"Tratar un cáncer no puede depender del código postal"

María Albilla (SPC)
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El expresidente de la Organización Nacional de Trasplantes destaca que "la generosidad se mueve por la visión de la población de lo que haces" y que "el modelo gestión de la ONT se podría aplicar para las enfermedades raras"

"Tratar un cáncer no puede depender del código postal" - Foto: JUAN LAZARO

A Rafael Matesanz le gusta la fina ironía al hablar. Reflexivo, serio y absolutamente consciente y orgulloso de los muchos hitos que alcanzó siendo el corazón de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), ahora analiza en Gestión con alma el modelo que implementó en esta entidad, que este año cumple su 30 aniversario, para poder extrapolarlo tanto a otros ámbitos del Sistema Nacional de Salud como a la empresa. Con la distancia que le da la jubilación, asevera que no echa de menos su apretada agenda, que al principio tener tiempo libre fue toda una experiencia y también reconoce que en algún momento de su carrera como gestor echó de menos la bata blanca que un día colgó en la percha de su consulta de Nefrología. 

Después de ser el corazón de la ONT, ¿cómo ve la entidad desde la distancia que le dan los pocos años que lleva jubilado? 

Lo veo como una organización muy consolidada. Lo que en su día fue el embrión ha ido creciendo en estos 30 años y hoy, desde todos los puntos de vista, es algo tremendamente sólido de lo que podemos sentirnos orgullosos y que está relativamente libre de vaivenes políticos y personales.

¿Cómo ha sido retomar la vida civil después de tantos años al mando de la donación de trasplantes?

Ha sido una descompresión importante. Cada momento en la vida tiene sus características y la clave fundamental para estar a gusto es adaptarse a ella. Mi jubilación fue un proceso muy meditado, además coincidió con la de mi mujer y... era el momento oportuno. Había también unas circunstancias políticas adecuadas, porque hubo que esperar a que el Gobierno dejara de estar en funciones... y estaba ahí una persona adecuada para ocupar ese cargo. 

¿A qué dedica ahora el tiempo? 

A descansar, a estar con la familia, escucho música, leo mucho, viajo... todas esas cosas que no he podido hacer durante muchos años. Al principio hasta se me hacía extraño, pero ahora no echo de menos el trajín diario. Era un trabajo duro, muy positivo, pero también muy demandante.

Le pasó la batuta a Beatriz Domínguez-Gil. Sabía a lo que se enfrentaba porque era de la casa, pero, sin duda, es una valiente...

Conseguimos hacer una transición suave y que todo funcionara igual o incluso mejor que antes. Se están dando pasos muy positivos y las cifras siguen en alza manifiesta. La gestión que está haciendo es francamente excelente.

¿Qué siente cuando echa la vista atrás y recuerda esos 110.000 trasplantes que se lleva a la espalda? 

Pues mucha satisfacción. Ni de lejos esperé al iniciar el proyecto lo que se ha conseguido y menos hasta el extremo que se ha consolidado. La palabra satisfacción es la que resume todo.

¿Durante su larga etapa como gestor echó de menos la bata blanca? 

Sí, sí, sí. Cuando uno se hace médico es para ver enfermos. Tomar la decisión de ser gestor fue complicada, pero la vuelta atrás lo es más aún. La medicina va muy rápido y no te puedes poner delante de un paciente sin estar renovado. Hay que ser honesto.

Habla de la gestión con alma y apunta que el alma de la ONT son sus trabajadores. ¿Qué tienen de especial? 

Hubo un grupo inicial que fue fundamental. Estaba compuestos sobre todo por enfermeras y estuvieron muy bien elegidas. Todas ellas fueron personas que arriesgaron mucho en sus inicios porque cualquier cosa que hubiera ido mal hubiera sido un contratiempo importante en su carreras. Los vínculos personales jugaron un papel muy importante y ya de ahí se paso a otra etapa más técnica.

Hace mucho hincapié en la formación del personal en este proceso y en que cada persona sepa qué debe hacer en cada momento.

Es fundamental. En el tema de la formación siempre hemos intentado disparar por sobreelevación. Hemos empleado gran parte de nuestro presupuesto en esto. De hecho, hay datos que dicen que hemos formado a más de 20.000 personas en estos 30 años. Esto siempre acaba dando sus réditos. El equipo de una donación tiene que funcionar siempre como un reloj.

¿Y así se llega al trabajo en equipo? 

Este es otro de los pilares. Aquí las individualidades sirven para muy poco. Hemos pasado de que los trasplantes sean considerados el prototipo de trabajo individual de un cirujano a todo lo contrario.  Ahora se sabe que hay un entramado muy complejo detrás de un trasplante y que si uno se fija solo en las manos de quien lo pone, lo está haciendo mal. Este es uno de los defectos que se ve en otros países. Hay una especie de culto y de glorificación del médico, pero se olvidan de todo lo que hay detrás y que todo eso tiene que funcionar al milímetro para un resultado óptimo.

¿Queda demostrado para usted que España es un país solidario? 

Eso lo hemos demostrado y lo demostramos cada día con las cifras de récord. La solidaridad es una condición sine que non, pero volvemos a lo anterior. Si solo tenemos solidaridad las cosas no funcionan y eso quiero dejarlo muy claro. La solidaridad sin un modelo de gestión no funciona.

¿Hablar con las familias para pedir los órganos sigue siendo difícil? 

Mi experiencia personal a la hora de pedir órganos se remonta a los años 70. A la gente ni le sonaba qué era la donación. Había muchas reticencias, muchas fábulas alrededor de todo esto... y hoy las sigue habiendo. En estos momentos el peso de las donaciones de inmigrantes es proporcional a la población extranjera que vive en España, en torno a un 9 por ciento. Esto significa estadísticamente que los extranjeros están donando igual que los nacionales, pero hay mucha diferencia en función de la procedencia.

¿A qué nacionalidades es más complicado convencer? 

Con los asiáticos es complicado, pero no solo en España. Pasa en todo el mundo. Se compagina mal con su religión y su cultura, pero los europeos del este y del oeste, los latinoamericanos e incluso los que vienen del norte de África donan igual. Haber conseguido esta integración es motivo de orgullo.

El soporte de todo es el Sistema Nacional de Salud (SNS). ¿Nos quejamos de vicio o de verdad todo funciona como debe? 

Todo es mejorable en esta vida y cuando alguien se queja será porque tiene sus razones. Para mí, el Sistema Nacional de Salud es la joya fundamental que tenemos para sostener todo el sistema social de nuestro país. Es potentísimo. Uno lo valora mejor cuando sale al extranjero y lo compara. Claro que tiene inconvenientes como las listas de espera, pero sin duda el sistema de trasplantes no es un cuerpo extraño dentro del conjunto de la Sanidad. Funciona porque el Sistema Nacional de Salud funciona bien.

¿A qué otras áreas del SNS se podría extrapolar el modelo de la ONT? 

Uno de los puntos clave del libro versa sobre por qué le modelo de gestión de la ONT funciona tan bien y otro es por qué otras áreas de la Sanidad y de fuera de ella no lo hacen así. Los principios que establezco de formación, recursos humanos, estructura, gestión horizontal... se podrían aplicar a varios ámbitos como son la enfermedades raras, que conllevan muchas dificultades para los enfermos y cierta descordinación entre regiones, o en el campo de la oncología. Aquí se necesita actuar con calidad y rapidez en cualquier punto de España. El tratamiento de un cáncer no puede depender del código postal. Hice una prueba en esta campo en Italia y los resultaron fueron excelentes.

¿La descentralización sanitaria ayuda o es más un impedimento? 

La descentralización sanitaria está ahí. Ayuda para unas cosas y dificulta para otras. Lo cierto es que acerca el punto de gestión a las necesidades del ciudadano. Para saber, por ejemplo, qué características debe tener un centro de salud o un hospital, la distancia no es buena, pero claro, cuando es preciso hacer un programa nacional, sin duda, dificulta porque la labor de coordinación es más complicada. Ahí está el éxito de la ONT, en cómo en un sistema absolutamente descentralizado hay un programa nacional bien coordinado que hace que todo vaya en la misma línea.

Dedica un capítulo bien amplio y nutrido a la comunicación. ¿Cómo les benefició la política de apertura total a la prensa? 

Esto fue algo muy intuitivo a la vez que una necesidad. Éramos tan poca gente y tan poca cosa que era necesario planificar y desarrollar cómo llegar a la gente. Confiamos en los periodistas y les abrimos la puerta. La generosidad depende mucho de la visión que tenga la población de lo que estás haciendo.

Generalmente se habla siempre de los hitos y las cifras de récord, pero seguro que también hubo dificultades extremas. ¿Cuáles recuerda ahora como los peores momentos?

La crisis de las médulas alemanas en 2011 fue probablemente el momento más difícil porque los disparos iban al núcleo de la organización y a mi cabeza directamente. La multinacional DKMS se instaló en Avilés (Asturias) aquel año y se dedicó a captar donantes de médula, crear registros propios y proporcionar médula a receptores de cualquier parte del mundo previo pago del importe correspondiente. Ha habido otros momentos complicados, pero han tenido más que ver con las relaciones con los responsables del Ministerio de Sanidad que con factores externos. 

Usted parece un hombre templado, pero se dice rápido que ha tenido que torear a 16 ministros del ramo... ¿Alguno logró sacarle de sus casillas? 

Sí, totalmente, sobre todo dos. La señora Villalobos que, sencillamente, me echó de España. Me hizo la vida imposible. Y, después, Bernat Soria, con quien sufrí un período de mobbing. Quería que me marchara, pero no lo hice y se fue antes él. Ha habido otros ministros como Trinidad Jiménez o Ana Pastor con los que me he llevado muy bien. No es un problema de partidos, sino de personas.

Solo el 8 por ciento de la población tiene carné de donante. ¿No sería necesario para facilitar las cosas? 

Si quieres promocionar la tarjeta te tienes que dedicar a esto y es una decisión complicada porque implica muchos recursos. No está claro que alguien que no quiera donar se vaya a hacer por tener una tarjeta y entonces, ¿para que se la vas a dar a los que ya están convencidos? No es nuestro objetivo social.

¿Qué retos tiene hoy la ONT? 

Aunque la crisis económica pasó, ha supuesto una prueba de esfuerzo tremenda. Salimos bien, no se bajaron las donaciones, pero tuvo una clara consecuencia: que no se pudo renovar la plantilla ni los aparatajes y, para mí, la renovación del sistema es prioritaria. Otro reto es trasplantar al 100 por 100 de los que lo necesitan y, también, las operaciones en bebés y niños.