Terminadas las vacaciones de verano y la feria de San Antolín (no entiendo qué es eso de «los sanantolines») vuelve septiembre con el comienzo del nuevo curso escolar. Pasadas las olas de calor y las trombas de agua, la noticia es el comienzo del curso y el elevadísimo precio del material escolar. No es noticia, sin embargo, la ínfima calidad de los curriculum escolares, siendo esto lo más importante. Este curso 2023-24 es el de la generalización de la nefasta Ley Celáa que, a pesar de las numerosísimas críticas recibidas, sigue en vigor. Los puntos más comentados han sido la eliminación de la Filosofía, la reducción de la Historia de España a dos siglos, la enseñanza de las Matemáticas con perspectiva de género, la supresión de las recuperaciones de asignaturas que sean necesarias, así como la repetición de curso; de tal manera que se puede obtener el título de Bachiller con un nivel muy bajo de preparación y conocimientos, pero perfectamente adoctrinados. Basta con hojear cualquier libro de texto con contenidos diferenciados por comunidades autónomas. Mucho se ha comentado sobre la incapacidad de nuestros jóvenes para comprender un editorial periodístico o para intentar hacer un resumen de contenidos que no entienden. La ortografía resulta irrelevante, ya que los mensajes en redes sociales se escriben de un modo absolutamente indescriptible y constituyen los únicos textos que se leen. Desaparece la lectura de textos literarios completos y esta generación de jóvenes titulará sin saber quiénes fueron Lazarillo, Celestina o Don Quijote. De este modo, nuestro rico patrimonio cultural común quedará archivado, nuestra lengua será relegada a un uso paupérrimo, ya que las instituciones oficiales protegen a cualquiera de las otras lenguas regionales mucho más que a la que es común a todos los españoles para, así,  romper la igualdad entre nosotros. Cuando se aproxime el final del curso, los estudiantes volverán a insistir en la necesidad de instaurar una EBAU única para toda España, aun sabiendo que no se va a conseguir. La crisis de la idea nacional que padecemos acaba con la igualdad entre todos los ciudadanos.