ni Kubo ni Barrenetxea, tampoco Mikel Oyarzabal, hicieran nada. El extremo japonés apenas desbordó a nadie, entre el sistema de ayudas con De Paul, el despliegue de Lino, determinante ofensivamente, firme atrás, completo en cada misión, y las coberturas y el oportunismo de Hermoso, seguro en cada pugna y en cada cruce.

Salvo a los 18 segundos, cuando el Metropolitano enmudeció de repente, porque los primeros cuatro toques de la Real Sociedad desde el saque de centro terminaron adentro de la portería de Jan Oblak, aunque lo hizo Oyarzabal en fuera de juego, y la última jugada del primer tiempo, la única vez Kubo vislumbró el espacio y puso el centro al atacante, cuyo cabezazo se fue alto, el equipo visitante apenas inquietó al Atlético en el primer tiempo. Nunca fue más allá. No se vio a Zubimendi. Ni a Merino. Vigilados todos, apagados por la estructura local.

Entre uno y otro instante, aparte del gol y una sucesión de pases sin destino del equipo blanquiazul, bien cerrado por el Atlético, obstruido por el repliegue rojiblanco, el Atlético siempre leyó mucho mejor el partido. Qué tenía que hacer y cómo debía hacerlo. No se fue al descanso con más ventaja, porque Griezmann no golpeó del todo el balón en un fantástico pase de De Paul o porque el palo se interpuso en la rosca del argentino después.

La Real sólo había tirado una vez entonces, al cierre del primer tiempo. Y ni siquiera entre los tres palos. Mucho mérito del Atlético, que redujo a una expresión mínima a su rival, que venía de una serie de actuaciones imponentes, sobre todo en los primeros tiempos. En el Santiago Bernabéu contra el Real Madrid, con el Inter en casa, con el Salzburgo el pasado martes en la Liga de Campeones... A años luz se quedó hasta entonces en el Metropolitano.

En el primer acto. No en el segundo, por mucho que empezó con otro remate al poste de Witsel, en una falta lanzada por Griezmann. Otro aviso más para la Real Sociedad. Otra señal más de que el partido iba por donde quería el Atlético. Hasta entonces. A la espera de qué era capaz el conjunto donostiarra, que lanzó un tiro por medio de Brais Méndez, nada del otro mundo, atrapado sin sobresaltos por Oblak. Ya bordeaba el duelo la hora de juego.

Calma tensa. Notaba ya el Atlético el desgaste. Medía cada esfuerzo. Y a la Real le sobra también talento. Tiene jugadores diferenciales, como Oyarzabal, reaparecido con un control, una media vuelta y un zapatazo con la derecha que hizo temblar la portería, la grada, al equipo rojiblanco y a Simeone cuando impactó en el poste. Un susto.

Aún más lo fue cuando el árbitro, Munuera Montero, acudió de pronto al VAR, sin que nadie hubiera anticipado el porqué. Era una mano de Morata, en un cabezazo de Brais Méndez que terminó mansamente en Oblak. Lo vio en el monitor durante casi un minuto, repetición a repetición. No lo consideró penalti. Se lamentó la Real. Sintió alivio el Atlético.

Pero también era ya una seria advertencia. El paso de los minutos consolidó a la Real Sociedad con el balón. Ya sin Kubo, cambiado en la intrascendencia de su encuentro. También, instante a instante, más presente en torno al área de Oblak. Tocaba resistencia al equipo rojiblanco, resguardado como muchos tramos antes, pero descubierto de repente a un contragolpe, con Oyarzabal solo en la carrera frente al portero. No falló. El pase fue de Carlos Fernández. Medio gol en esa acción, que señaló antes a Molina, sin contundencia.

Era el minuto 73. Y la tendencia ya acompañaba a la Real Sociedad, pero el fútbol es imprevisible, tanto o más que el Atlético, que, de pronto, creó una ocasión de Riquelme y otra de Griezmann, cuyo tiro dentro del área lo frenó con el brazo Carlos Fernández, de espaldas. Era un disparo directo a gol o a la estirada de Remiro. Penalti. Griezmann lo transformó con la izquierda para desatar la victoria. Apoteosis del Metropolitano.