Proyecto de gigantes

Elsa Ortiz
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Cerca de un centenar de visitantes a través de una iniciativa del 'CIT' y tres aventureros por cuenta propia se han impregnado del atractivo turístico de una de las obras de ingeniería hidráulica más importantes de la Ilustración

Dejarse embaucar por el Canal de Castilla es retroceder en la historia surcando más de doscientos kilómetros de uno de los sueños más ambiciosos del siglo de la Ilustración.

Castilla despuntaba entonces siendo la principal productora de cereales del país. Y la construcción de una red de caminos y canales de navegación pensados para ella fue concebida como un codicioso plan para desarrollar la economía española.

Los intelectuales confiaban en la llegada de tiempos cargados de felicidad y prosperidad de la mano de esta nueva vía de transporte que daría salida comercial a los productos de la aislada Comunidad. Tal fue la magnitud que alcanzó este propósito que terminó siendo tildado por muchos como un alocado proyecto de gigantes.  

Barcazas de madera que evolucionaron con planchas de acero y base de hormigón navegaban por las 49 esclusas que componen esta tarea de sabios. «Recibieron el nombre de Leonardescas porque se asemejaban a las que diseñó Leonardo Da Vinci para canales italianos. Algunas tenían una forma recta, mientras que en otras era ovalada. Estas últimas se deben a que unos ingenieros extranjeros observaron que de esta manera se podían cruzar dos embarcaciones», recuerda Francisco Javier Pérez, técnico de la Oficina de Turismo y del Centro de Iniciativas Turísticas (CIT) alarense. Para que no hubiese lugar a dudas, en 1842 se impuso un Código de Circulación que dictaba normas como la preferencia de la barca que circulase a contracorriente o la prohibición de navegar por las noches.

Para que este recurso alcance una mayor difusión, en el marco de la celebración de los festejos en honor a su patrón, la villa Cuna del Canal de Castilla ha dejado al descubierto, por qué fue construido y cuáles fueron sus usos. Alrededor de un centenar de personas han podido acercarse y profundizar durante más de una hora en una de las obras de ingeniería hidráulica civil más importante de la España ilustrada.

En el recorrido efectuado durante las visitas guiadas, organizadas por el CIT con la colaboración del Ayuntamiento, no se ha olvidado ningún detalle alrededor de la vía fluvial de comunicación y transporte que surgió como solución al problema de aislamiento al que estaba sometida la meseta castellano y leonesa.

«Comenzábamos desde el Nacimiento, desvelando un primer punto clave: las dos fechas que aparecen en el monolito. El año 1791 hace referencia a cuando  empieza a ser navegable el Ramal del Norte, que se inicia aquí y llega hasta Ribas de Campos. Mientras que en 1991 nuestro Canal fue declarado Bien de Interés Cultural con Categoría de Conjunto Histórico», explica Francisco Javier Pérez, encargado de conducir estas rutas.

Otro lugar del recorrido a destacar son las Mazmorras. «Con el cronista Mariano Bedoya rompí con la idea que ha acarreado la tradición, mostrando la función documental de este espacio. En pocas ocasiones se utilizaron para retener presos. Realmente, fueron tres bodegas capacitadas para una veintena de barriles cada una», confiesa el técnico.

Para introducirse aún más en las imparables aguas de esta historia, la exposición permanente del CIT y del Centro de Recepción de Visitantes permite conocer en detalle los tipos de barcas que se utilizaron y los planos de los proyectos de las infraestructuras del Canal, indagar sobre cuanto acontecía a la par de su construcción en el resto de Europa, y entender a ilustres viajeros de la época como Jovellanos, la Duquesa de Abrantes o Lady Holland.

«Tesoro sin explotar». Emulándoles y sustituyendo las enormes barcazas por canoas, José Gutiérrez, Manuel Martín y Javier Ruiz -, de Santander, Salamanca y San Sebastián-, se lanzaron a la alocada aventura del Canal de Castilla. «Salimos de Olleros con la intención de descender por el río Pisuerga. Pero nuestra primera parada en Alar del Rey nos hizo dar un giro total a los planes pues uno de sus vecinos, José Luis Asenjo, nos comentó que el río no se encontraba en buenas condiciones por  las riadas. Reorganizamos nuestra ruta y poco a poco fuimos salvando cada una de las esclusas», comenta el tercero de estos expedicionarios.

Un total de seis días remando que han dejado en estos aventureros, a pesar del sorteo de dificultades, un agradable sabor de boca. Durmiendo al aire libre o descansando en albergues, se muestran muy agradecidos con todo aquel entusiasta que les prestó ayuda, desde un lugar para entrar en calor hasta una estancia en la que guardar sus piraguas.

«He viajado por diferentes lugares de Europa y los canales están muy explotados. Éste debería promocionarse mucho más», asegura José Gutiérrez añadiendo que el de Castilla es «un chollo para el piragüismo turista, pero se ignora este tipo de andaduras. Acondicionarlo para recorrerlo en canoa supondría muy poca cosa y desembocaría en mucho».

Su compañero Javier Ruiz, novato en estas aventuras, considera que se trata de «un tesoro sin explotar. Es una auténtica maravilla, una fuente de turismo que ya se lleva un notable de media. Sería increíble si se adecuase un poco la infraestructura».