Una bodega que vuelve a tener un uso tradicional

César Ceinos
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El subsuelo de Santillana de Campos guarda desde el pasado mes de diciembre «en unas condiciones idóneas de humedad y temperatura» el vino del enólogo Francisco Martín, que escogió esta localidad para elaborar un producto «muy particular y personal

Francisco Martín - Foto: Sara Muniosguren

En Santillana de Campos no se ven viñedos en la actualidad y las uvas aparecen principalmente en los comedores de las viviendas de este pequeño pueblo de 67 habitantes situado junto a la N-611 y la A-67. 

En cambio, sí que existen bodegas subterráneas que conservan el vino «en condiciones idóneas». No es ningún farol de un habitante de la zona. Es la opinión de Francisco Martín San Juan, que no es precisamente ni un aficionado ni un desconocido en el universo español de la enología. Lleva 21 años en el sector y desde hace ocho ocupa el puesto de director técnico de Bodegas Prado Rey, una empresa vitivinícola con base en Gumiel de Mercado (Burgos), un municipio incluido en la conocidísima Denominación de Origen (DO) Ribera de Duero.

Aprovechando estas circunstancias, Martín San Juan, que está vinculado a esta localidad dependiente del Ayuntamiento de Osorno la Mayor a través de su esposa, decidió comprar uno de estos tradicionales inmuebles ubicados en el barrio de bodegas para su proyecto personal, que lleva como nombre Rompecarros. El siguiente paso fue restaurarlo sin que perdiera su esencia y, el tercero, llenarlo con 600 litros de tinto fino (90% de uva tinto fino y 10% de albillo) en barricas. Además, esta instalación vitivinícola, que se divide en dos partes (un merendero a ras de suelo y el almacén subterráneo), ya está dada de alta como bodega de crianza en la indicación geográfica protegida (IGP) Vinos de la Tierra de Castilla y León.

Desde el pasado mes de diciembre, el famoso líquido que el héroe griego Ulises le ofreció al cíclope Polifemo se está criando «a una humedad constante en torno al 80% y a una temperatura que oscila entre los 13 y los 15 grados centígrados». El vino procede de viñas ubicadas en la localidad ribereña de Baños de Montearados (Burgos), concretamente a 916 metros de altitud sobre el nivel del mar, y fue cosechado en la vendimia de 2021. Su idea es «recuperar la forma tradicional» que tenían de elaborar el vino en los pueblos. Era un plan que pensó hace mucho tiempo y admite que tenía ganas de hacer un caldo «muy particular y muy personal». «Quiero incidir mucho en la labor artesanal y en la preparación de vinos singulares con viñedos únicos. La producción no es muy elevada, pero tampoco hay maquinaria», manifiesta el enólogo. En este caso, apostó por mantener el caldo en crianza en las barricas durante dos años. «Será un vino de guarda», comenta Martín San Juan, quien calcula que tendrá tinto para unas 700 botellas. Eso sí, aún no ha decidido si se venderán al público. «En el futuro se valorará su destino», comenta.

El nombre de la marca, Rompecarros, une el origen y el destino de las uvas. «Se mezclan el trabajo del  abuelo de mi mujer, la construcción de carros en Santillana de Campos, con la dureza de los caminos de los montes de Baños de Valdearados; de ahí Rompecarros», concluye. Además, ambos puntos están unidos por la antigüedad. «Las viñas son viejas y la bodega, que pretendo revalorizar para que no se pierda este patrimonio, también», explica el enólogo, quien reconoce a su empresa por el apoyo que recibe. «Gracias por dejarme desarrollar un proyecto tan personal», añade. 

De hecho, esta iniciativa de Santillana la compagina con su trabajo profesional en Prado Rey y con otra iniciativa singular en la Ribera junto a su familia.Su nombre es Detilio, en honor a su padre.