Ambrosio, Teodosia y la burra Canela en la Casa del Abuelo

Fernando Pastor
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La casa-museo de Cevico de la Torre está, abierta al público sin coste de entrada, ya que los visitantes aportan la voluntad, para el mantenimiento.

Ambrosio, Teodosia y la burra Canela en la Casa del Abuelo

Actualmente una referencia de casa-museo es la denominada Casa del Abuelo, en Cevico de la Torre, abierta al público sin coste de entrada (los visitantes aportan la voluntad, para el mantenimiento) concertando cita llamando al teléfono 667 61 51 20. 


Con Juan Carlos García como guía, reproduce una vivienda del 1863, con su fachada de madera, perteneciente a Ambrosio y Teodosia, antepasados de su mujer, Sonia Calzada. 


Réplicas perfectas de estos moradores, hechas por Juan Carlos, reciben a los visitantes. Ambrosio tiene sujeto en la faja un palo que servía para friccionarle con las manos y generar el calor suficiente para encender los cigarros, siendo el primer encendedor conocido. Teodosia tiene una llave con la que administraba los dineros que guardaba en una caja cerrada y escondida debajo del colchón o de las baldosas. 

Ambrosio, Teodosia y la burra Canela en la Casa del AbueloAmbrosio, Teodosia y la burra Canela en la Casa del Abuelo


La entrada en la casa, cuyas escrituras se exhiben, es un magnífico viaje en el tiempo ya que refleja la forma de vida del siglo XIX, con los utensilios domésticos y laborales, salpicado de anécdotas que Juan Carlos desgrana a los visitantes durante más de una hora.


Pueden verse tinajas, cántaros lañados con los que traían el agua a pie desde Tariego de Cerrato (6 kilómetros de distancia), azuelas, sierras, una banca de lavar, jabones de sebo, escardaderas, ruecas, útiles para hacer tejas y adobes, pieles de cordero, maletas de madera, celemines, romanas, azadas de tres puntas para las viñas y tranchetes para cortar las ramas y los racimos (en Cevico había mucho viñedo entonces), monedas de la época, la representación de un gato (imprescindible para los inevitables ratones en aquellos años), cepos de caza, reclamos de perdiz, una escopeta, una máquina para hacer cartuchos y perdigones...


También se pueden ver Ganchos en los que colgaban al cochino en la matanza y la máquina para elaborar chorizos y morcillas derivados de la misma. Carracas y matracas usadas en Semana Santa para sustituir al repique de campanas, prohibido en estas fechas.

Ambrosio, Teodosia y la burra Canela en la Casa del AbueloAmbrosio, Teodosia y la burra Canela en la Casa del Abuelo


Una artesa, que según cuenta Juan Carlos además de su uso normal para amasar el pan la utilizaban en el patio como bañera para bañarse una sola vez al año ya que decían que «la roña daba calor».


En sentido contrario, tenían tomillo oloroso con una herradura y hierbabuena que friccionaban con las manos y se tocaban la cara, constituyendo la forma antigua de perfume.


LA COCINA.

También hay un pozo y un garfio con el que rescatar las cosas que caían accidentalmente en él. Y en la cocina destacan los llares para colgar los potes. Una reproducción de los huevos de kika (gallinas enanas), un pan muy voluminoso como se hacían en la época, planchas que se enrojaban introduciendo rescoldos, vajillas con platos corrientes para el día a día y otros de mejor calidad para ocasiones en que recibían visitas importantes, «como el cura», indica Juan Carlos, quien cuenta también cómo comían guindillas para entrar en calor por el picante ante la inexistencia de gloria. 


En el dormitorio puede verse el colchón adecuado para poder orinar sin levantarse, para no pisar el suelo por ser de mazarrón rojo, extremadamente frío. Sobre la cama, un brasero que los moradores restregaban en círculo para que se calentase la cama, pero sin estar estático para evitar que se quemaran las sábanas y la colcha. Un palanganero y a su lado horquillas y velas, cuyo sorprendente uso aclara Juan Carlos: se ponían el culo desnudo en pompa, les acercaban la vela encendida al ano para poder ver las lombrices que tenían y sacárselas cogiéndolas con las horquillas a modo de pinza.


En otras estancias puede verse un orinal de silla (para cuando no podían hacer sus necesidades directamente en el patio), que después vaciaban al grito de «¡¡Agua va!!». 


Un brasero de pie, con una herradura dentro que servía para frenar el humo y que no les asfixiara el tufo.


También se muestra una celosía con velas para los rezos y una palmatoria con más velas que ponían junto al cristal para amplificar la luz. 


En la habitación de los niños, ambientada con música infantil, están los juguetes: muñecas (de porcelana, compradas; o de trapo, hechas en casa, dependiendo de si eran familias adineradas o sin recursos), caballos de balancín de madera o de cartón, canicas, peonzas, tirachinas, un tío vivo hecho a navaja, un juego de tanga, un saltador de 125 años de antigüedad, etc. Y sobre todo en esta habitación una sola cama para 14 niños: los pequeños dormían en la cama en horizontal, los mayores en el suelo y si había niñas se ponía una cortina separándolas.


VESTUARIO.

En cuanto a vestuario, trajes de la época. Un camisón de Teodosia y ropa interior femenina con abertura ya que las mujeres orinaban de pie. Calzoncillos de Ambrosio de hace 160 años. Ropas de fiesta. El vestido de novia de Teodosia (negro, como solían casarse las novias entonces). Un sombrero de paja  cuyo pequeño tamaño responde a una disposición legal: ante la oleada de robos y asaltos la ley obligó a recortar las capas y prohibió sombreros grandes para que nadie pudiera taparse la cara y quedar impune por no ser reconocido.


En su afán didáctico, Juan Carlos  ha incluido trajes típicos de los danzantes de Cevico, aunque ni Ambrosio ni Teodosia fueron danzantes.


En la cuadra pueden verse los aperos típicos de esta estancia: horcate, horca, trillo, arado romano, criba, zoqueta, beldadota, guadaña, cuernos de cabra… Gallinas de algodón en su gallinero. 


Y por supuesto la burra Canela, réplica exacta de la que tuvieron en su día Ambrosio y Teodosia, con un sonido de rebuzno que se activa cuando los visitantes le hablan. Alrededor de Canela puede verse todo lo relacionado con ella: collerones, aguaderas, alforjas, romero que se le ponía para evitar la electricidad estática de su pelaje, las campanas que se le colgaban para localizarla los días que la niebla impedían verla, etc.


La visita finaliza en un espacio acondicionado como una taberna que había antiguamente en el pueblo, a la que no se permitía la entrada a las mujeres. En este espacio se obsequia a los visitantes con un vaso de vino (rememorando la abundancia de vides que hubo en Cevico) y una pasta artesana. Con ello brindan y se hacen fotografías que luego Juan Carlos envía por whatsapp a los participantes en la visita.

ARCHIVADO EN: Cerrato, Banca, Semana Santa