A finales de los años 80, cuando la FIFA concedió el Mundial a Estados Unidos, muchos consideraron que el país no estaba preparado para digerir el mayor evento del 'soccer', un deporte que no había arraigado en aquella latitud por un motivo sencillo: los estadounidenses, como amantes del espectáculo por el espectáculo, no podían entender la popularidad de un deporte que podía arrojar un 0-0 después de 90 minutos. Si consideramos que el espectáculo está en el «gol», sencillamente le estamos quitando la esencia al juego: el proceso es tan importante como la ejecución final. Y partidos como el del pasado domingo en el Bernabéu lo acreditan. El Real Madrid lo hizo todo bien. También la Real Sociedad, en su ejercicio de atrevida supervivencia. Los locales se movieron con calidad, velocidad y elegancia en esa combinación mágica de Benzema con Vinícius y Rodrygo; los visitantes, con un encomiable elogio a la solidaridad en un mar de lesiones… Está mal responder a una pregunta de hace más de cuatro décadas, pero sí, 'yanquis', se puede disfrutar (y mucho) de un empate a cero.
En el alambre
El Barcelona va por la vida como los Bordini, aquella familia de funambulistas que adquirieron fama caminando por la cuerda floja. Llegaban al otro lado, pero en el trayecto podían caer en cualquier momento: un mal paso, una racha de viento, un fallo de concentración… Los azulgranas han sobrevivido a los tres enfrentamientos de sanción de Lewandowski (que ha marcado en 22 de los 24 partidos en los que ha jugado como blaugrana) con nueve puntos, pero en Girona terminó con cinco defensores y Pedri como delantero centro. «Está bien dominar, pero a veces hay que salirse del guion», decía Xavi, antaño guardián del 'estilo', hoy abrazado al pragmatismo que te permite, susto va, susto viene, llegar al otro lado. Con esa fórmula menos académica pero altamente efectiva, el equipo ya es campeón de invierno: 10 de las 13 veces que lo logró (en Ligas de tres puntos por victoria) se llevó el campeonato.