Los mejores bomberos

Miguel Herrera
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Se podría usar parte del dinero que se destina a la prevención de incendios para ayudar a establecer explotaciones de ganadería extensiva allí donde hagan falta

Los mejores bomberos - Foto: Alberto Rodrigo

La semana pasada visité a Mario, el veterinario y cabrero cuya explotación llena las páginas centrales de Cultum esta semana. Hablamos de muchas cosas, la mayor parte de las cuales aparecen en el reportaje. La vida de un ganadero es complicada, con trabas por todas partes, unos animales que no se toman días libres y una imagen social depauperada por el desconocimiento casi absoluto de la realidad rural que hay entre los habitantes de los entornos urbanos, esos mismos habitantes que luego se benefician del trabajo de estos profesionales cuando visitan pueblos y serranías.

Pero hubo un dato que me pareció incomprensible y sangrante: Mario tiene que pagar al ayuntamiento de su pueblo para poder sacar a las cabras a pastar a los terrenos comunales, propiedad del municipio. Lógico, pensarán muchos; lógico que, si está sacando beneficio de algo que no es suyo, pague una cierta cantidad al legítimo dueño de ese bien del que se está aprovechando. Y en cierto modo esto es así, pero la realidad no es tan sencilla.

Los terrenos donde pastan las cabras de Mario, en Las Navas del Marqués, son básicamente pinares, bajo y entre los cuales crecen jaras, enebros, zarzas y unas cuantas especies más. Estos 400 animales hacen un trabajo imprescindible 365 días al año: son una desbrozadora natural inmejorable. Mantienen a raya toda la vegetación, aparte de los pinos, dejando unos bosques limpios, visualmente más atractivos y, lo que es más importante, menos propensos a los incendios que, en caso de darse, no serían tan potentes y sí más controlables.

Esto es una realidad incontestable. Mario usa los montes para su propio beneficio, pero más beneficio aun saca el propio monte de su labor. Es decir, el ayuntamiento, los habitantes del pueblo y todos los visitantes que lo frecuentan salen beneficiados. ¿Sigue pareciendo tan lógico que le cobren por ello?

Y aún hay más: allí donde no llegan las cabras de Mario (o los animales de los demás ganaderos, pocos ya, que quedan en este pueblo abulense), el ayuntamiento tiene que contratar a una empresa para que haga este mismo trabajo: desbrozar y sacar vegetación del monte. Cosa que hace desplazándose hasta allí en vehículos que usan combustible, empleando maquinaria que usa más combustible y provoca contaminación acústica y sin emplear a gente la zona (entiendo que estas empresas no tendrán una cuadrilla de gente local en cada pueblo).

Más o menos, esto quedaría así: una empresa cobra por realizar un trabajo con gente de fuera y generando cierta contaminación (poca, cierto, pero más que unas cabras) mientras que otros, los ganaderos, que apuestan por quedarse en su pueblo, tienen que pagar para llevar a cabo la misma labor de manera totalmente ecológica, ya que gusta tanto ahora este término. Cada vez parece menos lógico que Mario tenga que pagar por sacar a sus cabras a pastar. Y estoy hablando de Mario y Las Navas del Marqués, pero sin duda esta situación se está dando todos los días en miles de pueblos de España.

El mundo rural, la España vaciada, la necesidad de fijar población en los pueblos… es un asunto que llena la boca de los políticos día sí, día también. Y llevo pensando muchos años que aquí tienen una oportunidad de oro para hacer algo por este problema que, además, creo que sería económicamente viable (puedo equivocarme). ¿Cuánto gastan comunidades como Castilla y León, La Rioja o Castilla-La Mancha en labores de silvicultura encaminadas a sanear los montes y prevenir incendios?

En 2015, en Castilla y León se gastaron 26,7 millones de euros en prevención (más otro tanto en sofocar los fuego que no pudieron evitarse), por poner un ejemplo. Igual es una idea descabellada, pero esos millones darían de sí para otorgar ayudas a unos cuantos ganaderos en extensivo que quisieran establecerse en pueblos donde esta actividad ha desaparecido o es insuficiente para controlar los montes. Algo así como: «Yo te facilito el rebaño y las instalaciones para cuidarlo y tú te comprometes a pastorear tal o cual zona del municipio todos los días del año; los beneficios que obtengas por la leche o los cabritos (o corderos, o terneros) son tuyos». Sería una inversión inicial por parte de la administración que, sin duda, se amortizaría a lo largo de los años (aunque lo de pensar a más de cuatro años vista no sea precisamente la mejor cualidad de los políticos).

Lógicamente es solo una idea que tendría que pulirse (habría que establecer ciertos compromisos ineludibles para el ganadero), pero sinceramente creo que podría funcionar. En montes públicos no debería de haber problema para llevarla a cabo y me da la impresión de que los dueños de montes privados no tendría demasiado problema en que les limpiaran gratis la vegetación sobrante. Si en cada pueblo hubiera un par de cabreros como Mario que, con 400 cabras (u ovejas, o vacas), salieran cada día del año a pastar por los montes, probablemente el problema de los incendios sería menor. Pero la realidad actual es que arrancar de cero una explotación como la de Mario es una tarea titánica, casi imposible en muchos casos.

Tampoco estoy diciendo que deba dejar de destinarse dinero a la prevención por otros medios, pero no sería ninguna tontería que parte de esos fondos fueran destinados a ayudar a que se establecieran explotaciones ganaderas en extensivo en las zonas que lo necesiten (pueblos que hayan perdido esta actividad y con muchas hectáreas de monte que cuidar). Sería fijar población y hacer una buena labor de prevención al mismo tiempo. Y estoy seguro de que, a corto plazo, se verían los beneficios. Un buen rebaño en el monte es el mejor bombero, no lo olvidemos.