Ilia Galán

Ilia Galán


Camellos arrestados

18/09/2023

Grande joroba llevaban con su peso, que traían de arábigos paisajes, de morerías no tan lejanas, con fatídica yerba: más de tres mil dosis de hachís, doscientas de cocaína, polvo que hace caer dientes y provoca histerias a quien acostumbrado a esa nieve de ella carece. Algunos de los cinco varones detenidos por traer esas sustancias a la augusta ciudad de Palencia ya tenían antecedentes policiales; constituían pequeño grupo de distribuidores.
De vez en cuando, esta noticia parece repetirse en diversos lugares. Mal al que nos tienen acostumbrados en muchas poblaciones, ciudades y ambientes rurales donde, cada vez más, penetran las redes de quienes quieren salir del mundo o vivirlo de otras maneras. Muchos toman porros para relajarse, buscando un efímero bienestar. El problema es la costumbre y el encadenamiento que provocan ciertas sustancias, robándonos la libertad, cuando el consumidor se engancha al producto. De ahí la persecución por esta distribución drogada, junto con los males que, inexorable, poco a poco, causa en el cerebro, de lo que poco consciente es quien se va sumiendo en sus oscuros laberintos.
Nunca hemos gozado en el mundo de tantos medios legales bien sea para relajarnos o para excitarnos. ¿Por qué estas sustancias se prohíben? Nos dicen y así lo parece que provoca severos males su consumo, lo vemos en los consumidores. Pues en muchas poblaciones sabemos quiénes toman y en qué zonas se distribuyen estos elementos. Otra cosa es que la policía, por falta de pruebas o por las dificultades legales que se les ponen -trabas a sus detenciones-, haga la vista gorda, como tantas veces sucede. Por desgracia, cada vez estamos más acostumbrados a que existan y pervivan, se engendren grandes entramados de leyes imbéciles. Lo que no ayuda mucho a respetar las legislaciones.
¿Por qué no se buscan entretenimientos benéficos, lectura, cine y debates, viajes, conocimiento, ayudar a otros en mil y una tareas (ONG o parroquias)? Fatídico es el aburrimiento, pero hay mil necesidades en nuestras sociedades que tal vez, bien organizadas, pudieran implicar a quienes viven al margen.