El pregón de Justino Zapatero, fiscal del Tribunal Supremo, dio en el Casino el pistoletazo de salida oficioso a las fiestas de San Antolín. Ante un auditorio abarrotado, Zapatero mostró a los presentes su visión sobre el pasado y el presente de la capital desde una perspectiva compartida por quienes como él, cisneriense de cuna, nacieron en un pueblo de la provincia.
Un pregón que quiso evocar en los presentes «recuerdos y pensamientos» de seis décadas, desde los años 60 del siglo pasado hasta la actualidad, en los que la evolución de Palencia «merced al acercamiento y la permeabilidad», tanto de la capital como de su provincia, le permite sentir como «su tierra» y «sus raíces» la ciudad.
Justino Zapatero rememoró su «infancia feliz» en Cisneros, «una isla autosuficiente en la que los adelantos se conjugaban en singular: una televisión, un taxi, un ejemplar del Diario Palentino...». Era un época, recordó, en la que «el mundo rural estaba en su apogeo» y en la que «en las noches de verano los vecinos se reunían para arreglar el mundo», una costumbre con la que acabó la televisión.
Esos recuerdos llevaron a Zapatero a rememorar su primer viaje a la capital, a su primera visión de la chimenea de la antigua fábrica de la electrólisis, el quiosco de Farindondín o el estudio de Fotos Arija. Un retrato de una ciudad que ya no existe fuera de la memoria y que contrasta con la visión que el fiscal del Tribunal Supremo tiene hoy de la capital.
«Mi primera sensación es que en esa relación pueblo-ciudad, el primero ha ganado en respeto», aseveró Justino Zapatero, que celebró que la connotación negativa del término rural haya desaparecido del imaginario colectivo.
También comentó su impresión de que «se ha urbanizado lo rural». «Hoy todos los pueblos de la provincia tienen acceso y están en contacto con la parte más insospechada del mundo», aseveró; una conexión que ha hecho posible, recalcó, proyectos como Arraigo o los «brotes verdes» gracias a la llegada de extranjeros.
Ese camino, terminó Zapatero, también se ha completado al sentido inverso, opinó. «Se ha ruralizado lo urbano, por lo que Palencia es hoy la capital y sus pueblos», sentenció.