«Enfrentarse a la pandemia ha sido un reto apasionante»

Jesús Hoyos
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Juan López-Messa insiste en que, «si las cosas están yendo mejor es, en gran parte, gracias a la vacuna», aunque recuerda momentos tensos de este primer año al frente del Caupa, como la «falta de prudencia» que se produjo en las navidades

«Enfrentarse a la pandemia ha sido un reto apasionante» - Foto: Sara Muniosguren

Juan López-Messa cumple un año al frente de la gerencia de Asistencia Sanitaria, cargo que incluye la gestión de Primaria y la dirección del Caupa (Complejo Asistencial Universitario de Palencia). Afirma que experiencias duras como la pandemia «enriquecen».

López-Messa habla de la falta de médicos, las críticas a su gestión, la reordenación del sistema sanitario o la necesidad de un nuevo hospital.

Le recibió en el cargo la segunda ola, aunque estaban más preparados

En la primera, estuve en primera línea como jefe de la UCI. Tampoco es que estuviésemos tan mal, es decir, no nos faltaron ni EPI, ni espacio en el hospital, ni equipamiento en la UCI. Hubo disponibilidad de todo.

Las dificultades de sucesivas olas se producen porque el hospital no paró en el resto de su actividad. En la primera, todo estaba cerrado salvo intervenciones prioritarias como tumores o fracturas. En las siguientes, hemos tenido que compaginar con gran dificultad la atención Covid y el resto de patologías.

En cuanto a la mejora de infraestructuras, se hizo una obra en la UCI, que la modernizó, y se ampliaron los puestos de 16 a 20. Al final, también se quedaron cortos porque en las siguientes olas hemos tenido que ocupar otros espacios del hospital.

Atención Primaria estaba saturada, con colas en los centros de salud y retrasos en pruebas PCR. ¿Cómo lo afrontó?

Atención Primaria tristemente ha sido criticada por su actuación y creo que de forma injusta, en el sentido de que, durante el cierre, seguían atendiendo telefónicamente y presencialmente si hacía falta. Han sido el primer punto a la hora de recibir pacientes. Por lo tanto, son los que tenían que ver a quienes tenían sintomatología respiratoria. Y hay que reconocer que lo han hecho en una situación más precaria. En todos los centros se establecieron dobles circuitos y sistemas para la realización de pruebas. En algunos, se pusieron casetas para facilitar esa labor y que no hubiese que entrar. Ha habido un esfuerzo enorme del personal.

Poco después tuvo que hacer frente a una tercera ola muy dañina para la provincia

Yo ya soy bastante veterano en esto y cuesta enfrentarse a esos retos. En 1981, siendo residente de primer año me enfrenté a la colza. Ahora, en el final de mi trayectoria profesional, me enfrento a algo parecido pero mucho más serio, que ha afectado a más capas de la sociedad. La tercera ola fue muy intensa. También resulta apasionante. Como profesional, todos los días había un reto nuevo: ver cómo evolucionaba el número de casos, las asistencias en urgencias, que muchos días estaban bloqueadas; o cómo íbamos a ingresar a todos los pacientes manteniendo cierta actividad para el resto de patologías.

Tiene un lógico componente triste, porque es una enfermedad muy grave y muchos han fallecido.

¿De qué formas concretas le ha servido su experiencia como jefe de la UCI durante la primera ola de la pandemia en su nuevo cargo?

En tomar decisiones ante situaciones desconocidas. Lo que se requiere de un mando es eso y lleva implícito que te puedes equivocar. En aquel momento, aparte de decidir a quién intubar o ingresar, había que decidir cómo ocupar espacios del hospital para atender pacientes críticos. Por la experiencia de haber sido un mando intermedio, estás acostumbrado. Lo bueno es tener un equipo que te respalde y apoye, como por suerte tengo en las direcciones médicas de Primaria y Especializada, en Enfermería y Gestión.

¿Cómo ha evolucionado el perfil de los pacientes más críticos durante este último año?

Más jóvenes, probablemente por los efectos de la vacuna. Incluso hubo una persona de 16 años en la UCI. Por otro lado, la respuesta inmunitaria a la vacuna disminuye mucho más rápido en mayores, de ahí que se esté inoculando la tercera dosis en residencias. Se ha demostrado que los más mayores padecen a veces otras enfermedades crónicas o comorbilidades que facilitan que la infección sea más grave.

¿Por eso la quinta ola volvió a poner en jaque al hospital tras una cuarta más tranquila?

Sí, aunque ha habido todo tipo de edades. E incluso no vacunados, que es lo más lamentable. Quedan unas 9.000 personas en Palencia que no se han vacunado. Hay que hacer un llamamiento a la responsabilidad, por ellos, sus familias y la sociedad. Si las cosas están yendo a mejor es, en gran parte, gracias a la vacuna. Hemos visto muchos casos que, lamentablemente, han acabado en fallecimiento y eran personas no vacunadas. Por las razones que fuera, no entramos en si eran negacionistas o si tenían miedo. La experiencia deja claro, después de haber vacunado a más del 80% de la población, que los efectos secundarios han sido mínimos y la vacuna es tan relativamente segura como cualquier otro fármaco.

Con ese 80%, la campaña de vacunación ha sido un éxito

Así lo consideramos. España es uno de los mejores países del mundo en cuanto a la vacunación. Principalmente, porque el sistema sanitario público y, en concreto, la gerencia de Atención Primaria, ha demostrado la capacidad de respuesta que tiene para organizar esto, con la colaboración extraordinaria del Ayuntamiento. La campaña no se ha terminado. Reiniciamos en residencias e inmunodeprimidos y seguimos abiertos a quien quiera vacunarse. Se mantiene un punto de vacunación en La Puebla y en Guardo, Aguilar y Carrión.

¿Diría que la falta de prudencia ha sido decisiva en el desarrollo de la quinta ola?

La mayor falta de prudencia se produjo en Navidad. Eso fue terrible, que no se nos olvide. A finales de junio se produce un gran movimiento con la llegada del verano y una mayor actividad social, especialmente de jóvenes, que llevó a ese incremento. Por concretar, peñas, reuniones en bodegas, fiestas... Como anécdota, muchos jóvenes, que se contagian y no sufren la enfermedad, incluso con una carga viral altísima, lo llevan a familiares más mayores que sí han estado fastidiados.

La vacuna arregla bastante pero la enfermedad se puede contraer igualmente. Hay que destacar que la inmensa mayoría de personas sanas vacunadas que han contraído la enfermedad la han pasado sin necesidad de hospital. El exceso de confianza en que la vida social se recupera y que con la vacuna estábamos protegidos nos llevó a la quinta ola.

Las listas de espera se han incrementado. ¿Cómo se va a abordar?

El problema de todas las olas es la repercusión que tienen sobre la otra pandemia, aquellas patologías que han retrasado su atención por una imposibilidad material y física. Nuestra intención es enfocar todos nuestros esfuerzos con los especialistas correspondientes para atenderlas.

Estamos en septiembre y aún hay personal sanitario de vacaciones. Esperamos, a partir de octubre, recuperar la normalidad en la asistencia sanitaria e intentar aprovechar al máximo los recursos humanos, el tiempo y la disponibilidad. Llevamos pidiendo un esfuerzo a los profesionales mucho tiempo, pero hay que hacerlo para intentar recuperar a todas estas personas cuyo tratamiento de otras patologías ha quedado demorado. Hemos diseñado planes específicos para mejorar su situación.

Se han ido retomando las consultas presenciales. ¿La atención telefónica ha llegado para quedarse, a pesar de las quejas?

Sí, porque hay muchas consultas que no necesitan ser presenciales y se pueden resolver así, como renovar una incapacidad temporal o una receta. Igual que la cita previa. Si somos capaces de dar unos márgenes aceptables, de uno o dos días en Atención Primaria, creo que es razonable con la situación de déficit de profesionales que tenemos.

Así, la presencialidad no es posible en todos los puntos, porque hay 320 consultorios en la provincia y 175 en poblaciones con menos de 50 tarjetas sanitarias. No hay médicos suficientes para ir todos los días a todos los consultorios. Con cita, los médicos irán a estos consultorios de forma ordenada.

¿Cuál ha sido la mayor dificultad a la hora de proporcionar asistencia rural?

La falta de profesionales, especialmente médicos de familia. Hay muchas plazas vacantes. Eso implica limitaciones, porque no tienen el don de la ubicuidad. Si en una ZBS, por razones de plazas vacantes, enfermedad o vacaciones, se reduce su número, es imposible atender todos los consultorios. Dos médicos no pueden atender cuarenta localidades.

En verano, se protestó en el ámbito rural por la falta de médicos o una posible reducción de servicios de urgencias

Un plan de reordenación es una necesidad fundamental provocada por la falta de profesionales. Es una redistribución y vamos a intentar que los profesionales tengan la misma carga de trabajo. No puede ser que haya profesionales con 200 tarjetas asignadas y que otros tengan 1.200. La presencialidad no puede ser la misma y reasignar es una cuestión de equidad y justicia entre ellos. La reordenación no supone quitar centros de salud, las ZBS seguirán igual. Pero un médico no puede ir todos los días a un pueblo de ocho habitantes, con el déficit que tenemos. Cuando esas ocho personas necesiten ir al médico, previa cita, van a tener atención presencial o se les facilitará un transporte gratuito si tienen que desplazarse a poblaciones más grandes, pero si no hay necesidad no vamos a mandar a un médico a un consultorio para que esté de brazos cruzados.

Ha hablado de falta de médicos de familia y enfermeras. ¿Cómo puede reestructurarse el sistema?

Depende de estrategias a medio plazo de formación de profesionales. Durante muchos años, no se han formado suficientes médicos de familia porque no había plazas suficientes en el MIR o por no haber hecho atractiva la especialidad, por ejemplo, y el número de profesionales no ha sido suficiente para el recambio generacional que era necesario.

En cuanto a enfermería, probablemente sea el mismo problema. Habría que ampliar las plazas y darse cuenta de que los cuidados son tan importantes o más que los diagnósticos y tratamientos. Las bolsas de empleo están sin gente. Hemos contratado todo lo que hemos podido a pesar de tener disponibilidad para contratar más. No es un problema de que en otros sitios les paguen más o se vayan al extranjero -será un porcentaje mínimo-, es algo que ha ocurrido en todo el país.

Los sindicatos también le criticaron tras pedir en verano que el personal de vacaciones se incorporara voluntariamente

¿Qué querían que hiciésemos si no había enfermeras? Vacaciones, bajas, nadie en la bolsa de empleo, el hospital lleno de pacientes, la UCI desbordada... Que te critiquen por hacer un llamamiento a la solidaridad, responsabilidad y profesionalidad, me parece una falta de ética absoluta. No hemos obligado a nadie.

¿Respondió alguien?

No. 

A la sobrecarga de trabajo se suma la psicológica. ¿Cómo puede afectar?

Los colectivos que más sobrecargados han estado, como la enfermería, probablemente tengan situaciones de estrés post traumático, que ya se describe en la literatura médica. Además, los que padecieron Covid pueden tener secuelas, algunas psicológicas, que repercutirán en las consultas de salud mental. La recuperación de la actividad va a depender más de facultativos que, por suerte para ellos, no han estado en primera línea y ese estrés por la sobrecarga no debería haber influido. Otra cosa es la situación social, las limitaciones de libertad y relaciones sociales, que les puede afectar como a cualquiera.

Más de 500 muertos en el hospital, casi 900 según el Medora, y días con hasta nueve fallecidos. ¿Qué se podría haber hecho mejor en Palencia o qué le ha faltado al sistema para minimizar esa cifra?

Medios ha habido suficientes. Probablemente ha sido el desconocimiento de lo que había que hacer desde un principio. Se ha ido aprendiendo sobre la marcha, con tratamientos que se han estudiado durante la pandemia. Si hubiésemos sabido lo que sabemos ahora, la mortalidad habría sido más baja. Con el tiempo, desarrollamos las terapias de oxigenoterapia, que han evitado que muchos pacientes llegasen a la intubación.

¿Cómo ha vivido a nivel personal este año al frente de la gerencia?

No me pusieron una pistola para venir aquí. Acepté este reto y, con él, todos los problemas que han venido. Para mí ha sido una etapa apasionante. Muy intensa y triste por las consecuencias que iba teniendo. Eso ha supuesto una fatiga interior pero la conclusión que saco es que las experiencias duras te enriquecen.

¿Cuál es la diferencia más notable entre un cargo y otro?

En la primera ola, estando en el frente, tienes miedos, porque no sabes lo que pasa, si te vas a contagiar o llevar el virus a casa. Tienes una sensación de angustia porque el porcentaje de fallecimientos es altísimo. Piensas que todo lo que estás haciendo y todo ese esfuerzo no sirve para nada. Al principio fallecía un 50% de quienes ingresaban en la UCI. Esas vivencias son distintas ahora. 

En este cargo estás más arriba, te preocupas por tus compañeros, que están más cerca que tú de la infección. Es más la responsabilidad organizativa, es decir, intentar proporcionar todo lo que los profesionales necesitan. Camas para pacientes Covid, personal de enfermería, equipamientos... Es una tensión diferente.

 

Poco antes de llegar al cargo, se rescindió el contrato con la constructora del nuevo hospital. ¿En qué estado se encuentra el proyecto?

El nuevo hospital es un tema vital. Es fundamental acelerar en todo lo posible los plazos. Necesitamos una renovación importante porque es de finales de los setenta. Ha quedado obsoleto en muchos aspectos y reducido en espacios. La asistencia y las necesidades se han triplicado.

Tras la rescisión, ha habido que retomar todo el plan y revisar los precios. Estamos en esa fase burocrática de reordenar por cuánto se va a ofrecer la obra. Desde mi posición, reclamo la mayor celeridad posible en esas tareas burocráticas para que, cuanto antes, se inicien las obras del edificio. Esperamos que se conceda a una empresa a lo largo del próximo año.

El nuevo hospital daría solución al problema de la radioterapia

En el proyecto original iba en una segunda fase. Estamos intentando que vaya en la primera, que se construya a la vez que el bloque técnico. Pero queremos dar algo más, hacer un centro que combine la oncología, la hematología y la radioterapia. No simplemente poner una unidad satélite. El plan funcional, con los espacios que necesita cada área, está prácticamente terminado.

Alrededor de 400 personas necesitan ese tratamiento. No es razonable que Palencia siga sin una unidad de radioterapia, pero también hay que tener en cuenta que en el hospital ingresan cada año 16.000 pacientes y hay 8.000 intervenciones quirúrgicas. Es decir, todo es importante, aunque cada uno reclame por lo suyo. Quienes estamos al frente de esto tenemos que atender todas las necesidades.

¿Qué otros retos y objetivos tiene la gerencia a corto y medio plazo?

A corto plazo, es una prioridad recuperar la atención de quienes se han quedado atrás. También que el paciente sienta que tiene acceso al sistema sanitario en Atención Primaria, que es la puerta de entrada.

A medio plazo, hacer una mejora en tecnología muy importante. En concreto, ecógrafos, equipos de monitorización obstétrica, para cirugía laparoscópica, de oftalmología, neumología y servicio de digestivo. Por otro lado, conseguir profesionales de algunas especialidades en las que hay déficit, como neurología, dermatología y urología.

Bajo la premisa de que el Covid se quedará entre nosotros, ¿cómo va a obligar eso a replantearse la atención sanitaria?

Si esto va a ser algo endémico, nunca bajar del todo la guardia. En Primaria, mantendremos los circuitos para separar pacientes con sintomatología respiratoria, así como la realización de pruebas y el sistema de rastreo. La vacunación se seguirá ofreciendo y habrá que ver en el futuro si hay que seguir con terceras dosis para todos.

En el hospital, se tratará de mantener zonas aisladas en la UCI para pacientes Covid que permitan seguir atendiendo a otros sin invadir la reanimación y sin detener intervenciones quirúrgicas.

Los profesionales son un elemento fundamental y hay que intentar darles las mejores condiciones de trabajo y de conciliación familiar.