Editorial

Tres de los 12 barrios crecen en una ciudad cada vez más vacía

DP
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Con los datos en la mano, se impone plantar cara a una situación que no debe perpetuarse

Que una capital de provincia, como Palencia, pase en diez años de tener 80.447 vecinos censados a solo 77.157 no es una buena señal, desde luego. 

Puestos a analizar las causas, podría hablarse de la salida de los jóvenes en busca de mejores oportunidades de formación y empleo, tanto a otras provincias y comunidades, como a países extranjeros. También obedecería a cierta falta de diversificación industrial, que no solo propicia la emigración hacia puestos con cualificación distintos de los que aglutinan la automoción y la agroalimentación, sino que impide la llegada o la permanencia en el tiempo de trabajadores foráneos. Entraría en esas consideraciones la llegada, un tanto tardía, del boom de las nuevas tecnologías, que habría dejado a la ciudad fuera del foco de atención de los profesionales, empresarios y emprendedores del ramo. Y, por supuesto, entre las razones figura con un papel destacado, el notable descenso de la natalidad, que si bien ni es propio ni exclusivo de Palencia, se agrava al sumarse a los otros condicionantes citados. 

En todo caso, no haber sido capaces de remontar ese descenso de población ha de ser objeto de reflexión y debate profundos de las distintas administraciones a la hora de plantear sus políticas y planificar sus inversiones. Porque está bien aspirar a ser un destino turístico en el que primen el arte, los parques, la tranquilidad y cierta impronta cultural, pero a la hora de la verdad no es suficiente para contrarrestar las pérdidas. Sí parece actuar en positivo la vivienda. De hecho, los tres únicos barrios de los doce en que se divide Palencia que han crecido en población entre 2014 y 2024 lo han hecho en buena medida por sus promociones residenciales. Son El Carmen -con un buen número de vivienda nueva en los sectores 11 y 12, inmediaciones del paseo de La Julia-; Pan y Guindas, al que se ha adscrito la Nueva Balastera con su proliferación de bloques de pisos; y San Antonio, cuyo crecimiento ha sido menor que en los otros dos casos -solo un 0,5 frente al 6,2 y al 3,8 por ciento-, pero que es positivo si se compara con los nueve barrios restantes. De entre estos último, San Pablo y Santa Marina y Allende el Río son los que han acusado mayores pérdidas, mientras que el Ave María y El Cristo han aguantado mejor las fluctuaciones y este último es además el único donde hay más jóvenes que mayores de 60 años. San Juanillo, por el contrario, es donde más se ha notado el envejecimiento.

Con los datos en la mano, se impone plantar cara a la situación. Desde políticas activas de empleo y de fomento de la natalidad a un mayor número de viviendas y alquileres sociales, pasando por la mejora de la oferta tecnológica y sin olvidar el cuidado de los centros docentes, los servicios sociosanitarios y el ocio. Toda iniciativa que atraiga población, es la apuesta.