«El corto de Pablo Quijano es de mis mejores experiencias»

Pablo Torres
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La actriz Elisa Matilla está hoy presente en el auditorio municipal de Guardo, en el ciclo de cine español de la Montaña Palentina organizado por AMGu, para relatar su experiencia en el rodaje del corto 'Rubio cobrizo', dirigido por Pablo Quijano

Elisa Matilla - Foto: DP

En la apuesta por la cultura de la Agrupación Musical de Guardo (AMGu), la localidad minera acoge entre hoy y el lunes Serie P. El Ciclo de Cine Español de la Montaña Palentina, en el que se busca poner en valor las obras del séptimo arte con sello nacional. Bajo esta premisa, actores, directores, productores y músicos se dan cita en el auditorio municipal del pueblo para disfrutar de varias proyecciones cinematográficas, así como de coloquios y comentarios de sus protagonistas. 

La actriz Elisa Matilla, que ha participado en incontables series icónicas de España (como Aquí no hay quién viva, 7 vidas, Amar es para siempre o Camera café, por citar algunos de sus muchos trabajos) está hoy presente en la proyección del cortometraje Rubio cobrizo junto a su director, el saldañés Pablo Quijano, para relatar a los asistentes del ciclo su experiencia en esta obra, que narra las disputas vecinales entre Raquel y Maika. 

Mañana es el turno de La casa de Bernarda Alba, de Pablo Camus; y el lunes, como cierre a estas jornadas, Julieta, con una posterior introducción al cine de Almodovar. 

Está presente en la proyección del corto Rubio cobrizo en Guardo. A grandes rasgos,  la cinta trata la guerra entre dos vecinas
Es un conflicto que representa a las dos españas o, por lo menos, a dos mujeres muy distintas. Una disputa que, más que estar relacionada con la vecindad, trata cuestiones mucho más profundas. 

Pablo Quijano tiene un mundo muy especial. Cuando leí el corto me enamoré, y aquí estamos María Barranco y yo disfrutando del talento del director. 

¿Cómo fue trabajar bajo la dirección de Pablo Quijano?
Pablo es una maravilla. Cuando lees el texto te das cuenta de que es parte de su imaginario. Estuvimos muy a gusto, nos cuidaron y disfrutamos de ser dos actrices en manos de su talento. 

Ciclos como este, que se celebran en localidades del medio rural, acercan la cultura cinematográfica a los pueblos. ¿Los ve necesarios?
Absolutamente. La gente que ama el cine debe tener un espacio para hablar y enriquecerse. Nos tiene que llegar a todos. Todos estos eventos son necesarios.

Recuerdo de adolescente cuando en el colegio me llevaban a este tipo de citas y, a la vez que tenía mi inquietud por ser actriz, tenía acceso a charlas de este estilo. Me acuerdo especialmente de un coloquio de Lola Herrera. 

Me alegra muchísimo que existan estos ciclos, pues hacen que tu cabeza tenga más claro a lo que te quieres dedicar. 

Ya que alude a esas primeras veces en las que empezó a desarrollar su pasión por ser actriz, ¿cuándo fue exactamente el momento de su vida en el que decidió que iba a ser su profesión?
Supe que me gustaba desde las primeras obras que representé en el colegio, lo que no sabía es que iba a poder vivir de ello. 

Tenía claro que quería estudiar teatro, pero quién sabe lo que podría pasar luego. Empecé muy joven a trabajar, con 17 años, por lo que no tuve tiempo de decidir. 
Sabía que me gustaba. Estudié teatro e interpretación para ver cómo se daba y resultó salir bastante bien.

Ha participado en muchas de las series icónicas españolas, como Aqui no hay quien viva, 7 vidas, Camera Café, Hospital central o Amar es para siempre. ¿Está contenta con su trayectoria?
Estoy  muy contenta, sí. He tenido la oportunidad de trabajar en cine, teatro y televisión, por lo que pude descubrir qué medio era el que me gustaba más y en cuál me sentía más cómoda. 

Estoy satisfecha, sobre todo, porque me gusta hacer comedia y casi todas las series en las que he participado son de este género.

¿Algún trabajo del que guarde un recuerdo especial?
En teatro, el papel de ¡Ay, Carmela! es uno de los más completos y bonitos; en cine, la prostituta de Km. 0; y en televisión, Tierra de lobos.

¿Cuál de los tres escenarios (cine, teatro o televisión) prefiere?
Me gusta compaginar los tres, pero, si tuviera que elegir uno para el resto de mi vida, me quedaría con el teatro; después, con la televisión y, por último, el cine. Este último es un puzle de tantas piezas que a veces es difícil ser consciente de cuál es tu trabajo.

Ha participado también en varios cortometrajes. ¿Suponen estas obras de pequeño formato un reto mayor que las de más duración? 
Muchísimo más. He trabajado en muchos cortos, pero el de Pablo Quijano ha significado la mejor experiencia que he tenido. 

¿Nunca se ha planteado pasar al otro lado de la pantalla y dirigir su propia obra?
La verdad es que sí, pero no en el formato audiovisual. Creo que terminaré dirigiendo algo, pero será en teatro. Es un lenguaje mucho más cercano y con el que me siento más identificada. 

Esa cercanía a la que alude, ¿es lo que provoca que se decante por el teatro?
Tiene que ver con eso. Cada función, cada público y cada energía son diferentes, da igual que se trate de la misma representación. No perder esa faceta de la industria es pura magia. Si bien los actores solemos ser gente insegura con nuestro trabajo, el crecimiento que hacemos con cada función no tiene techo. He llegado a hacer 300 representaciones de un mismo trabajo y cada día he seguido creciendo. 

La preparación que haces los meses previos a una función no tiene nada que ver con los ensayos del cine o la televisión, pues estos son trabajos que haces una mañana y se quedan ahí. 

¿Cuáles son sus perspectivas para este año?
Por ahora, voy a seguir en la serie diaria 4 estrellas, de Televisión Española. Está coleando también la gira de Miles gloriosus con Carlos Sobera y en abril estreno el musical Los tacones de papá, de Juan Luis Iborra. 

Más adelanté haré otra función de la que podré hablar a partir de mayo.