Mikel Garciandía

Carta del obispo

Mikel Garciandía

La Carta del obispo de Palencia


El lugar del primer amor

18/02/2024

Queridos lectores, paz y bien. Nuestra sociedad palentina, como tantas occidentales, vive sumida en una mezcolanza en la que viejas y nuevas tradiciones convergen, confluyen y se funden. Asistíamos a las fiestas de Carnaval la semana pasada y ahora apenas hemos entrado en el tiempo santo de la Cuaresma. Disfraces, ropajes, uniformes, hábitos y vestidos cubren nuestros cuerpos con diferentes mensajes y connotaciones. Y en esa paradójica coyuntura, laten y bullen distintos anhelos o sueños: otro mundo es posible, tal vez el Paraíso no esté del todo perdido...
Los cristianos nos disponemos a celebrar la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, y en concreto los católicos hemos comenzado este Miércoles de Ceniza el santo ejercicio de la Cuaresma. Cuarenta días que van a conducirnos a los cincuenta de la Pascua. Este itinerario no tiene nada de mágico y sí mucho de milagroso. En el milagro, la persona humana pone su casi nada para que Dios lo haga casi todo. En esa línea se expresa el Papa Francisco en su mensaje de Cuaresma de este año, titulado A través del desierto, Dios nos guía a la libertad. 
Ante visiones meramente espiritualistas, energéticas o panteístas, los cristianos sabemos que la vida es lucha, pugna, porque nuestro corazón está partido y dividido por el pecado. Nos dice Francisco: «del mismo modo que Israel en el desierto lleva todavía a Egipto dentro de sí, también hoy el pueblo de Dios lleva dentro de sí las ataduras opresoras que debe decidirse a abandonar».
El Papa un año más nos alienta a entrar con verdad en este tiempo santo. Y nos marca un itinerario y una estrategia para ir al desierto, al que él denomina el lugar del primer amor. Para inspirar este deseo, el libro de referencia es siempre el Éxodo. Dios escucha nuestra opresión y nuestro dolor. Nos sabe sumidos en el imperio de las seguridades y de las garantías que nos ofrece una vida esclava pero relativamente cómoda.
Así como Israel había olvidado su primer amor, a nosotros se nos enfrió el primer enamoramiento, nuestro noviazgo de Alianza con Dios. El Señor lo dice así en el Apocalipsis: «tienes perseverancia y has sufrido por mi nombre y no has desfallecido. Pero tengo contra ti que has abandonado tu amor primero» (Ap 2, 3-4).
Entonces, ¿por dónde empezamos? Estrella Moreno Laiz, laica de Bilbao en la Jornada Diocesana de Formación retrató los rasgos de nuestra cultura, tan inestable y líquida. Ella focalizó a los millenials, los nacidos entre 1981-2000. Pero los baby boomers, entre los que me hallo, y los de la posguerra en menor medida, y los nacidos en este milenio en mayor medida, haríamos bien en vernos retratados en sus rasgos distintivos.
En el lenguaje clásico, nuestros filisteos espirituales que nos combaten desde dentro son la ignorancia, el olvido y el descuido. En su exposición más contextualizada, Estrella nos señalaba las siguientes dificultades para aceptar en Evangelio de Jesús: El relativismo y la provisionalidad; el individualismo teñido de narcisismo y hedonismo; el rechazo de las mediaciones institucionales; el ejercicio aparente de la libertad; la apertura puramente formal a lo diverso o diferente; la aceleración de la vida y saturación de actividades; y la lógica consumista.
El Papa afirma en su mensaje de Cuaresma para este año que el dominio del Faraón nos deja exhaustos, insensibles, y nos roba los sueños, y nos empuja a volver a nuestra vieja condición de esclavos. Deja de ser joven el que deja de soñar, los bautizados no podemos olvidar o descuidar nuestra condición de hijas, de hijos de Dios.
Como siempre, en nuestro hoy y aquí, el Espíritu está alentando e inspirando deseos que sí pueden colaborar con Dios para que seamos libres.
Estos anhelos son: la búsqueda de sentido; la apertura a la dimensión misteriosa de la realidad; el reto de construir la propia vida; la propia vulnerabilidad; la apertura a la novedad; la búsqueda y el interés por lo relacional; vivir nuevas experiencias; disfrutar y vivir el presente; la dimensión estética; y la igualdad, la libertad...
Si potenciamos y encarnamos estos deseos que llevamos dentro, la Cuaresma será un combate en medio del desierto y la Pascua traerá la alegría de recuperar el primer amor. Participar de los actos de la Semana Santa con esta visión, esta mística puede darle luz y sentido a nuestro ser. El Nazareno lo ha vivido todo por, con, y para nosotros. Se encamina a Jerusalén y allá nos comunicará su Vida. Vayamos con Él.