Frómista-Ribas de Campos

Eduardo Gutiérrez Pérez
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Pedaleando por el Canal de Castilla: las aguas que anuncian el final del Ramal Norte

Frómista-Ribas de Campos

Seguimos nuestra ruta por el Canal de Castilla en el lugar donde la razón y la fe conviven, Frómista, donde antiguas rutas se cruzan en busca de un destino común. Cruce de caminos, cruce de sentidos; la fe interpela a la razón en su recorrido, como bien nos ilustró el escritor Raúl Guerra Garrido. Alivia saber que la causa tiene sentido, lo constatamos ante la gran magnitud del patrimonio palentino que encontramos de camino.

La magna villa de Frómista acoge una de las más valiosas joyas del románico rural: San Martín de Tours… la fe; pero los ilustrados se esmeraron en tallar la joya homóloga para acomodar las aguas del Canal: la cuádruple esclusa… la razón. Aquí los hombres del Siglo de las Luces se entregaron a fondo, pincelaron la franja azul verdosa fluvial desdibujándose tras el dorado horizonte del mar de espigas castellano. Deslizándose entre esclusa y esclusa, 14 metros fueron salvados en terreno fromisteño construyendo cuatro impresionantes ascensores acuáticos, las esclusas numeradas con el 17, 18, 19 y 20, que junto con varios puentes que salvan el cauce y diversas edificaciones anexas conforman el mejor parque temático acuático del Canal, que bien pudiera aderezarse con el funcionamiento del conjunto esclusado, remontándonos en el tiempo para ver en vivo y en directo el funcionamiento de este espectacular sistema es esclusas en el momento del arribo a puerto de las barcazas, es una propuesta.

La siguiente esclusa, la veintiuna, la encontramos angostada por la modernidad viaria. La mitra leonardina fue profanada, estrangulada por la carretera nacional, aquí se impuso la necesidad del momento, tal vez poco o nada razonada. A la altura de la esclusa mutilada, el ancho del Canal se muestra más que generoso, las aguas se entrelazan con el junco, el carrizo y la flora acuática además de una extensa hilera de arbolado que procura buena sombra. En este tramo, las almenaras son las reinas del Canal, curioso nombre para definir la edificación guardián de la maquinaria de apertura y cierre del conducto acuático, se nota que estamos en Tierra de Campos y el agua es más que necesaria. 

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Seguimos pedaleando por la sirga hasta alcanzar los términos municipales de Amusco y San Cebrián de Campos, ambas localidades nos regalan bellas panorámicas, y aunque las aguas del Canal no bañen la ribera del caserío amusqueño ni el pinchorrero, sus lugareños beben a diario del elixir de la vida que depara el Canal de Castilla, pues la Mancomunidad de Aguas Norte Canal de Castilla, depura a la ribera del Canal el líquido elemento para aliviar la sed de las gentes de estos pueblos terracampinos.

Seguimos nuestra marcha. Vamos al encuentro del puente de Bezana, que soporta el paso de la carretera que une San Cebrián de Campos con Amusco. En Amusco, la localidad del Pajarón de Campos, el cielo rompe aguas y se abre ante la verticalidad de su imperiosa espadaña. La monumental iglesia de San Pedro, de sus momentos románicos, aún conserva una de sus bellas portadas en el laureado estilo predominante en el norte provincial.

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El puente del Gallo abre paso a la laguna de la Toja, el humedal asimilado a la obra hidráulica tal vez más extenso de la vía fluvial. Y, con un último impulso de pedal, llegamos a Calahorra de Ribas, final de etapa y de ramal. Los ingenieros, en 1791, en este bello paraje ribereño, dieron orden de excavar con la noble intención de unir las aguas de los ríos Pisuerga y Carrión tras un triple salto (no mortal) sobre las esclusas con un increíble desnivel que el terreno impuso a la ingeniería ilustrada.