Los ansiolíticos son fármacos que se utilizan para aliviar o suprimir la ansiedad sin producir sedación o sueño. Las benzodiacepinas pertenecen a este grupo y cumplen su propósito con mayor eficacia y menor riesgo.
«Además de los efectos hipnóticos y sedantes, algunas benzodiacepinas pueden disponer de efectos miorelajantes y/o antiepilépticos», apunta en una entrevista el presidente de la Sociedad Española de Farmacia Familiar y Comunitaria (Sefac) en Aragón, La Rioja y Navarra, Eduardo Satué, que confirma que «con el uso prolongado, estos medicamentos producen tolerancia a dosis altas, es decir, disminuye el efecto a la misma dosis y dependencia psicológica y fisiológica incluso a dosis bajas».
El experto avisa de que el consumo de ansiolíticos al inicio de esta década superó el 11 por ciento y fueron las benzodiacepinas de vida media el grupo que más incrementó.
«Hemos pasado de consumir por debajo de la media a principios de siglo a convertirnos actualmente en uno de los países de la Unión Europea con mayor consumo de ansiolíticos, agravado por largos períodos de uso, que probablemente hayan hecho que pierdan su eficacia en la mayoría de los pacientes por tolerancia y que persisten en su consumo por una cuestión de dependencia», insiste Satué.
De hecho, «se calcula que uno de cada tres pacientes comienza a desarrollar dependencia tan solo cuatro semanas después de iniciado el tratamiento», según Satué, que especifica que «a menudo es difícil diferenciar si es una recaída en el cuadro ansioso o un síndrome de abstinencia y su gravedad será mayor cuanto mayor hayan sido las dosis y el tiempo empleados».
Las que peor perfil tienen en este sentido son las benzodiacepinas «de semivida más corta, mayor potencia y estructura triazolo: trazolam, brotizolam, estazolam y alprazolam. Son más probables e intensos los fenómenos de abstinencia, tolerancia y dependencia», afirma el experto. Del incremento en el consumo de los ansiolíticos mencionado anteriormente, fueron «las benzodiacepinas de vida media el grupo que más incrementó», agrega el especialista.
En cuanto a las personas que pueden acusar más la posible dependencia y tolerancia, Satué destaca a niños y pacientes con dependencias cruzadas al alcohol y otros sedantes. Además, «ciertos efectos secundarios habituales como somnolencia o mareos pueden ser más graves en ancianos, por lo que existe un riesgo incrementado de caídas y fracturas», agrega el miembro de Sefac.
En este contexto, las recomendaciones de prescripción de las benzodiacepinas serían «limitar su uso en pacientes con antecedentes de abuso de drogas, alcohol u otro tipo de fármacos y utilizarlas en períodos cortos, un mes en insomnio y entre tres y seis meses en ansiedad y a la dosis mínima efectiva para la patología que se prescriben».
Permanecer alerta. Satué aconseja que, si a la segunda semana del consumo no hay mejoría, hay que replantearse el diagnóstico y el tratamiento». También «vigilar regularmente su efectividad y prestar atención al desarrollo de tolerancia, informando al paciente, y combinar el uso discontinuo de los hipnóticos apoyado con técnicas de control de estímulos», añade el experto, que concluye que «si se prevé un largo período de prescripción, utilizar benzodiacepinas de vida media larga, excepto en ancianos».
«Es fundamental advertir al principio del tratamiento sobre la necesidad de discontinuar su uso y de no tomarlo de forma prolongada», hace hincapié el experto, que llama la atención sobre que «en la mayoría de los casos, el tratamiento farmacológico solo debería ser un complemento de las terapias psicológicas de manejo de la ansiedad y no el pilar fundamental del tratamiento» de los pacientes que presentan estrés.