El Cura Platiquillas y el sobre de la marquesa

Fernando Pastor
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Escribía una hoja que se repartía por Piña, con la firma de Atiza Candela de la Hispania, pseudónimo que respondía a las iniciales de su nombre (Agripino Cortijo de la Hoz) pero con palabras que reflejaban sus intenciones: atizar a quien lo merecía

El Cura Platiquillas y el sobre de la marquesa

Agripino Cortijo de la Hoz, aunque era fraile, ejercía también de cura en Piña de Esgueva en la década de 1930. De hecho era conocido como El Cura Platiquillas.

En Esguevillas de Esgueva, localidad contigua a Piña, el cura Valdemazón tenía rango de arcipreste y, por tanto, poder y mando sobre el resto de eclesiásticos de la zona, como ponía de manifiesto el gorro con borla que vestía.

La enemistad entre el arcipreste y El Cura Platiquillas era profunda y se manifestaba con asiduidad en cualquier acontecimiento. 

Uno de estos acontecimientos fue la llegada de una nueva imagen del Cristo para colocar en la ermita en sustitución de la antigua talla. La nueva imagen llegó de la mano de los vecinos más pudientes, pero contó con la oposición del pueblo llano, que quería mantener la imagen antigua. 

Las protestas populares fueron desoídas en un principio, y se celebró un acto para bendecir la nueva imagen, bendición que fue realizada, como no podía ser de otro modo, por el arcipreste. 

Tras el acto solemne de la bendición, los adinerados del pueblo tenían organizada una comida en una casa sita al borde de la carretera. Y allí se dirigían, junto con el arcipreste, por el camino del Calvario, denominado así por ser el camino que va de la iglesia a la ermita, que se recorría cuando se celebraba El Calvario. Y allí se cruzaron con El Cura Platiquillas, que les espetó «adiós señores, que les aproveche la cuchipanda, que yo me voy del brazo del señor De y Ene a la iglesia por el camino del Te Quiero». 

(Lo del señor De y Ene era en referencia a otro cura cuyas iniciales deletreo: Domingo Núñez, que había ejercido el sacerdocio en Torre de Esgueva pero un problema de salud provocó que fuese apartado de primera línea y se volviese a su pueblo, Piña de Esgueva, donde para no apartarle del todo de su ejercicio sacerdotal pasó a haber dos misas diarias, una mayor, oficiada por El Cura Platiquillas, y una menor, oficiada por Domingo Núñez, quien cobraba por cada misa dada).

Al final la voz del pueblo y su insistencia tuvieron recompensa: la imagen antigua del Cristo es la que preside el altar de la ermita, mientras la nueva imagen está situada en un lateral de la misma.

El Cura Platiquillas criticaba constantemente a los poderosos del pueblo. Era famosa su frase «esas flacas y delgadas que están de mete sillas y saca taburetes», en referencia a unas señoras que siempre estaban haciendo la pelota a los adinerados del pueblo y acudían a las cuchipandas con el arcipreste, mostrándose en todo momento serviciales.

Escribía una hoja que se repartía por Piña, con la firma de Atiza Candela de la Hispania, pseudónimo que respondía a las iniciales de su nombre (Agripino Cortijo de la Hoz) pero con otras palabras, que reflejaban sus intenciones: atizar candela a quien consideraba que la merecía en su        Hispania.

el sobre de la marquesa. Muy cerca de Piña, en Villabáñez, tuvo lugar otro sucedido también con protagonismo sacerdotal.

 Hace muchísimos años llegó a Villabáñez una santera, apellidada González, procedente de una inclusa ya que era lo que entonces se conocía como hija ilegítima de una marquesa y se crió como expósita, aunque la marquesa se preocupó de ella y la enviaba dinero. En Villabáñez se casó con Abundio Pérez y tuvieron un hijo.

Por aquel entonces ejercía como sacerdote en Villabáñez don Lorenzo Pérez González, natural de Santovenia de Pisuerga (Valladolid), quien conociendo la ascendencia de la santera ideó una treta para enriquecerse. Habló con los padres del niño y les dijo que puesto que se apellidaba como él, Pérez González, si además le ponían su nombre, Lorenzo, le bautizaría gratis.

Los padres de la criatura así lo hicieron, ahorrándose el gasto de la ceremonia bautismal por poner a su vástago Lorenzo como nombre de pila.

La marquesa enviaba todos los meses una importante cantidad de dinero para su nieto, en un sobre con su nombre, Lorenzo Pérez González. En Villabáñez nadie conocía los apellidos exactos del niño, ya que la madre no era de allí, por lo que el sobre con el dinero le era entregado mes tras mes al sacerdote, que era el único conocido en el pueblo claramente como Lorenzo Pérez        González. 

La marquesa se enteró y cortó el grifo.