100 años de dulces reencuentros

Pablo Torres
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La turronería Francisco Masiá Llorens.Sucesor de José Picó abre un año más, como viene siendo tradición, en el pasaje de La Cestilla

100 años de dulces reencuentros - Foto: Sara Muniosguren

La persiana del número 7 del pasaje de La Cestilla, frente al antiguo edificio del Banco de España, vuelve a levantarse un año más. Y con este, ya van 100. 

La turronería Francisco Masiá Llorens. Sucesor de José Picó, lleva un siglo con su particular tradición navideña de vender sus populares y afamados dulces durante la primera quincena de diciembre. «Vamos a estar hasta el día 14, aunque si las existencias se terminan antes, nos iremos», explica Gonzalo González, nieto de la sobrina de José Picó, quien inauguró hace un siglo la turronería, y cuarta generación de responsables del negocio. 

Como cada año, esta familia viene cargada de dulces navideños desde la localidad alicantina de Jijona, cuna de los turrones de almendras molidos con miel, para venderlos en Palencia, el único punto de venta de la empresa. «Solo se venden aquí. Venimos por continuar la tradición y porque nos gusta», subraya González, quien justifica de esta manera los casi 700 kilómetros de viaje entre ambas ciudades. 

100 años de dulces reencuentros100 años de dulces reencuentros - Foto: Sara Muniosguren

Tras la venta, la persiana de su pequeño local echará el cierre, y no volverá a levantarse hasta el 1 de diciembre de 2024.
Este año, además, coincidirán tres generaciones detrás del mostrador. «Estamos mi hermana, mi prima y yo, pero más adelante vendrán mi hija y un nieto», apunta González. 

El éxito en los productos de este negocio familiar reside en «la calidad» de los mismos. «Esto no se encuentra en el comercio habitual. Son tamaños grandes y todo se puede comprar al peso», subraya. Prueba de ello son las largas colas que, a todas horas y todos los días de venta, se forman en el pasaje de La Cestilla. 

Muchas de las caras que acuden a este pequeño local son viejos conocidos. «Estamos felices de reencontrarnos con la gente. Yo he estado en el colegio Villandrando y tengo a Palencia como si fuera mi ciudad», relata González, a la vez que reconoce que a muchos de ellos los ve también en Jijona.  Y es que los 100 años de venta navideña han consolidado una masa de clientes fieles que, desde el primer día de apertura, acude a la turronería para abastecerse de todo tipo de dulces. «El turrón de Jijona y de chocolate son los más venidos», asegura, aunque en el mostrador se pueden encontrar todo tipo de dulces navideños, como almendrucos, marquesas, polvorones o tortas imperiales, por citar algunos ejemplos. Con motivo de la efeméride, este año hay un nuevo producto en las estanterías de los sucesores de José Picó. «Hemos traído unos suspiros de mazapán y chocolate por el centenario. Si hay aceptación por parte de los clientes, los volveremos a traer», añade.  

El horario de apertura es de 10,30 a 14 horas y de 17,30 a 21 de lunes a sábado, y de 11 a 14 y de 18 a 21 horas los domingos y festivos. 

HISTORIA. José Picó llegó a Palencia para vender frutos tropicales. Debido a que era de Jijona, se le ocurrió también llevar turrones, los cuales tuvieron una gran aceptación por parte de los clientes desde el primer momento. Como no tuvo descendencia, el negocio pasó a su sobrina y, desde entonces, ha ido traspasándose de generación en generación hasta la actualidad, en la que conviven la cuarta, la quinta y la sexta. «No sabemos muy bien por qué vino», confiesa González.

Al principio, la venta de turrones tenía lugar en el número 38 de la calle Mayor, pero desde hace 19 años es el espacio del pasaje La Cestilla el que alberga la turronería. «Llevamos en este local, que es del mismo propietario que el anterior, desde el 2004. No queremos cambiar porque la gente ya sabe donde estamos», manifiesta. «Todos los primos tienen ya su medio de vida, pero venimos porque nos gusta. Yo siempre me he cogido las vacaciones ahora en diciembre para poder venir», concluye. La apertura de un nuevo establecimiento permanente en Jijona nunca ha estado sobre la mesa.