Los palentinos, a veces, tenemos este tipo de cosas y así nos va en determinadas situaciones. Fueron, fuimos, muchos los que nos apenamos por el descenso cruel del Club Internacional de la Amistad de la División de Honor. Sin embargo, por difícil que pueda entenderse, fueron también bastantes los que se alegraron. Son las cosas de la mal llamada rivalidad deportiva.
Sí, bajó el Club Internacional de la Amistad, pero, especialmente, Palencia, el fútbol provincial, perdió una categoría extraordinaria, perdió la oportunidad de ver a los jóvenes valores de la cantera palentina frente a las próximas estrellas del fútbol español. No perdió sólo el CIA, perdimos todos. 34 años se tardó en volver a esta categoría y es de esperar que no se demore tanto en ver fútbol juvenil de élite. Echaremos de menos esos domingos por la mañana en La Balastera, pero quedará en la memoria la enorme temporada, pese a todo, de este tipo al que no cabe ningún reproche. Nos quedará la esperanza de que jóvenes valores como Edu y Gatu, entre otros, sean cuidados como se merecen en clubes ahora sénior. La matemáticas le daban la permanencia al CIA, pero la realidad era y fue distinta. El equipo de Gañán había demostrado cierta debilidad fuera de casa y podía perder, como así fue, estar a merced de otros marcadores. Lo vivido en aquel Palencia-Burgos solo pasa aquí. En otros lugares celebran goles que nada les valen como un título y ante sus paisanos se relajan. Así nos va.