Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


Se constata: en España, lo anormal es lo normal

14/10/2023

Este viernes, día en el que millones de españoles se encontraban -aún se encuentran- disfrutando de este tradicional 'puente' otoñal, se consumaba la imagen de lo inédito, o sea, lo anormal, certificando que en España la anormalidad (o lo desacostumbrado) es lo más normal: ahí estaba Pedro Sánchez, reuniéndose en el Congreso con las representantes parlamentarias de Junts, Miriam Nogueras, y Bildu, Mertxe Aizpurua, que encarnan a dos formaciones imprescindibles para que él, el presidente del Gobierno en funciones, siga habitando el palacio de La Moncloa.
Claro, ni HB ni Junts estuvieron el día anterior en el palacio de Oriente, celebrando la fiesta nacional, que no es la suya, y la consolidación de lo que podríamos llamar 'leonormanía' como apuesta de futuro, que no es el que ellos pretenden. Ni presumiblemente estarán, ni esas dos formaciones ni otras que apoyan la investidura de Sánchez, en el gran acto institucional de la jura de la Constitución por la Princesa de Asturias el último día de este mes. Todo bastante lejos de lo que debería ser la normalidad democrática ¿no?
En los salones alegres y confiados del palacio real, donde el drama de Oriente Medio, o el de Ucrania, estaban tan ausentes, se respiraba el jueves, entre canapé y canapé, una certeza: Sánchez logrará su investidura. Será ya entrado noviembre, y el prófugo de Waterloo, que era el nombre que sobrevolaba, qué curioso, sobre la real plaza de Oriente, presumiblemente ablandará sus exigentes posiciones tras lograr su objetivo principal. O sea, poder regresar sin trabas a Cataluña y entonar su 'ja soc aquí', como Tarradellas hizo, en circunstancias muy diferentes, hace nada menos que 46 años. Aquel día, de la mano de Adolfo Suárez y de una generación política que elaboró la Transición, se instauraba una normalidad democrática que hoy, junto con la propia idea del 'espíritu del 78', ha saltado por los aires.
Allí, en el recinto donde se celebra la fiesta nacional con ausencias tan notables como las que van a hacer muy probablemente posible el próximo Gobierno de España (o sea, el mismo que hasta ahora pero sin Irene Montero), todos especulaban sobre la amnistía y su alcance, y los periodistas alcanzamos a preguntárselo al presidente en funciones, que por cierto está menos en funciones que nunca. Pero jamás hay, desde las alturas, respuestas tajantes a las preguntas más obvias (¿llamará a Puigdemont, como hizo el miércoles con Junqueras? Quién sabe; Sánchez es un maestro de las evasivas).
Aunque otros portavoces gubernamentales expresan en público sus dudas, a casi nadie le queda la incertidumbre de que, llámase como se llame -'LEY Orgánica de la amnistía por la convivencia institucional' es la última cábala-, habrá amnistía, retornará Puigdemont de su 'exilio' y se instaurará una Legislatura en la que el resto (por ejemplo, la autodeterminación catalana) está pactado, aunque sea con alfileres: hay cosas que Sánchez no podrá conceder, so pena de que la tensión en el país suba unos cuantos grados más, haciendo inviable, simplemente imposible, la convivencia democrática, que ya está seriamente tocada, por ejemplo al grito absurdo, que habría que desterrar, de 'que te vote Txapote'. Un apodo execrable, el del asesino García Gaztelu, que debería estar excluido de toda controversia democrática.
Otra de las muchas anormalidades políticas en esta fiesta nacional fue la ausencia del primer plano de Feijoo y del PP en su conjunto. Cierto que la distribución en salones que La Zarzuela hizo con los invitados dificultaba los contactos entre periodistas y políticos, pero mi impresión es la de que el líder de la oposición ha decidido colocarse como en segundo plano, dejando a Sánchez que se abrase en su protagonismo claramente desbordado.
Me parece un error, si es que tal es la estrategia, minusvalorar la capacidad de resistencia, incluso frente a la lógica, del hombre que ha acumulado una biografía política llena de altibajos y claroscuros que quizá no tengan parangón en la historia de ningún otro país europeo en las tres últimas décadas, el vergonzoso caso de Boris Johnson excluido. Sánchez es mucho Sánchez, y lo mostró de nuevo este jueves en el palacio real, casi -casi, pero no, ni lo pretendió- opacando la presencia de la heredera de la Corona, que, tutelada por su madre, era la figura con la que todos esos integrantes de la España alegre y confiada querían, comenzando por uno mismo, fotografiarse. A doña Leonor le quedan varios días, esperemos que de gloria, en este mes de octubre. Ella debe encarnar, confiemos, la normalidad del porvenir en el país de la anormalidad. Y, si no, véase la foto de este viernes de Sánchez con Junts y ese Bildu con quien, recuerden, jamás iba a pactar, pero jamás, cuántas veces tenía que repetirlo.