«Te pones una coraza y asumes que vida y muerte van juntas»

Carmen Centeno
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Medicina y folclore no parecen tener una relación íntima, aunque como no dejan de ser vías humanas de sanación y de crecimiento, que buscan la salud física e intelectual pueden coincidir en algún punto o converger en ciertas personas

«Te pones una coraza y asumes que vida y muerte van juntas» - Foto: Sara Muniosguren

Francisco Javier Revilla Arias nació el 21 de agosto de 1956 en Villerías de Campos -«en la última trilla del verano», subraya- en una familia de agricultores. Conserva recuerdos maravillosos de su infancia en el pueblo, pero no tanto por el lugar en sí como por la sensación de un tiempo  construido simultáneamente por todas las generaciones, desde los más mayores a los más jóvenes. «Los niños nos integrábamos enseguida en las cosas de la casa, como preparar el calderillo para dar de comer a los cerdos, recoger los huevos que ponían las gallinas o bajar a la bodega a por el cuartillo de vino para la hora de la comida». 


Era una época ligada a los juegos al aire libre, en la que las faenas del campo marcaban el calendario de todo el mundo, del mismo modo que influían en las danzas y las fiestas, en las ferias y en los viajes o en los sueños de cosechas y de futuro. 


Javier Revilla no soñaba con ser agricultor, aunque no le desagradara el campo. Él tenía claro que le gustaba la gente y quería trabajar con ella, sin saber bien en qué profesión y de qué manera. Su padre quería que fuera «periodista o militar», pero él se decantaba más hacia la medicina o las misiones, por aquello de trabajar en bien de los demás, y sin descartar nunca las artes escénicas. «En casa esto último era difícil de entender, pero a mí me gustaban mucho», rememora.

 

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