«Las fotografías te acercan a historias que parecen lejanas»

Pablo Torres
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La fotógrafa Sofía Moro recibió ayer el XIV Premio Nacional Piedad Isla de Fotografía convocado anualmente por la Diputación. El fallo del jurado vino motivado por el reconocimiento a toda la trayectoria de la artista, especializada en los retratos

«Las fotografías te acercan a historias que parecen lejanas» - Foto: Óscar Navarro

Los trabajos de Sofía Moro están muy relacionados con su constante defensa de los Derechos Humanos. A través de sus retratos, esta fotógrafa madrileña busca «contar las historias» y «transmitir la fuerza y el valor» de sus fotografiados.

En su obra hay una gran predominancia de los retratos. ¿Qué pretende transmitir con ellos?
Lo que pretendo es contar las historias de estas personas. Quiero que sea un reflejo del momento y las circunstancias y que, además de tener un valor documental, se cree una cierta empatía. Es decir, que nos paremos a mirarlas y ver sus historias.

¿Cada fotografía es independiente o intenta seguir siempre una línea de trabajo?
Es relativo. Mis imágenes van acompañadas de mucho texto. Lo que pretendo con esos retratos es que te pares y entres en esa historia. Suelen ser series de personas que cuentan una historia particular, pero que también puede ser colectiva. En lo que sí me empeño es en transmitir algo más que una victimización, como la dignidad y la fuerza de la gente que está luchando por llevar un mensaje a la sociedad. 

Trabajo mucho por proyectos. Tengo dos grandes trabajos: uno sobre la gente que participó en la Guerra Civil, Ellos y Nosotros, con un formato en blanco y negro sobre un fondo gris para todos para que pueda hablar de los dos bandos sin que haya una manipulación expresiva; y ¿Quién merece morir?, cinco historias dentro de un mismo libro donde existe un tratamiento un poco diferente, pero con un hilo conductor, que es mi forma de fotografiar. 

Sus fotografías están llenas de expresividad. ¿Cómo lo consigue?
La mirada está ahí, y a mí me influye mucho la historia que hay detrás. Quizás por eso se transmite.  Yo puedo estar fotografiando a alguien que está condenado a una pena de muerte y, pese a que salga sonriente, siempre hay algo de su melancolía y de su tristeza detrás. Al final, los fotógrafos nos reflejamos en los retratos que hacemos y yo estoy reflejando todo eso en el retrato de otro. 

La mayoría de sus proyectos tienen como hilo conductor la defensa de los Derechos Humanos. ¿Cree que la fotografía tiene una capacidad reivindicativa?
Por supuesto que la tiene. Lo que pretendo con mis trabajos es generar un efecto, porque creo que nos tenemos que convencer nosotros mismos a través de los datos, las historias y las imágenes. Por ejemplo, con el trabajo sobre la pena de muerte intento enseñar lo que yo misma he conocido y a lo que me he acercado mirándola con atención durante casi 10 años. Lo enseño y, a partir de ahí, tú tienes que pensar y tomar tus propias decisiones. No funcionaría decir de forma categórica que la pena de muerte está mal. Puedo enseñar lo que he visto y aprendido, pero la última decisión la tienes que tener tú. 

En este aspecto es donde la fotografía es fundamental. Desde pequeña he visto periódicos, revistas y las historias que pasaban por el mundo sobre personas lejanas y ajenas. Los textos son fundamentales, pero son las fotografías las que te acercan a esas historias que, de otra manera, nos parecen lejanas, y te las encarnan en personas reales. 

El premio Piedad Isla es un reconocimiento a su trayectoria. ¿Cómo valora su propia evolución como fotógrafa?
Es un premio que me abruma, sobre todo viendo los precedentes, que son autores a los que admiro, con los que he crecido y aprendido. 

Mi evolución ha sido la de alguien que, de pronto, entiende esa capacidad de comunicación y de emoción que tienen las imágenes cuando las vemos, y que decide que esa es la manera de conmover al mundo. 

Para mí, la fotografía es un método de conocer, una forma de manifestación.  He ido creciendo hasta entender este lenguaje tan maravillosos y complejo que es la foto, y más en el retrato, donde cada pequeña variación de un gesto o mirada puede hacer que se cuenten historias distintas. Ese es el lenguaje tan rico y bello que intentamos captar los fotógrafos.

Este tipo de reconocimientos, ¿le motivan a la hora de seguir creando nuevos proyectos?
Me motivan absolutamente. Los fotógrafos freelance a veces dependemos de estos premios para seguir entrando en algunas de las historias que queremos contar. 

El hecho de ser una fotógrafa independiente, ¿le da mayor libertad en su trabajo?
Por supuesto. Tienes mas inestabilidad, pero eres mucho más libre, sobre todo en los trabajos personales.

Es un trabajo duro, pero, al final, cuentas las historias exactamente como tú las quieres contar, y eso no tiene precio. 

¿Cómo selecciona las historias que quiere contar?
Más que una decisión cerebral de analizar lo que está pasando tiene que ver más con todo lo que me voy cruzando.

El trabajo de ¿Quién merece morir? nace de una entrevista que me encarga El País Semanal a un americano que estaba condenado a pena de muerte y que, después de 18 años, casi por una casualidad, se descubre al verdadero culpable y le ponen en libertad. A raíz de la conversación con este hombre es cuando yo me planteo que quiero hacer una historia sobre esto, ya que tiene todos los elementos que debe tener. Reconozco primero lo  que quiero contar y luego comienzo a pensar de una manera más racional para saber cuál es la mejor manera de estructurarlo. El primer encuentro con la historia muchas veces es fortuito o fruto de una casualidad.