Los ucranianos se cuadruplican en Palencia

César Ceinos
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Las 16 protecciones temporales a refugiados aprobadas en el último año elevan la cifra total hasta las 313

Imagen de archivo del recibimiento oficial de ucranianos en Paredes de Nava. - Foto: Brágimo (ICAL)

El ataque del ejército ruso a Ucrania provocó el éxodo de millones de ucranianos en busca de un lugar seguro. Palencia mostró su cara más solidaria y, desde prácticamente los días del conflicto, empezó a recibir inmigrantes. Según los datos de la Delegación del Gobierno en Castilla y León, en la provincia se han autorizado 313 solicitudes de protección temporal a ucranianos, 297 antes de que se cumpliera el primer año de guerra y las 16 restantes, entre febrero de 2023 y enero de 2024.

Por ello, la última actualización del Censo Anual de Población que elabora el Instituto Nacional de Estadística (INE) refleja que los nacidos en Ucrania registrados en la provincia se cuadruplicaron al pasar de 80 a 360 vecinos de 2022 a 2023. Las cifras de las nacionalidades extranjeras más frecuentes aún son mucho más numerosas (hay 1.891 nacidos en Marruecos -país que encabeza la estadística-), pero han contribuido, en su medida, a que el último censo provincial no cayera aún más.

Pese a este aumento, todo parece indicar que la inmigración ucraniana ha mirado preferentemente a otros lugares de España antes y después de la invasión. En 2021, Palencia era la segunda provincia de España con menos residentes nacidos en este país de Europa Oriental. Únicamente había 63, uno más que en Zamora. Tras el inicio del conflicto, que no tiene visos de concluir en breve, ha superado también a Lugo y a Ávila, convirtiéndose en la cuarta provincia con menos ucranianos que, a nivel nacional suman 197.192 personas.

Por sexos, sobresale la mayoría de mujeres (231), concretamente el 61,16%, frente a 129 hombres. La explicación a esta cuestión se encuentra en la ley marcial que impidió que los varones entre 18 y 60 años pudieran salir de su país cuando comenzó la invasión. De hecho, entre las personas mayores de 19 años, aún es más abrumadora la diferencia: 184 a 56. Únicamente en los grupos de edad de 0 a 19 son más los chicos (73) que las chicas (47).

Como muestra, varios ejemplos. De las diez personas que aún viven en el antiguo colegio de las Misioneras Teresianas (que está situado en la autovía a Magaz) y que llegaron a través de las asociaciones Mont Blanc y Acción Familiar, seis son mayores de edad y cinco son mujeres, explica la voluntaria Mercedes Domínguez, que lamenta la dificultad de los trámites burocráticos a la hora de auxiliar a estas personas, pese a que están empadronadas a orillas del Carrión, lo que repercute en su día a día. «Llevamos desde noviembre con la solicitud del Ingreso Mínimo Vital (IMV) de quienes lo necesitan», critica. 

Por otro lado, de las 14 personas a las que atiende actualmente Cruz Roja en Palencia al amparo del Programa de Acogida estatal nueve son mujeres y cinco hombres. Residen en viviendas independientes y reciben diversos apoyos para la cobertura total o parcial de sus necesidades básicas, además de atención y acompañamiento en los planos social, sanitario, psicológico, educativo, laboral y jurídico, según explican desde la asamblea provincial de la veterana organización humanitaria.

Además, otro punto importante de acogida de refugiados ucranianos es Paredes de Nava, donde ya residía una familia procedente del país de Europa Oriental con cinco miembros. Actualmente, la comunidad ucraniana paredeña está formada por 19 personas, de las que ocho (la mayoría mujeres) son de las que llegaron tras el estallido de la guerra. Posteriormente vinieron seis familiares más de los primeros pobladores, según destacan desde el Ayuntamiento. Además, declaran que se han adaptado correctamente a la vida de la localidad, tanto en el apartado laboral como el escolar.

En los tres casos, comentan que muchos de los ucranianos dejaron Palencia y se marcharon a otros lugares. Unos regresaron a Ucrania, otros a ciudades europeas donde tenían seres queridos y un tercer grupo que escogió emigrar a otras localidades españolas.

EMPLEO. Conseguir trabajo no siempre es fácil y más si el demandante es inmigrante. En el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) en diciembre de 2023 (último dato que ofrece) estaban dados de alta 73 ucranianos, aunque el pico se produjo el agosto del año pasado, cuando hubo 81. En este caso, en febrero de 2022, antes del estallido de la guerra, la cifra de trabajadores ucranianos en Palencia era de 30. Subió a 70 en junio de 2022 y, desde entonces, solo bajó una vez de esa cifra. Fue en enero de 2023, mes en el que se quedó en 66.

 

Cruz Roja incide en el impacto del conflicto en la salud mental de los refugiados por la guerra

Bajo el lema Por la paz interior: la salud mental, el otro conflicto de las personas ucranianas, Cruz Roja lanza una campaña para sensibilizar sobre las profundas heridas psicológicas que afectan a quienes han vivido la crisis bélica en Ucrania. «La organización está comprometida desde el comienzo de la crisis con la atención psicológica integral y destaca la importancia de la reconstrucción emocional en el proceso de recuperación», aseguran desde la asamblea provincial de la organización humanitaria con motivo del segundo aniversario del estallido de la guerra.

Dentro del servicio de atención psicológica, Cruz Roja ofrece apoyo individual, grupal y familiar, complementado con diversos talleres y actividades específicas para los menores en espacios seguros, permitiéndoles expresarse y construir redes de apoyo. «De esta forma Cruz Roja busca mitigar el impacto del conflicto en la salud mental, brindando a las personas afectadas las herramientas necesarias para recuperar la paz interior y reconstruir sus vidas» añaden. Una persona que ha sido apoyada por Cruz Roja es Mariia Prus, que tuvo que dejar su trabajo de contable en Kiev. «Como llegué sola al país, lo primero que hago todos los días cuando me levanto es leer o ver los medios si no tengo noticias de mi familia», explica.

Por su parte, la voluntaria Mercedes Domínguez explica que, tras dos años de guerra, los ánimos de las refugiadas que viven en la residencia de las Misioneras Teresianas, y más con la información que reciben, no son buenos. «Hay una que está trabajando y está contenta porque trata con otras personas, pero las que no tienen empleo cada hora conectan con las noticias y con su país y no hacen más que pensar», declara. «Intento que ellas, si quieren, cuenten cosas y se desahoguen, pero están muy tristes», añade Domínguez, quien explica que están intentando reconocer sus títulos formativos para que encuentren trabajo.