Arte, fe y pasión: La imaginería en la Semana Santa

Pablo Torres
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Melchor Gutiérrez lleva 47 años dedicado a la creación de tallas para las procesiones · Es autor de casi una veintena de piezas, como la Sagrada Cena del Señor o Nuestra Señora de la Vera Cruz

La Sagrada Cena del Señor, compuesta por 13 figuras, es la obra más «costosa» de Melchor Gutiérrez, autor a su vez de Nuestra Señora de la Vera Cruz - Foto: Eva Garrido

La llegada de la Semana Santa es sinónimo de procesiones, y más en una ciudad como Palencia donde la celebración religiosa está declarada Bien de Interés Turístico Internacional desde 2012. Del Viernes de Dolores al Domingo de Resurrección; de la procesión de la Sentencia hasta la del Rompimiento del Velo, la religiosidad y las tallas de las cofradías invaden las calles de la capital para representar la pasión, muerte y resurrección de Cristo.

Detrás de esos pasos se encuentra una labor tan silenciosa como valiosa para las cofradías y hermandades, la de los imagineros. Gracias a su trabajo en la creación de modelos, las diferentes representaciones de Jesús de Nazaret, desde su entrada a Jerusalem hasta su resurrección, son exhibidas a los miles de devotos que se concentran en las calles.

Melchor Gutiérrez acumula 47 años a sus espaldas trabajando para la Semana Santa. El imaginero, natal de la localidad leonesa de Galleguillos de Campos, es responsable de la creación de casi una veintena de tallas de la cofradía palentina de la Vera Cruz, entre las que se encuentran las 13 piezas pertenecientes a la Sagrada Cena del Señor, Nuestra Señora de la Vera Cruz o el Lavatorio, entre otras. «Son muchos años trabajando de esto, pero no de manera profesional. Yo, profesionalmente, me he ganado la vida en otro sector. Este trabajo no me ha reportado más beneficio que el de alimentar el ego», asegura el imaginero. «Nunca he vivido de esto, pero me ha servido para realizarme como persona», añade. 

El imaginero Melchor GutiérrezEl imaginero Melchor Gutiérrez - Foto: Sara Muniosguren

Gutiérrez lleva alejado de la vida laboral desde los 36 años por una serie de problemas de salud, algo que, según apunta, le ha permitido hacer lo que le «da la gana». «De ahí que mi obra siempre haya sido tan caprichosa». «Si el cliente quiere un San Juan no le voy a hacer un San Pedro, pero si yo quiero un San Juan con el pelo rizado y los ojos claros, ya me puede decir que lo haga con el pelo liso y los ojos oscuros que no lo voy a hacer», asevera. Por otro lado, el imaginero reconoce ser «muy mal retratista». «No tengo capacidad para captar los rasgos faciales. Cuando llevas muchos años trabajando, hay una tendencia a deformar las caras. Esta técnica no me la he inventado yo, simplemente ha surgido. Sería bonito decir que llevo 30 años peleándome por conseguir un estilo, pero la realidad es que ha salido así», explica. «Cada escena se representa en un único segundo. Un Cristo puede estar en lo alto en un instante y al siguiente estar más bajo»,  apostilla.

LA OBRA. Entre todas sus obras, Gutiérrez señala el Cristo del Gran Poder de León como la más «significativa» para él. «Mi hijo se estaba empezando a decantar por la escultura y la hicimos entre los dos. Por ello, esa imagen la guardo con cierto cariño», manifiesta. Sin embargo, «como pieza importante en mi trabajo, me quedo con la Sagrada Cena del Señor de Palencia. Es el paso más numeroso y con mayor dificultad que he hecho», subraya el imaginero, que a su vez reconoce que lo hizo «de forma que en todo momento se vean nueve caras». «Si el objetivo del paso es que se vea, no podía ofrecer espaldas al público, por eso lo hice de forma que pareciera circular», agrega Gutiérrez.

Muchas de sus creaciones,  incluidas algunas piezas y copias de la Semana Santa palentina, están actualmente expuestas en el santuario de la Virgen Peregrina de Sahagún, en León, donde Gutiérrez protagoniza una exposición con más de 100 obras.

EL PROCESO. «El escultor es un creador de prototipos. Yo hago un modelo de barro a tamaño natural. Sobre ese barro, creo un molde negativo de escayola y, con ese molde, hago una reproducción de poliéster. Después, voy cerrando el molde hasta romperlo y sacar la figura que antes era de barro. En ese momento tengo el prototipo», explica Gutiérrez. «Ese prototipo es el que va al pantógrafo, que es como una copiadora de llaves, pero de esculturas», añade. «Cuando dicen que el imaginero hace la talla es mentira. El imaginero hace una parte del trabajo, no su totalidad. A mí no me gusta apropiarme de las labores de los demás», concluye.