OPINIÓN.- Se estima que el hombre apareció sobre las Tierra hace más de dos millones de años y desde siempre ha sentido la necesidad de encontrar un espacio donde resguardarse de las inclemencias del tiempo, de los animales, de otras tribus, pero también donde almacenar sus alimentos, calentarse, reunirse para contar historias, escuchar a sus mayores, transmitir un legado en forma de valores, educación, amor, un refugio para el cuerpo, el alma, para nuestra vida privada, en definitiva... UN HOGAR.
Si consultamos la etimología de hogar, encontramos lo siguiente: derivado del látin «focus»: hogar (como lugar en la casa donde se prepara la hoguera) que luego viene extendido a referirse a la casa misma o a la familia que habita en ella.
Alonso Escribano nos ofrece su punto filosófico: es el espacio donde se forja nuestra identidad, donde nos preguntamos constantemente quiénes somos, en el que recibimos lo que somos y en el que se siembra aquello que seremos.

¿Qué pedimos a nuestro Nuevo Hogar AECC Palencia?
Un centro de convivencia, un punto de apoyo donde compartir penas, alegrías, preocupaciones, un refugio que nos ofrezca seguridad y confort. Un espacio pensando en las personas con cáncer y sus familias, pero abierto a todos los ciudadanos para que los enfermos oncológicos sientan el apoyo de toda la sociedad palentina.
Tenemos un Gran Camino por delante y esta nueva sede situada en el centro de la ciudad, a pie de calle, amplia, luminosa, jovial, donde profesionales y voluntarios podamos trabajar de manera colectiva, nos va a permitir avanzar en los próximos años en este gran proyecto que forma parte del compromiso de toda una nación y de un movimiento internacional contra el cáncer... un proyecto a favor de la VIDA.
Agradecemos a la sede central que ha visto la necesidad de crear estas nuevas instalaciones, a nuestros 3.850 socios, a los  32 delegadas provinciales, a los 380 voluntarios, a la Diputación Provincial, al Ayuntamiento, a las empresas palentinas y a los particulares que han hecho posible esta nueva realidad de la que nos sentimos realmente orgullosos, es nuestro Gran Regalo de Navidad.