«Puedo presumir de haber sido siempre leal y honesto»

Carmen Centeno
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Reconoce que el ejercicio de la política ha sido una experiencia gratificante, al igual que haber sido profesor de Educación Física, aunque define ambas cosas como «anexos»

«Puedo presumir de haber sido siempre leal y honesto» - Foto: Sara Muniosguren

Nació en 1950 en la calle de Santa María de la Cabeza -hoy solo de Santa María, en virtud de la Ley de Memoria Histórica- y guarda recuerdos imborrables del lugar. 

De todos ellos, destaca tres muy concretos, que tienen algo especial para él: las zanjas que abrieron los obreros a pico y pala en su calle para instalar el colector y la acometida de agua corriente, cuando él tenía siete años; la construcción de las casas de la llamada Ciudad Jardín, cuando tenía diez; y el colegio Modesto Lafuente y su maestro Demetrio Noriega. «Me encantaba ir a clase y era un buen alumno», asevera.

Lo cierto es que Heliodoro García Ramos siempre fue bueno en los estudios, entre otras razones, porque  aprovechar al máximo las enseñanzas era imprescindible en su caso. Para responder  a las expectativas de sus progenitores, que se volcaron con sus cinco hijos -él es el del medio- para que tuvieran una buena formación y una mejor proyección social. «Nos enseñaron a ser respetuosos, a aprovechar las oportunidades y a convertirnos en hombres de provecho pero, ante todo, a ser buenas personas», enfatiza. En su casa no sobraba el dinero, así que tocaba sacarle el máximo partido a cada momento. Además, a nuestro protagonista le gustaba y no le resultaba difícil ir superando etapas, sobre todo en el caso de las asignaturas de ciencias. «Las matemáticas se me dieron bien», apostilla.

«Las vecinas salían a la puerta de casa, con sus sillas bajas, y cosían y charlaban, mientras los niños jugábamos; a veces nos alejábamos un poco para mantener vivas las rivalidades con los de otras calles y alguna vez nos peleábamos, al volver decíamos que nos habíamos caído para que nuestras madres no nos riñeran», rememora. Añade que aquellos enfrentamientos entraban dentro de la normalidad y nunca llegaron a mayores.

En otras ocasiones, se acercaban hasta las obras de la segunda fase de las Casas del Hogar para jugar entre zanjas y cascotes, sorteando al vigilante, pero también sin consecuencias reseñables. Era la libertad pura y dura de la última niñez y la primera adolescencia, pero el futuro de Heliodoro García Ramos y de sus compañeros de pandilla, con los que aún coincide de vez en cuando,  no estaba en esas calles ni en esos pasatiempos. 

Así que hizo la Preparatoria, el Bachillerato y el PREU en el instituto Jorge Manrique, con buenos resultados, y no niega que le hubiera gustado estudiar una carrera, pero «no había posibles». No hay reproches ni autocompasión en una certeza que, de algún modo, marcó el resto de su vida. Para bien. Y no porque fuera un camino fácil y descansado, sino porque le enseñó valores y le ayuda a abrirse camino. Ya sabía lo que era trabajar, no solo por verlo en casa, sino por haberlo practicado en primera persona. 

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