Un desconsuelo irreparable

Rubén Abad
-

La procesión del Santo Rosario del Dolor asciende hasta el Cristo del Otero en uno de los recorridos más duros de todo el ciclo. Con la genial obra de Victorio Macho por testigo, el Crucificado y Nuestra Señora cruzan sus miradas

Un desconsuelo irreparable - Foto: Óscar Navarro

Jesucristo subió un Domingo de Ramos más al cerro del Cristo, al igual que lo hacía en repetidas ocasiones al Monte de los Olivos, según describen las escrituras bíblicas. Lo hizo en el marco de la procesión del Santo Rosario del Dolor, donde el desconsuelo se apoderó de la alegría propia de la mañana.

El Santísimo Cristo de la Vera Cruz fue cargada a hombros (la primera de esta Semana Santa) por varias tandas de hermanos desde la sede de la cofradía organizadora. Un desfile procesional que resulta especialmente duro, complicado y sobrecogedor para los braceros, que soportaron sobre sus cuerpos el peso de esta obra de factura anónima del siglo XVI.
Acompañando a su hijo desfiló Nuestra Señora del Dolor (imagen anónima del siglo XIX). Una madre que no halla consuelo ante el triste desenlace que le espera a su vástago tras la sentencia de Poncio Pilatos, como así se podía observar en el rostro desencajado de la imagen. Solo el manto bordado con hilo dorado y el arreglo floral en tonos blancos ponían la nota de color ante tanto drama.

Ydecimos que el Santo Rosario del Dolor es una de las procesiones más peliagudas de la capital no solo por el peso de ambas tallas, que sorprenden por el realismo que se observa en cada centímetro, sino porque es la única que tiene que soportar el desnivel existente entre el barrio de San Pablo y Santa Marina y el del Cristo. Un handicap que, a su vez, hace única esta procesión. Por eso mismo, muchos optaron por seguirla desde la plaza de León, donde tienen que soportar el primer obstáculo: el paso subterráneo de la avenida Antigua Florida.

Desde allí la cosa se fue complicando, pues las fuerzas iban escaseando a medida que el desnivel aumentaba. Sin embargo, la espera mereció la pena, pues al final se producía una de las estampas más características de la Semana Santa de Palencia, ese encuentro visual frente a frente de la Virgen y el Crucificado con el Cristo del Otero como testigo. Uno de esos momentos que sobrecoge y que en la capital se vive con esa emoción contenida propia de la Pasión castellana y leonesa. Sin alardes, pero con un sentimiento único y verdadero que recorre cada poro de la piel.

Por lo demás, la Agrupación Musical de la Santa Vera Cruz de Palencia fue la encargada de poner música al desfile procesional, que reunió a otras cofradías hermanas llegadas desde Osorno, Herrera de Pisuerga y Valladolid, entre otros. Una perfecta comunión entre hermanos de unos y otros lugares a los que no solo les une el hábito, sino la forma de entender la Semana Santa.

REZO DE LOS MISTERIOS

La de ayer fue la segunda de las procesión de oración del ciclo palentino. Un antiquísimo desfile que se remonta al año 1588 y que se recuperó en 1999 tras 42 años de ausencia en el calendario. 

Así, a lo largo de su itinerario se rezaron los Misterios Dolorosos del Santo Rosario. La primera parada fue el convento de las Madres Dominicas, desde donde ambas imágenes partieron hacia la iglesia conventual de San Pablo (segundo misterio). El viaje continuó por María Estela (tercero), San Ignacio y Santa Inés (cuarto) y la ermita del Cristo (quinto y letanía).