Antonio Álamo

Antonio Álamo


Tregua

20/07/2023

Puede parecer una ironía de mal de gusto pero lo cierto es que el calor sofocante de estos días ha logrado que el ambiente incendiario de la campaña electoral que concluye el domingo haya pasado a segundo plano. En realidad, se soporta mejor una sarta de simplezas o medias verdades que el calor continuo y sin tregua; a fin de cuentas basta con no prestarlas atención dejando a un lado el periódico o apagando radio y televisión. O fijándose solo en aquellas noticias ajenas a la contienda electoral, que también puede valer. Por el contrario, de las temperaturas elevadas no se escapa nadie. Tan solo se puede recurrir a soluciones provisionales y cada año que pase habrá que acostumbrarse a campar en este escenario en el que vivimos y que está cambiando a pasos de gigante. Y no precisamente para bien.
De las ciudades cercanas a Palencia, los recuerdos de cincuenta años atrás esbozan sensaciones que no necesitan un soporte de datos estadísticos para demostrar que estamos entrando en una época diferente. Soria era fresquita y Salamanca quizá fuera la más calurosa pero las restantes mantenían -al menos en verano- unas temperaturas que en nada se parecen a las actuales. En Palencia, sin ir más lejos, se podía pasear con calma y la brisa bajaba desde el Espigüete y el Curavacas pero ahora sube desde el Sáhara. Y no es lo mismo. En definitiva, hay diferencias que presagian un futuro incierto y un incremento de los problemas... sanitarios, agroalimentarios, económicos, sociales y de diferente índole. 
No parece que el asunto preocupe a quienes compiten por la presidencia del Gobierno de España pero es comprensible porque no todo el mundo tiene idéntica escala de prioridades. Aquí, además, a tenor de lo expuesto día tras día en las proclamas electorales de los candidatos, queda claro que eso del cambio climático es un problemilla secundario que tiene toda la pinta de ser una paparruchada de perroflautas y judeomasones pagados con el oro de Moscú. Quizá espabilemos cuando empecemos a reconocernos en esos pollos asados que giran en los asadores antes de que los envuelvan para llevárselos cuando se ha quemado la comida o no hay ganas de cocinar. No descarten que nuestros candidatos llamen a eso bronceado estival.