Las circunstancias obligan. Segundas fiestas de fin de año en casita, y con los hosteleros que echan las muelas por las cancelaciones masivas de cenas y comidas navideñas. ¡Qué hago yo ahora con los encargos! Tengo los arcones llenos de comida, se me va a estropear, menudo dineral… Habitaciones de hoteles vacías y personal de servicio sacado del ERTE. Los precios suben por la crisis de los suministros y los salarios también, pero menos; los índices de pobreza familiar aumentan. Nos encontramos, según dicen los expertos, en la recta final de esta pandemia, otras vendrán, dicen, así podremos gastar tantas mascarillas acumuladas. Y en esta hora de los balances por doquier, toca agradecer en el alma a nuestros sanitarios. Siempre lo merecen, nos cuidan y nos mantienen vivos, pero ahora han demostrado una heroicidad de la que casi nadie duda, salvo alguna ladina política que desprestigia la sanidad pública para que nos vayamos a dar de ganar a sus amiguetes de la privada. Y en ese orden de cosas es lo que pido al nuevo año, que cese la retórica de la confusión practicada con la decidida intención de convertirnos en ignorantes y hacernos dudar con sus muy estudiadas armas de desinformación masiva. Como propósito deberíamos estar muy atentos a quién habla y qué intención persigue con lo que dice, dejar de hacernos eco y no ir repitiendo por el mundo lo que a simple vista parecen paranoias pero son discursos de dominación muy bien elaborados para convertirnos en tontos útiles. Los profesionales de la información, siempre prestos a lanzar un buen titular, es su trabajo, se mueven en una carrera veloz por llegar antes y ganar audiencia, por lo que son presa fácil como correa de transmisión para hacernos perder la referencia con la realidad. Ojo a la noticia y feliz año. www.elisadocio.com