Alegato por un patrimonio de excepción

J.L. Senra Gabriel y Galán (*)
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Nuevos hallazgos en San Zoilo de Carrión de los Condes

Alegato por un patrimonio de excepción

La Unesco define el patrimonio cultural como «el legado de artefactos físicos y atributos intangibles de un grupo o sociedad que son heredados de generaciones pasadas, mantenidos en el presente y otorgado en beneficio de las generaciones futuras». Este compromiso afecta a todas y a todos quienes valoramos la importancia de lo que décadas atrás y con el concepto de cultura visual dio cabida a las manifestaciones artísticas de todo género emanadas del colectivo humano por encima de su entidad específica, pueblo, nación o civilización. Más allá de formas y soportes lo sustancial radica en el potencial que aquellas revelan sobre esos colectivos presentes o históricos tanto en singular (el individuo mismo) como en plural (el grupo al que pertenece y con el que  interacciona). Con todo, desde los años noventa se han encadenado voces críticas sobre el modo de equilibrar a través de una conveniente actualización el corpus teórico mantenido por aquella organización mundial creada tras la Segunda Guerra Mundial y por ello considerado en buena parte esclerótico. Y ello a partir de una premisa o sentencia de partida indiscutible: la consideración del patrimonio cultural como «esa parte del pasado que seleccionamos en el presente para propósitos contemporáneos, ya sean económicos, culturales, políticos o sociales» que proclamaron hace ya más de una década los geógrafos Brian Graham, Greg Ashworth y John Tunbridge en una monografía de referencia.


Centrándonos en un tiempo específico -los siglos centrales de la Edad Media- y en un territorio concreto -los reinos de León y de Castilla-, a nadie se le escapa la entidad, tanto por volumen como por la calidad del mismo, del legado visual perteneciente a ese periodo que desde el siglo XIX se ha venido denominando Románico. Cuando en la década de los años noventa la Fundación Santa María la Real de Aguilar de Campoo activó la titánica labor de catalogación de ese patrimonio para luego extenderla a la totalidad de la península a través de un concienzudo trabajo de campo, fueron diecisiete abultados volúmenes los precisos para darle cabida en una extensión temporal de casi dos décadas (1989-2007). El territorio con el que arrancó el proyecto fue la provincia de Palencia coincidiendo rigurosamente con la entrada en la escena del legado románico de un conjunto monumental pionero en la implantación de esta cultura visual en el cuadrante noroeste de la Iberia medieval: el monasterio de San Zoilo de Carrión de los Condes. Su adquisición por parte de Hospederías San Zoilo, SA y la puesta en marcha de obras de adaptación a un nuevo uso, de Seminario Menor de la Diócesis a hotel, dio como resultado un encadenado de descubrimientos románicos de primer orden: en 1993 la portada occidental de la iglesia y diversas piezas esculpidas correspondientes al área claustral; en 1999 dos capiteles conservados in situ en las naves laterales; en 2007 el husillo de escaleras y el acceso a la torre noroeste que incluía un tímpano con crismón esculpido. Además, en 2003 dos sedas islámicas en un asombroso estado de conservación siendo una de ellas de una calidad excepcional.


En tan solo dos décadas un conjunto durmiente durante más de cuarenta años en lo que se refiere a hallazgos daba muestras de un potente 'fondo de armario' en relación a la que fuera su más destacada época de auge. Hay que recordar que el punto de inflexión en la recuperación del patrimonio medieval oculto de San Zoilo se produjo en 1948 cuando Quintín Aldea Vaquero (1920-2012), entonces docente en el que era Colegio Jesuita, pusiera a la luz e impulsara la extracción de los once sepulcros de los Condes de Carrión hoy visibles en el área occidental de la iglesia. La sensata convergencia de los organismos implicados entonces en el patrimonio, el Ayuntamiento de Carrión, la Diócesis y la Comisión de Monumentos de Palencia, abrieron esta línea que afortunadamente ha seguido y debe seguir abierta.


Y justamente en estos días de nuevo ha sido noticia San Zoilo de Carrión a propósito del hallazgo de restos escultóricos de su desaparecido claustro románico reaprovechados en los cimientos del actual perteneciente al siglo XVI. Esta vez unas obras de arreglo en la canalización de aguas desde sus cubiertas han traído consigo otra oportunidad de ahondar en las coordenadas  con las que se configuró el que fuera uno de los más precoces patios claustrales de la península, cuestión evidentemente no menor. Más aún en relación con un marco institucional igualmente singular: San Zoilo de Carrión fue la delegación hispana más importante de la Orden Cluniacense. Un emporio fundamental para los intereses geopolíticos de este poder monástico continental que, aliado con Roma, diversas monarquías imperantes y una nobleza cada vez más pujante, determinó buena parte del proceso histórico de los siglos X al XII. Todo ello antes de que entrara de modo progresivo e imparable en una decadencia que terminó por hacerlo desaparecer de la península en el siglo XV con una aceleración casi proporcionalmente inversa a la que había manifestado durante su puesta en escena a comienzos del XI. 


Los restos localizados ahora, una vez recuperados y convenientemente valorados, deben sumarse al cada vez más grueso patrimonio de este lugar. Más aun en una coyuntura cultural como la actual: desde 2017 San Zoilo de Carrión forma parte de una de la treintena de itinerarios culturales promocionados por el Consejo de Europa, en concreto la Red de Sitios Cluniacenses alentada desde 1994 por la Federación Europea de los Sitios Cluniacenses con sede en Cluny (Francia) y que tiene como aspiración última ser reconocida como Patrimonio Mundial por la Unesco. Recuperando su rol protagonista entre los prioratos hispanos, una vez incorporado Carrión a esta iniciativa, a día de hoy se han sumado Frómista, Villalcázar de Sirga, Nogal de las Huertas y Sahagún, todos ellos en o a la vera de la ruta jacobea y con esta huella indeleble de un pasado común. En el caso de Sahagún, conviene destacarlo, con un inmenso e ilusionante horizonte de posibilidades a partir de las ruinas y restos aún ocultos de su muy destacable monasterio.


La articulación y potenciación de territorios continentales a base de su cohesión a través de herramientas múltiples entre las que la promoción de un turismo cultural y de una acción pedagógica-educativa conforman dos pilares fundamentales a los que debemos aspirar los habitantes de esta compleja y difícil Europa necesitada de diálogo sempiterno y de porosidad de fronteras. En tal sentido, generar redes y nodos culturales vitalizando territorios, identidades comunes y alentando un imprescindible turismo de interior es una tarea que en mayor o menor medida nos compete a todas y a todos. Y en este tapiz teórico, el valor del patrimonio bien entendido a través de su correcta gestión resulta una herramienta imprescindible. En una de sus últimas conferencias (¿Hay una conciencia cultural europea?, Múnich, 1953) un europeísta convencido como fue Ortega indicaba con el necesario y obligado optimismo de postguerra respecto a este continente «en creación perpetua», que «su gloria y su fuerza residen en que [Europa] está siempre dispuesta a ir más allá de lo que era, más allá de sí misma». Y añadía una importante precisión: «No es una posada, sino un camino que obliga siempre a marchar (…) Cervantes, que había vivido mucho, nos dice, ya viejo, que el camino es mejor que la posada». Y el patrimonio incluyendo el rescate de la imprescindible cultura visual y su puesta en valor debe formar parte siempre del equipaje de ese caminante tanto desde aquel sentido metafórico-conceptual como del más específico y pedestre. Caminemos.


(*) Catedrático de Historia del Arte y director de una investigación sobre la Iberia medieval y Cluny.