Rafael Torres

FIRMA SINDICADA

Rafael Torres

Periodista y escritor


Odiar la cultura

11/07/2023

Lo primero que hizo el primer teniente de alcalde de Caderete, de Vox, fue quitar de la plaza del pueblo el busto de Abderramán III, que alguna vez estuvo en esa localidad zaragozana en la que edificó un hermoso castillo, que sigue allí. Sucedió no ahora, a raíz de las últimas elecciones municipales, sino hace cuatro años, cuando las huestes de Abascal empezaron a pillar mando en plaza, y, como ahora, de la mano del PP.

¿Qué le había hecho Abderramán III al primer teniente de alcalde y concejal de Urbanismo? ¿Que era moro, que es como esos de la Re-Reconquista llaman a los españoles de Al-Andalus? Sí, probablemente, el munícipe despachó su busto de piedra porque era moro, pero más, creo yo, porque fundó 70 bibliotecas, una Universidad y la Escuela de Medicina más avanzada de su tiempo en Córdoba, y también porque protegió y dio empleo a artistas, filósofos, músicos, artesanos y poetas. Semejante tipo, que, por cierto, era español hasta la médula e hijo, nieto y bisnieto de españoles, no podía estar, siquiera en granito, donde el concejal ese le viera.

El odio a la Cultura es el odio a la libertad. No a la libertad de las tabernas, sino a la libertad. Y si en lo de Abderramán se vio emerger ese odio, hoy, cuatro años después, amenaza con anegar el país con tanto concejal y tanto consejero ensañados con cualquier expresión cultural libre, no de su agrado. De Valdemorillo a Briviesca, de Getafe a Bezana, se está trazando un manchurrón de indignidad, censura e ignorancia sobre el lienzo de la nación. Lo mismo se cepillan el "Orlando" de Virginia Woolf que "La villana de Getafe", de Lope de Vega, que la obra de Bobés en homenaje a uno de los muchos maestros republicanos fusilados, o que al pobre Buzz Lightyear, el muñeco astronauta de hasta el infinito y más allá.

Pero eso de que los ayuntamientos ejerzan la censura sobre la Cultura y el Arte del modo que las administraciones la ejercen, no contratando para sus programas y sus fiestas con el dinero público de que disponen para tal fin, no sólo es inadmisible, sino que pudiera constituir un delito de malversación, pues privan a una parte de la ciudadanía de su derecho a disfrutar e instruirse, reservando los recursos públicos en exclusiva para el esparcimiento de los afectos que les han votado.

Odiar desatadamente la Cultura, que es odiar desatadamente la libertad, es el inicio, siempre lo fue, de algo muy malo.