De pollos y loros

Fernando Pastor
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Muchas son las anécdotas de las que diferentes animales han sido protagonistas en los pueblos cerrateños.

De pollos y loros - Foto: ÓSCAR NAVARRO

Si en algún lugar proliferan los animales es en los pueblos, pues a la mayor facilidad para tenerlos como mascotas de compañía, por la existencia de corrales y por la posibilidad de pasar tiempo en la calle, se une su tenencia para la actividad económica de sus habitantes, tanto como ayuda (perros, ganado equino, etc.) como para la propia explotación (ovejas, cabras, gallinas, conejos, cerdos, pollos…).

Las localidades cerrateñas cumplen esta pauta, y son habituales las anécdotas.

El 27 de mayo de 1953 en Baltanás nació un pollo con tres patas. La tercera le salía de la rabadilla. Su dueño, Valeriano Martín, le exhibió en el mercado.

En Venta de Baños la familia de Julia Pilar Tuñón criaba pollos, conejos, cerdos, etc. y tenían un pollo muy peculiar: cada vez que salían al corral se les lanzaba a picarles en la espalda. Cuando iban con las dos manos ocupadas, generalmente con sendos calderos para llevar agua del pozo a casa, no podían hacer nada y lo pasaban mal, pero si llevaban al menos una mano libre cogían un palo para arrearle al pollo cuando se acercara. 

Este pollo se cebaba especialmente con el hijo de Julia, José Antonio, que tenía tres años, y cuando salía al corral a jugar este pollo indefectiblemente le atacaba, siempre por la espalda. Su tío Isaac le regaló una carabina de juguete y para estrenarla  bajó al corral. Cuando el pollo le picó, el niño se revolvió y le dio con la carabina, partiéndola en dos. La llorera que cogió al quedarse sin el juguete, que tan solo le duró unos minutos por culpa del pollo, fue de aúpa.

Este comportamiento del animal provocó que estuvieran deseando que se hiciera grande para poder matarlo y comerlo. Cuando eso ocurrió, llegó el alivio.

Todo lo contrario sucedía en Cabezón de Pisuerga, donde los pollos y gallinas que tenía la familia de Rosa Pindado se morían de viejos ya que cuando tocaba sacrificarlos toda la familia rompía a llorar de pena y finalmente no les llegaba a matar. Incluso si se peleaban entre ellos y se hacían heridas, les curaban y le cogían puntos para que no se desangraran. 

En Castronuevo de Esgueva, don Eusebio tenía pollos que castraba con productos químicos para que convertidos en capones crecieran más. Un año que tenía muchos encargó a dos de sus trabajadores que el día de Nochebuena les llevaran a Valladolid para vender y para regalar a conocidos. Eran muchísimos los capones que tenía, así que un peón (Justo Ortega) y un encargado los llevaron en un remolque.

Vendieron los que pudieron en el mercado de la Plaza de Portugalete y después fueron a la Sastrería Miranda a regalar uno al dueño, muy amigo de don Eusebio. El encargado le dijo a Justo que subiera otro al cortador de la sastrería, que vivía justo encima. Justo subió y entregó el capón diciendo que era un regalo, por lo que recibió una propina. Pero el encargado se dio cuenta de que se había equivocado, que no era allí donde vivía el destinatario del regalo, así que cuando Justo bajó le hizo volver a subir a recuperar el pollo. Justo pensó que era innecesario, ya que tenían muchísimos pollos y nadie llevaba la cuenta de los que habían vendido, pero como lo ordenaba el encargado pues se limitó a cumplir la orden; subió, dijo que se habían equivocado, le devolvieron el capón y él devolvió la propina.

Don Eusebio tenía también corderos, a los que igualmente castraba, aunque a estos de forma mecánica. Era Justo a quien encomendaba la tarea, quien con unas tenazas cortaba los conductos de los testículos sin dejar señales externas.

LOROS EN VENTA DE BAÑOS. Famoso fue en Venta de Baños el robo de un loro, el 2 de marzo de 2013. Según constaba en la denuncia de su propietaria, se llamaba Paco y cifró su valor en unos 800 euros. Paco era un yaco, especie de loro africano de pelaje gris, pico negro y cola roja. En el momento de su desaparición se encontraba en una percha situada en el patio de su casa. Días después de su desaparición, fue localizado en una terraza.

También en Venta de Baños había otro loro famoso. Pertenecía a la familia Torres y siempre estaba en la puerta de su casa molinera.

Cuando los niños del barrio salían de la escuela y pasaban por la puerta hablaban con él, y el loro reproducía un sin fin de palabrotas. 

Un vecino de esta familia tenía la nefasta costumbre de tirar por la ventana el contenido del orinal en el que hacía sus aguas menores, de tal forma que muchas veces caía encima de los colegiales que pasaban camino de la escuela, por lo que tenían que volver a sus casas a cambiarse de ropa. El loro, estupefacto, decía «ya tira la taza de anís este cabrón».

Tampoco se quedaba atrás este loro cuando pasaba el cura del pueblo de regreso de la contigua localidad de Baños de Cerrato. Desde que le veía en lontananza comenzaba a exclamar el animal: «ya viene, ya viene, un saco de carbón con etiqueta», y lo repetía una y otra vez hasta que pasaba de largo y lo perdía finalmente de vista. 

Lógicamente alguien le había enseñado estas expresiones, y el escándalo que provocaba hizo que la Guardia Civil interviniera obligando a quitar de allí al loro parlanchín.