Victoria amarga; derrota dulce. Las frases empleadas por Felipe González tras las elecciones que, en 1996, dieron el triunfo a José María Aznar, pero lejos de la mayoría absoluta, sirven perfectamente para resumir lo ocurrido el domingo. Ganó el PP aunque por una diferencia menor de lo que esperaba y sin posibilidad de formar gobierno solo o con Vox. El PSOE quedó en segundo lugar a nada menos que 14 escaños de los de Feijóo y, sin embargo, había gran alegría entre sus cargos, militantes y seguidores, empezando por Pedro Sánchez que parecía resucitar de las cenizas que le pronosticaban muchas encuestas y los medios conservadores, que ya lo habían enterrado, funeral incluido, y que ahora tendrán que desenterrarlo y desenterrar el hacha de guerra. Las caras que se veían tanto en Génova, sede del PP, como en Ferraz, domicilio del PSOE, fueron durante mucho tiempo fiel reflejo de la victoria amarga y la derrota dulce. En Génova, incluso, se oyeron gritos de "Ayuso, Ayuso" mientras hablaba Feijóo. Todo un síntoma de lo que puede esperarle a don Alberto si no logra formar gobierno. Y lo tiene difícil. Sus pactos con Vox en varias autonomías y ayuntamientos le alejan de otros posibles socios, algo que no le sucede a Pedro Sánchez aunque, en algunos casos, el precio a pagar sea más que discutible. En este asunto, el de los acuerdos y el futuro, anda enredado todo el mundo desde la noche del 23-J. Politólogos, tertulianos, expertos de toda laya y condición, políticos, opinadores-predicadores y demás fauna demoscópica dan vueltas y más vueltas a los resultados ¿y? Pues que puede haber otras elecciones dentro de medio año. En julio nos abrasamos y en invierno, todo lo contrario. España y yo somos así, señora.

¿Y en Castilla y León? Lo de casi siempre. Sin novedad en el frente. El PSOE mantiene sus doce diputados y el PP le arrebata a Vox los cinco que los de Abascal le ganaron en el 2019. Por cierto, Mañueco dice que la subida del PP se debe a la gestión de la Junta, que él preside. El batacazo de Vox ¿también se debe a esa gestión compartida? Yo que García-Gallardo me lo hacía mirar. Y pronto.