Hay liga... y el Girona la quiere

Diego Izco
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Solo Bellingham y Rodrygo sostienen al Madrid. El Atlético da finalmente señales de debilidad. El Barça no cuaja tres buenos partidos seguidos. El líder ofrece la precisión que corona al campeón

Hay liga... y el Girona la quiere - Foto: Siu Wu

Las crónicas de aquel 'milagro' del Leicester en la Premier 15/16 se van calcando. Primero fue la negación: «Es imposible que aguante». Después, la incredulidad: «¡Aguanta!». Finalmente, el título. Quedan muchos puntos, pero es imposible abstraerse a que el Girona quiere este título. El 2-4 del Camp Nou es un golpe de autoridad sobresaliente a esta Liga que iba a ser 'previsible a dos bandas', que luego abrió la mano al Atlético… y que, finalmente, ha creído en el 'prodigio' de los de Montilivi. 

El único

Pinchó el Madrid donde solo Bellingham y Rodrygo han decidido ser regulares, el colista atropelló al Atlético en la segunda mitad (le salvó el 2-0 que tenía de renta) y el Barça fue un desastre. En un torneo donde se exigen regularidad y fiabilidad, solo los de Míchel lo están demostrando.

Récord

La proyección de este plantel es de 97 puntos a final de Liga. Una barbaridad. Casi ciencia ficción: una cifra que solo los dos 'gigantes' lograron gracias al concurso de los dos grandes 'titanes' en la historia del torneo, Messi y Cristiano. Ahora los 'colosos' son tipos normales. Futbolistas modestos que han tocado el pico de su carrera, como en su día hicieron los Kanté, Mahrez o Vardy sin que nadie los esperase. 

A lo Ranieri

Hace apenas dos años y dos meses, el 22 de octubre de 2021, el cuadro catalán ocupaba puestos de descenso en Segunda División. No ha habido grandes revoluciones, sino fe en un proyecto. Ni el más optimista de quienes lo diseñaron esperaba este resultado. Y sin embargo, ha pasado. «Ya le he dicho a Xavi que la presión que tiene él cada partido, nosotros no», dijo Míchel, aquel entrenador silbado en octubre de 2021 a quien confiaron la nave cuando todo parecían agujeros: que todos crean en su idea, por rematadamente loca que parezca, es la clave. Tiene la 'mirada-Ranieri', la de una buena persona a la que un día, y no por casualidad, le sonríe la vida.