«Se ha perdido el teatro como forma civilizada de protestar»

Pablo Torres
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El Teatro Principal acogerá mañana, a las 20,30 horas, la obra 'El rey que fue'. Albert Boadella, exdirector de la histórica compañía Els Joglars, vuelve con esta representación a la dirección después de que la abandonara hace más de diez años

Ramon Fontserè, director de la compañía Els Joglars - Foto: DP

Desde 1962, la compañía de teatro Els Joglars ha llevado la sátira por todos los rincones de la geografía nacional e internacional. Sus más de 60 años sobre los escenarios la avalan como la compañía de teatro privada más antigua de Europa. A lo largo de todo este tiempo, son muchas las polémicas que han vivido con motivo de sus críticos y caricaturizados trabajos. 

Albert Boadella dejó la entidad hace más de una década, pero la gira de El rey que fue, que tiene mañana su paso por la capital palentina en el marco de la Primavera Cultural, le ha hecho volver de forma puntual a la dirección Tras su marcha, Ramon Fontserè se convirtió en el director. 

Els Joglars siempre se ha caracterizado por la sátira. Sin embargo, en El rey que fue optan por hacer «una obra shakespeariana». ¿Por qué?
Por la figura del emérito. Al principio, cuando le comenté a Albert (Boadella) la idea de hacer el espectáculo, lo primero que me dijo es que Juan Carlos tenía una vida muy shakespeariana. Desde que era un niño hasta su soledad, ha vivido una vida llena de contrastes, de cachondeo y tragedia. 

Esto es un material dramático  potente. Si Shakespeare hubiera sido contemporáneo del emérito, seguro le hubiera dedicado alguna obra, como hacía con sus reyes.  
El regreso del exdirector de la compañía, Albert Boadella, tras más de 10 años, tiene que ser especial
Esto es una de las cosas que pasan en la vida sin que uno se las espere. 

La figura del rey emérito era un tema que sobrevolaba en nuestros brainstormings, pero no había surgido hasta este momento. Apareció la idea y Albert se interesó al instante. Tiene 80 años, pero su energía y vitalidad es de una persona de 40. «Me veo totalmente capaz para hacer esto», me dijo. 

Para mí, esto era fantástico. Dedicarme solo a la actuación y estar además dirigido por Albert era un regalo, un regreso a la utopía de los años de Els Joglars. El resultado de todo eso es El rey que fue

En esta obra conviven alumno y maestro, pues usted fue el sucesor de Boadella en la dirección
Como director le consulto cosas y le comento mis dudas. Es un artista muy generoso. Nunca hemos roto el contacto con él. Esto ha sido algo que ha pasado ahora. Ya veremos qué ocurre más adelante. 

¿El montaje es fiel a la vida de Juan Carlos I?
Es un retrato muy justo, con sus luces y sus sombras. No obviamos los temas calientes que todo el mundo conoce, pero le damos la oportunidad de defenderse. 

En la obra hemos puesto un antagonista al emérito: un bufón joven y guapo. Este personaje le recuerda a Juan Carlos las verdades que muchos ciudadanos piensan, y él tiene la oportunidad de justificar por qué ha actuado como lo ha hecho. 

El rey emérito es un personaje esencial en la historia reciente de España. Podrá haber los escándalos que sea, pero se le recordará como el rey que trajo la democracia al país. En el hecho de que hoy en día se pueda votar hay que reconocer que algo tiene que ver. 

En la representación le damos caña, pero también se comprende que, debajo de la corona, está la condición humana.

Els Joglars siempre ha tendido ha satirizar aquellas cuestiones e instituciones más asociadas al ala conservadora y al poder establecido. Defender al emérito en su obra como está describiendo, ¿no choca con sus trabajos anteriores?
Nunca nos hemos cortado en nada ni nos hemos autocensurado. Seguimos nuestra línea de reflejar con humor las reflexiones que planteamos, y en esta obra es igual. 

Ubú president, por ejemplo, es una sátira pura y dura, pero esta es una tragicomedia. Podríamos haberlo hecho con una sátira, pero no sería justo. 

Han tenido fuertes polémicas por sus obras, hasta el punto de que el exdirector de la compañía fue acusado de injurias al Ejército español. ¿Entienden el enfado de determinados sectores con su trabajo?
Esto es algo que los cómicos llevamos en el ADN. Aristófanes, los actores de la comedia del arte, Shakespeare, Dario Fo… Todos ellos han llevado la gala de ser incómodos para el poder. Había cierta desconfianza en él. 

En 1980 y 1990 los ciudadanos miraban a su alrededor y veían las injusticias. La catarsis era esto: hacer ver a los espectadores lo que realmente pensaban, pero que por mecanización no se atrevían a decir. 

En los años en los que vivimos se ha ido perdiendo esta forma tan civilizada de protestar como es el teatro. La deriva actual es la de tratar cuestiones más inocuas o que no tengan repercusión. Se ha perdido la ética de que los cómicos se enfrenten al poder, fuera quién fuera. 

Ustedes nunca se han censurado. ¿En algún momento han pasado miedo?
En la historia de la compañía ha habido consejos de guerra, ametrallamientos, un apuñalamiento a un compañero, nos aflojaron las tuercas de las ruedas de la furgoneta... Pero también se vive todo de una manera apasionante. Cuando eres joven, lo que haces te gusta y puedes girar con la compañía, tocar todos estos temas y que provoque una reacción. 

Por otra parte, teníamos gente que nos apoyaba mucho. Ahí estaba la fuerza del teatro. Hacer reflexionar a la sociedad sobre sus vicios e intentar corregirlos. 

Esto no lo descubrimos nosotros. Viene de la tradición, de Aristófanes. Él ya se metía con los políticos y los dioses. Era una necesidad del ser humano. 

¿Diría que hoy en día sigue habiendo censura?
Pero de otras maneras, como que los programadores te digan que no encajas o directamente no te cojan el teléfono. 

Lo que es peligroso hoy en día es la autocensura. Mirar que no se digan cosas de los animales, el feminismo, las religiones… Cada día hay más tabúes. Lo que aprecia el público es la libertad del artista en poder decir lo que quiera. Estamos hablando de ficción, no de realidad.