La discapacidad pide acomodo en las aulas

SPC
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Adriana Ruiz, sorda y alumna de FP básica, y Jorge Martín, invidente y en Primaria, son dos ejemplos entre los 7.892 estudiantes con discapacidad y escolarizados en centros ordinarios de la Comunidad

La discapacidad pide acomodo en las aulas - Foto: mir_ical

Los centros ordinarios públicos y concertados de Castilla y León intentan que poco a poco se logre una verdadera educación inclusiva y que los alumnos con discapacidades que puedan limitar su aprendizaje se integren de la mejor forma posible en las aulas con el resto de compañeros que no las padecen. Gracias a las nuevas tecnologías y el personal educativo de apoyo especializado se van consiguiendo avances, pero aún existen barreras para poder captar en las mejores condiciones las explicaciones de los docentes y formarse en igualdad de oportunidades.

Según los datos facilitados a Ical por la Consejería de Educación, en el curso 2019-2020 los alumnos con discapacidad escolarizados en la enseñanza ordinaria en el conjunto de Castilla y León suman la cifra de 7.892. En el reparto por niveles del Régimen General, excluyendo la Educación Especial, están matriculados 1.372 estudiantes en Infantil; en Primaria hay 3.041; en Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO) 1.841; en Bachillerato 109; en Ciclos Formativos de Grado Medio 76; en Ciclos Formativos de Grado Superior 16; en Formación Profesional Básica 211; y en Unidades de Educación Especial 1.231.

En cuanto a la distribución por provincias, la de Valladolid encabeza el número de matriculados en colegios e institutos del régimen de enseñanzas ordinarias con un total de 1.991; seguida de León con 1.518; Salamanca con 1.093; Burgos con 1.078; Zamora con 526; Palencia con 510; Ávila con 477; Segovia con 430; y Soria con 269.

Adriana Ruiz, de 17 años, representa uno de los casos donde la sordera de nacimiento supone una limitación grande en el aprendizaje en un centro ordinario. Aún está pendiente de poder concluir los estudios de ESO en Valladolid y ahora cursa Formación Profesional Básica en la rama de Administración. Eva Herrera, intérprete de lengua de signos de la Federación de Asociaciones de Personas Sordas de Castilla y León (Fapscl), pone voz a lo que la estudiante expresa con sus manos. “Aún no pude terminar Secundaria al no tener en esta etapa intérprete y repetí bastantes cursos. Después me cambié de un centro concertado a un instituto público donde sí tenía esta explicación directa, allí aprobé el primer curso de FP y ahora repito el segundo”, comenta.

Actualmente, la estudiante está pendiente de contar más tiempo con un intérprete ya que el pasado curso sólo disponía del recurso la mitad de las horas de clase previstas y no en todas las asignaturas. “De esta forma las explicaciones recibidas por la mañana me ayudarían a estudiar mejor sola en casa”, lamenta con una mirada que desprende ganas y esfuerzo por seguir aprendiendo ya que su deseo es acceder después a un módulo de grado medio de Artes Gráficas en Formación Profesional.

De su etapa en Infantil, Primaria y ESO recuerda que su relación “fue en general buena” con compañeros y profesorado, y en este último caso no siempre con todos. “En ocasiones no hay empatía y no se adaptan a mis limitaciones. Además hay compañeros que no intentan relacionarse conmigo ni adaptan su forma de comunicación cuando no tengo un intérprete al lado”, sostiene. Igualmente, reclama sensibilidad a las administraciones públicas competentes para que existan más intérpretes de lengua de signos en otros ámbitos de la vida diaria y lo resume: “Me encantaría sacarme el carné de conducir o aprender idiomas pero en las academias no los hay”.

Más escuela inclusiva

A la conversación con Adriana se suma Sandra García, técnico de programas de Fapscl, que alude a la necesidad de que la denominada escuela inclusiva mejore en varios aspectos. “Ahora mismo ella está en un aula con mayoría de personas oyentes pero su nivel de comunicación es escaso. Aunque sea buena en lengua de signos, los que no tenemos el problema somos vagos y no nos queremos adaptar a ella. Al no tener Adriana un referente en el aula sordo, ya sea profesor o estudiante, el aislamiento es mayor si cabe”, explica.

María Rosa Galván, madre de Adriana, sostiene que ella no tuvo tantas dificultades al cursar sus estudios en un centro específico para personas sordas y adaptado a sus necesidades, pero incide en las carencias de su hija. “Mi marido luchó mucho, tenía experiencia y presionó hasta que falleció para que la niña tuviera un intérprete. Se logró de tercero a sexto de Primaria aunque no en todas las horas. Luego en Secundaria el centro dijo que era una cosa nuestra, yo acababa de enviudar y la solución era irnos a un colegio público”, señala.

La madre recuerda asimismo que entonces Adriana tuvo problemas de autoestima al querer seguir con sus compañeros de siempre y, pese a que luego la situación mejoró, fue una época muy difícil. “Actualmente la Junta tiene que darse cuenta de que debe haber más profesionales educativos para personas con problemas de audición ya que mi hija ve cómo avanza el resto de compañeros y ella se ve limitada. Además, no sé por qué, hay diferencias, ya que según centros el alumnado tiene más horas de intérprete de lengua de signos”, significa.