Dramático regreso al tablero internacional

Agencias-SPC
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El terremoto de febrero ha devuelto al foco las carencias de un país devastado por 12 años de guerra y ha acercado a su denostado Gobierno a una posible reconciliación con el mundo árabe

El seísmo afectó principalmente a las zonas opositoras al régimen de Damasco, que ha abierto las fronteras para que puedan recibir asistencia. - Foto: Reuters

A punto de cumplirse 12 años de una guerra que llevaba tiempo en el olvido -comenzó el 15 de marzo de 2011-, los terremotos han vuelto a poner a Siria en el foco de la comunidad internacional y han hecho que varios países mantengan sus primeros contactos con el repudiado Gobierno de Bachar al Asad en más de una década.

La reciente tragedia ha hecho de catalizador para una serie de telegramas de condolencias, promesas de asistencia y llamadas telefónicas tan inverosímiles como la que el presidente egipcio, Abdelfatah al Sisi, hizo a Al Asad, la primera de sus nueve años en el poder.

Aunque Egipto no está entre los acérrimos enemigos que Damasco se creó en el mundo árabe con su represión de las revueltas y posterior manejo del conflicto armado, sí supone un importante paso la solidaridad «con el pueblo sirio» trasladada de máximo mandatario a máximo mandatario.

Cuanto menos, los seísmos han hecho que varias naciones del mundo musulmán volviesen a adherirse a los protocolos diplomáticos que habían negado a Siria en los últimos años, una decisión para la que podría haber sentado las bases Emiratos Árabes Unidos.

Desde que Al Asad saliera reelegido en las urnas en 2021, Abu Dabi ha protagonizado un claro acercamiento que el pasado año culminó en una visita del presidente sirio a territorio emiratí, la primera a un país árabe desde 2011.

Algunos gestos menores de «normalización» han sido de parte de Estados como Jordania, mientras que el movimiento islamista palestino Hamas anunció el pasado octubre una reconciliación con Damasco y en el último año han ganado peso los debates sobre si Siria debería ser readmitida ya en la Liga Árabe.

Está por ver ahora si la catástrofe sufrida por el país a principios de febrero podría precipitar más avances hacia una normalización de relaciones con el mundo árabe.

Por otro lado, los terremotos se produjeron apenas mes y medio después de que los ministros de Defensa de Turquía, Hulusi Akar, y de Siria, Ali Mahmoud Abas, se reuniesen en Moscú, en la primera cita gubernamental celebrada desde 2011 entre delegaciones del Gobierno del país asiático y del otomano, valedor de la oposición a Al Asad.

Estaban previstas más encuentros tripartitos con la participación de Rusia, aliada del régimen de Damasco, un diálogo que podría propiciar destacados desarrollos en la guerra civil de Siria, donde los frentes permanecen prácticamente congelados desde hace tres años, al igual que las iniciativas para buscarle una solución política a un conflicto sin final cercano. 

¿Y Occidente?

Los seísmos también han reabierto el debate sobre las sanciones internacionales impuestas contra Damasco por Estados Unidos, la Unión Europea o Canadá, entre otros, y que el Gobierno sirio denuncia que están afectando a la llegada de ayuda humanitaria para los afectados por la tragedia.

De hecho, el Departamento del Tesoro de EEUU acabó anunciando que permitirá hasta abril todas las transacciones a Siria relacionadas con la respuesta a los terremotos, de forma que las sanciones no entorpezcan el envío de asistencia.

En medio de la actual atención internacional y mientras algunos comienzan a cuestionar los efectos secundarios de las sanciones sobre la población siria, el Ejecutivo de Al Asad accedió a autorizar el uso de dos pasos fronterizos con Turquía para hacer llegar ayuda a las regiones opositoras a Damasco.

Su luz verde ha permitido a la ONU ingresar convoyes a las zonas rebeldes a través del cruce de Bab al Salam, fuera de alcance desde 2020, y ha aumentado a tres las vías directas por las que podrá suministrarlas desde el otro lado de la divisoria turca.

Gracias a su decisión, se ha evitado una votación en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el órgano que desde 2014 venía decidiendo por dónde podía entrar ayuda a los bastiones opositores sin pasar por las manos de Al Asad y donde Rusia había estado entorpeciendo dicha opción.

Algunos consideran que el Gobierno estaría aprovechando la disyuntiva para propiciar un lavado de cara o incluso un quid pro quo.

Al Asad no pasó por alto la oportunidad de recordar al jefe humanitario de la ONU, Martin Griffiths, la «importancia de los esfuerzos internacionales» para reconstruir Siria, devastada por los terremotos y por el largo conflicto, y un proceso muy impactado por algunas sanciones.