Olor a un guiso que cesa pero que seguirá muy vivo

J. Benito Iglesias
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El bar Vivas, un clásico del buen yantar de la ciudad, baja la verja sin solución de continuidad por falta de relevo. Feli Ballesteros y Segundo Pascual dejan una huella imborrable entre sus incontables clientes tras 38 años de brega

Olor a un guiso que cesa pero que seguirá muy vivo - Foto: Sara Muniosguren

Uno de los clásicos de la hostelería de la ciudad, el reconocido bar  Vivas, ubicado en la calle Marqués de Santillana, 8, baja la verja sin solución de continuidad el día 31. Con ello -si como hasta ahora nadie decide recoger el testigo del negocio en traspaso- se pierde un referente, un lugar de acogida entrañable con todo tipo de viandas a la vista y guisos caseros a cualquier hora del día, de la mano sabia de Feli Ballesteros, natural, de Gallegos del Campo (Zamora), y Segundo Pascual, de San Martín de la Cueza (León), de 62 y 66 años, respectivamente. Ambos forman un dúo sentimental y profesional, «vamos en el mismo pack», señala sonriendo Feli, tras casi cuatro décadas de dedicación plena.

A poco más de una semana de quitarse el delantal para siempre, un cúmulo de emociones llena los rostros y corazones de dos profesionales íntegros, con personalidades muy peculiares y siempre abiertos a dar lo mejor de sí mismos al frente del negocio. Y para muestra un botón, ya que las reservas, algunas hechas varios meses atrás, están a tope de clientes habituales -y no tanto- que cubrirán las 28 plazas disponibles para comidas y cenas en el comedor hasta el último día; algo que habla, y muy bien, del producto local de temporada que ellos tratan y miman en los fogones hasta llegar en su punto a los platos. 

LA MISMA MESA DE 15 AÑOS. «Algunos clientes y familias comen en la misma mesa casi todos los fines de semana desde hace más de 15 años. Por aquí han pasado tres generaciones, desde que empezaron los abuelos hasta que luego se fueron sumando hijos y nietos», explica no exento de orgullo Segundo, mientras a su vera Feli apostilla que desde 1987, año en la que se asentaron profesionalmente en el bar  Vivas, el mensaje no puede ser más claro: «Queremos dar las gracias de todo corazón a nuestros clientes por su fidelidad y haber tenido tanta paciencia con nosotros. Ya no podemos atender a ninguno más y ha sido un honor y un placer dar de comer a tanta gente. Nos hubiera gustado que alguien cogiera el negocio, pero cada vez hay menos personas interesadas en hacer algo que requiere muchas horas de trabajo».

Olor a un guiso que cesa pero que seguirá muy vivoOlor a un guiso que cesa pero que seguirá muy vivo - Foto: Sara MuniosgurenSegundo recibe mandil en ristre fuera de la barra y se afana en pelar espárragos de tamaño familiar de forma impoluta, a los que acompañarán pocas horas después otras raciones servidas a comensales ávidos de buen yantar, al tiempo que repasa su devenir hostelero sin apenas poder disimular por momentos una emoción traicionera que, por qué negarlo, también contagia a su interlocutor. «Vivimos justo encima del bar y unas veces abro yo y otras mi mujer a las siete de la mañana, aunque solemos estar dentro una hora antes tras terminar en muchas ocasiones a las doce de la noche anterior. De aquí me llevo ratos buenos y malos en algo en lo que estoy desde los 14 años, tras empezar en el hostal San Antonio y, posteriormente, en el bar Zaguán, donde permanecí bastante tiempo para pasar luego por el restaurante Leo San Cristóbal. Me gusta decir que nací trabajando con bigote y siempre en la hostelería», espeta.

Tanto esfuerzo tiene que tener un punto y final en un oficio con un trabajo continuo que tiene muchos avatares que lidiar en el día a día. «Por eso casi nadie se atreve ya a actuar en estas plazas», apunta Segundo, al tiempo que narra que en el trasiego del negocio ha tenido que ver de todo. «Hay mucha gente agradable, pero ya sabes cómo soy y al que daba mucho la turra, pues le he mandado a…», inicia una frase sin terminarla pero que, seguramente, hace referencia a freír espárragos como los que en el momento de la entrevista pela para ir a la cazuela.

La convivencia con Feli, pese a estar juntos mucho tiempo en lo laboral, no ha sido un obstáculo. Tantas horas de trabajo compartido generan roces, pero, en general, lo han llevado bastante bien, según significa la autora de una parte importante del éxito del bar Vivas con guisos incorporados a los fogones sin ser antes cocinera. «Simplemente he ido añadiendo cosas que pedían los clientes. Cada vez que hacía un plato nuevo me lo seguían solicitando y no quedaba más remedio que ponerlo en la carta», explica.

Después de 38 años, productos de temporada como las alcachofas y los espárragos, además del bacalao con tomate, no han dejado de tener demanda, junto al bonito escabechado y una amplia variedad de casquería. «Los caracoles cuentan con una aceptación increíble y se vende una cantidad de raciones considerable cuando están disponibles. Aquí cocinamos los dos y los postres y los escabeches los hace Segundo, mientras yo me encargo del picoteo. Es un trabajo en equipo y nos entendemos mejor cuando estamos cada uno en una sección. O sea, él en la cocina y yo en la barra, o él en la barra y yo en la cocina. Otra cosa es que cada uno tenga un carácter. Yo quizás cuento con más paciencia, pero el día a día lo hemos llevado bien», desgrana Feli.

BUEN SABOR DE BOCA Y PALADAR. En el adiós no hay reproches y sí muy buenos recuerdos que quedarán en la memoria de los dueños del bar Vivas y de sus clientes y personas más allegadas. «Aquí primero eran las partidas de cartas del negocio primitivo que empezó hace unos 70 años. Luego fuimos ampliando poco a poco con comidas y cenas y siempre hemos procurado tener buenos productos, porque como yo tengo buena boca, lo que no me gusta a mí no le gusta a nadie, está claro. Jamás tuvimos una queja sobre comida y por algo será», matiza Segundo con la sorna que le caracteriza.

La emotividad subyace en el matrimonio cuando se trata de tener claro que siempre les va a quedar la satisfacción por el deber cumplido. «Aquí nunca nadie se ha quedado sin comida cuando ha venido a pedirla, ya fuera pagando o cuando no se podía hacerlo y se tenía necesidad de ella», recalca Segundo con voz entrecortada ante la mirada cómplice de Feli. Juntos hasta el final de su dilatada y brillante trayectoria, ya sobran las palabras y lo mejor es fijarse en el delantal que lucen estos días: «Vivas donde vivas, siempre te acordarás del bar Vivas...». Queda dicho.