Jose Luis Ibarlucea

Jose Luis Ibarlucea


Munich

10/02/2023

En la Academia Católica de Baviera de Munich, en el 2004, se desarrolló una discusión entre J. Ratzinger y J. Habermas. Habermas partía del principio ético del reconocimiento mutuo como personas por el hecho de que somos seres capaces de hablar y comunicarnos; y esto le llevaba a un procedimiento para establecer normas de validez éticas y jurídicas. En este procedimiento las normas serán justas si los afectados están dispuestos a aceptarlas después de un diálogo, en condiciones de simetría o igualdad y por el convencimiento de las razones que aporten los otros participantes. Esta razón del consenso o dialógica, que pretendía validez universal, se concreta dando lugar al juego de las mayorías, y la constitución de estas será determinada por los intereses, las modas… Serán relativas al momento histórico que se vive.
Ratzinger, dice a Habermas : «No es la verdad (en tu propuesta) la que crea el consenso, sino que es el consenso el que crea no tanto la verdad cuanto los ordenamientos comunes» y, por tanto, es la mayoría la que decide lo que está vigente como verdadero y justo. Frente a esto, Ratzinger aporta la universalidad de los valores cristianos para evitar que la razón construya monstruos (nacionalsocialismo) y una fe orientada por la razón para evitar los fanatismos.
¿Qué queda de aquella izquierda del consenso que representaba Habermas y de la posición que defendía Ratzinger? De aquella izquierda heredera de la revolución que preparaba la llegada de un hombre nuevo, liberado de la corrupción burguesa y de la explotación, sólo queda el desconsuelo del que descubre que se equivocaron de revolución, la que llegó fue la tecnológica, a la cual veneran como consumistas irredentos, y queda el nomadismo político (ideología de género, ecologismo…) para poder justificar su sueldo. Han cambiado al débil por su yo consumista. ¿Traición o cinismo?  De la posición de Ratzinger nos queda la fe en un Dios que es padre y, en consecuencia, sus hijos son iguales, el desfavorecido es hermano, por eso, su dignidad conmueve nuestra conciencia movilizándonos para la ayuda: Caritas, misioneros...